domingo, 30 de mayo de 2010

Fin del mandato de Uribe: "El estilo mafioso de gobernar"

No logró disolver a paramilitares ni derrotó a la guerrilla, afirma
Álvaro Uribe dejará el poder manchado por corrupción y abuso de poder: Indepaz
Blanche Petrich
Enviada
Domingo 30 de mayo de 2010, p. 20
Fuente: La Jornada

Bogotá, 29 de mayo. Al amanecer en la bella Plaza Bolívar en el corazón de la capital colombiana, unas figuras entumecidas salen de sus carpas de plástico para secarse de la lluvia nocturna con los primeros rayos del sol. Son los activistas del plantón itinerante de los desplazados –2 millones y medio, según cifras más conservadoras; 4 millones, conforme datos alternativos– que siguen siendo expulsados de sus tierras en varias regiones del país. Ya no sólo por la violencia de los paramilitares y la confrontación entre guerrilla y ejército. Ahora hay un “desplazamiento forzoso” funcional al modelo económico del gobierno, que necesita territorios comunales de grupos étnicos para los megaproyectos de consorcios mineros, de biocombustibles e hidrocarburos de las corporaciones trasnacionales.

Ésta es apenas una estampa del saldo en rojo que dejará tras de sí el presidente Álvaro Uribe en diversos rubros, que analiza en detalle para La Jornada el estudioso Camilo González Posso, presidente del Instituto de Paz (economista, ex ministro de Salud con César Gaviria, y cuyo nombre, como el de muchos ciudadanos identificados en la línea crítica del uribismo, ha aparecido en las listas de “personas a asesinar” que elaboraron los grupos paramilitares en los dos últimos años basados en reportes de inteligencia del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS).

Éste es otro de los muchos escándalos que tienen a Colombia “en un rumbeo” y constituyen el legado de los ocho años del uribismo. “Pero ojo –advierte–, es un saldo mixto. Uribe está desgastado, no fracasado. Muchos sectores le están agradecidos por haber abatido las galopantes cifras de homicidios, secuestros y violencia. Eso no quiere decir que esté acabado. Estoy seguro que en los próximos años va a ser una de las figuras de mayor peso en la escena nacional”.

Uno de los activos de Uribe de cara a una ciudadanía cansada de guerra y bombardeada por una bien aceitada maquinaria de propaganda “antiterrorista”, es la afirmación de que “acabó con los violentos”. Aquí también –aclara el dirigente de Indepaz– el saldo es mixto: “Uribe no derrota a la guerrilla, no liquida la violencia ni disuelve a los paras. En 2009 hubo más combates y más iniciativas de las FARC que en 2008.”

El 7 de agosto este mandatario tan cercano su homólogo mexicano Felipe Calderón, saldrá del Palacio de Nariño manchado por los más extravagantes y excesivos escándalos de corrupción y abuso del poder. A tal grado que la noche del pasado viernes, durante el último debate televisivo entre los principales candidatos a la presidencia, los conductores les preguntaron quién de ellos pondría las manos al fuego por el círculo íntimo del presidente Uribe. Ninguno respondió afirmativamente, ni siquiera su delfín, el candidato del Partido de la U, José Manuel Santos.

El “estilo mafioso” de gobernar del doctor Vartito

“Éste es el peor año de Álvaro Uribe. Lleva meses denunciado por los métodos criminales de manejo del poder. Esto, dicho no por mí sino por su gente más cercana”. Y detalla algunos:

1.- El destape de los falsos positivos, caso calificado por los relatores de Naciones Unidas y el Departamento de Estado como “ejecuciones extrajudiciales cometidas por miembros de las fuerzas armadas pero como parte de una directriz de las instancias del poder”. La fiscalía ha estimado más de 2 mil casos en los que está comprometido el Ministerio de la Defensa (donde Santos era cabeza). El gobierno no tomó acción hasta que el expediente estuvo en la Corte Penal Internacional.

2.- La utilización de recursos públicos para favorecer a amigos del presidente con grandes subsidios del campo. Se creó un fondo de 500 mil millones de pesos para compensar a los agricultores que iban a ser afectados por el Tratado de Libre Comercio. El tratado se atrasó pero el fondo se repartió entre sus amigos.

3.- Servicios de inteligencia ligados a la presidencia fueron utilizados para dar información a los paramilitares con la misión de asesinar activistas de la oposición, entre ellos muchos sindicalistas.

4.- La Corte Suprema de Justicia reveló las ligas con el paramilitarismo en el Senado y señaló a todos los jefes de los partidos de la coalición de gobierno. Están en la cárcel acusados de asociación con los responsables de 37 mil asesinatos en 15 años de confrontación. Uribe desató una persecución contra los magistrados de la corte. Un grupo denominado La Oficina, ligado al paramilitarismo de Medellín, operó para conseguir testigos falsos para que el gobierno pueda denunciar a los magistrados. La fiscalía destapó el caso y entregó a la prensa los testimonios, las listas, todo.

5.- Los jefes paramilitares presos –entre ellos Mancuso y Castaño– revelan su intervención para favorecer el triunfo de Uribe en las elecciones de 2002.

6.- En la resolución del Congreso que permitió su relección de 2006, la mayoría de los votos fueron comprados.

7.- Apenas la semana pasada, por órdenes de la Fiscalía, fue allanada la casa presidencial. Se encontraron las pruebas de la infiltración del DAS, cómo espiaron a los magistrados, cómo persiguieron a sus familias para incriminarlos.

8.- Se están investigando las elecciones legislativas de marzo, ya que se sabe que en departamentos enteros los cárteles del narcotráfico compraron 80 por ciento de las mesas de votación.

Concluye González: “Este estilo mafioso de gobernar terminó por chocar con importantes grupos económicos, también conservadores, que ven en Uribe una competencia desleal en los negocios”.

Reprobado en derechos humanos

Uribe viaja por el mundo precedido de su prestigio como campeón del restablecimiento de la seguridad pública. Pero esto también tiene sus bemoles: “Si se compara 2002 con 2010 el saldo es positivo en temas de tasas de homicidio, secuestro, masacres. Pero al lado de esos indicadores hay otros. En ocho años de uribismo un promedio anual de 250 mil personas (la Iglesia dice que son 300 mil) han sido desplazadas principalmente en la zona Pacífico (Chocó, Cauca y Nariño) y en el sur (Cauca y Putumayo), donde hay una ofensiva de la gran minería trasnacional. Esto va acompañado de militarización.

“En el tema de persistencia de grupos armados, hubo un saldo positivo para el gobierno por lo menos hasta 2005. Las FARC fueron muy disminuidas en su capacidad de acción, diezmadas, golpeadas en su cúpula. Y los grandes grupos paramilitares con sus estructuras monstruosas fueron desmovilizados. Pero en los dos últimos años esto cambió. Hay una recomposición de estos grupos.Las FARC y el Ejército de Liberación Nacional se están rearmando en alianza con el narco. De los poderosísimos grupos paramilitares, al menos los cuatro grandes tienen presencia en 300 municipios de Colombia, en una cuarta parte del país. En la zona del Pacífico, Antioquia y Córdoba, y el Orinoco, actúan verdaderos ejércitos de mil 500 hombres comandados por los capos que nunca se desmovilizaron: Señor Cuchillo, Lococa, el Loco Barrera. Y que mantienen complicidades con el ejército, no los combate nadie, los dejan hacer”.

martes, 25 de mayo de 2010

Imperialismo: reforzamiento del militarismo yanqui en América Latina

“Insuficiente”, la atención a los derechos humanos: informe de tres organismos sobre la zona

La política de Obama hacia AL, igual a la republicana: “militarización”

Este año, 47% de los 3 mil mdd de ayuda a la región se destina a fuerzas castrenses: Wola

La respuesta al golpe en Honduras “atenúa” el entusiasmo latinoamericano hacia Washington

Dpa y Afp

Martes 25 de mayo de 2010, p. 20. Fuente: LA JORNADA

Washington, 24 de mayo. El gobierno del demócrata Barack Obama continúa con la “tendencia a la militarización” de la política de Estados Unidos hacia América Latina, sin distanciarse de la anterior administración republicana, y concede atención “insuficiente” a los derechos humanos, sostiene un informe sobre las relaciones hemisféricas dado a conocer hoy en Washington.

En el informe “Esperando el cambio: tendencias de la asistencia en seguridad de Estados Unidos para América Latina y el Caribe”, tres influyentes organizaciones estadunidenses especializadas en la región coinciden en que las “poco realistas” expectativas latinoamericanas de “reiniciar” las relaciones con Obama “se han atenuado bastante”, en buena parte por este proceso de militarización.

“Es decepcionante que el gobierno de Obama no haya adoptado acciones firmes e identificables para mejorar las relaciones con América Latina”, declararon la Oficina en Washington para América Latina (Wola), el Centro para Política Internacional (CIP) y el Latin America Working Group Education Fund.

“Este año, 47 por ciento de los tres mil millones de dólares de ayuda estadunidense a América Latina se destina a fuerzas militares o policiales”, lamentó Adam Isacson, directivo de Wola, en un comunicado. “Es la mayor proporción en una década y demuestra un enfoque desbalanceado”, agregó.

Especial “preocupación” en el área han suscitado los acuerdos militares que la administración Obama firmó con Colombia para el uso de siete bases militares, señalan los autores del informe.

“Colombia es el caso perfecto para evaluar si la administración de Obama, a diferencia de sus predecesores, defenderá los derechos humanos cuando sus aliados más cercanos cometen serios abusos”, sostienen.

Para los autores del informe, además “hay confusión y preocupación sobre por qué era necesario volver a establecer la Cuarta Flota”, en activo de nuevo desde 2008, así como con la Iniciativa Mérida con México, en la que, subrayan, “el Departamento de Estado no mostró mucho interés en la elaboración de un informe mínimamente objetivo sobre el cumplimiento de México de los requisitos de derechos humanos aplicables al paquete de asistencia militar” del plan.

También la “respuesta contradictoria” de Washington al golpe de Estado en Honduras ha sido un elemento que ha contribuido a “atenuar” el entusiasmo latinoamericano con el nuevo gobierno estadunidense, ya que “envió al resto del hemisferio la señal de que la nueva administración es ambivalente respecto de las violaciones al orden democrático y a las garantías individuales”.

“La política de derechos humanos de la administración Obama está desaparecida”, coincidió Lisa Haugaard, directora ejecutiva del Latin America Working Group Education Fund.

Pese a las críticas, las organizaciones sostienen que “todavía no es demasiado tarde” para que el gobierno de Obama “impulse un nuevo rumbo” en las relaciones con América Latina. Pero para lograrlo, Obama debe adoptar varias medidas: “demostrar que Estados Unidos se preocupa por la protección de los derechos humanos en los países percibidos como socios cercanos, como Colombia y México”, además de “asegurar” que “el principal actor y la principal voz en la política de Estados Unidos hacia la región es el Departamento de Estado y las embajadas, y no el Comando Sur”.

Las organizaciones reclaman además “centrar los esfuerzos antidrogas” dentro de Estados Unidos, además de “balancear” la ayuda “disminuyendo los gastos militares a favor de mayor asistencia a la salud, educación o ayuda en desastres naturales”, entre otros.

Demandan que Washington asigne un “generoso paquete asistencial de largo plazo” para la reconstrucción de Haití y que, en materia doméstica, “ponga la reforma migratoria de nuevo en la agenda”.

Los especialistas piden que Estados Unidos “mantenga suspendida la asistencia militar y condicione cualquier otra ayuda a Honduras hasta que se den verdaderos pasos para lograr justicia por los abusos en derechos humanos” y, finalmente, que permita el “libre intercambio de personas e ideas con Cuba”, considerando que “nada podría restablecer mejor las relaciones con toda la región como el fin total de las arcaicas restricciones sobre los viajes” a la isla.

El texto en español del informe completo, de 29 páginas, puede ser leído en Internet: http://cts.vresp.com/c/?WashingtonOfficeonLa/4bbdd440e0/08bb567d9f/b551928d3d

NOTA: SI NO FUNCIONA EL ENLACE, PUEDEN ACCEDER A TRAVÉS DEL SIGUIENTE LINK:

http://rapidshare.com/files/391578590/Esperando_el_cambio....pdf.html


viernes, 21 de mayo de 2010

Asesinato de lider triqui en San Juan Copala...

DENUNCIA DEL ASESINATO DEL LÍDER DEL MUNICIPIO AUTÓNOMO SAN JUAN COPALA

Fuente: Autonomía en Copala wordpress

Mayo 21, 2010


A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, ESTATALES, NACIONALES E INTERNACIONALES

A LA OTRA CAMPAÑA

A LAS ORGANIZACIONES DE DERECHOS HUMANOS,

NACIONALES E INTERNACIONALES

AL PUEBLO DE MÉXICO.

El Municipio Autónomo de San Juan Copala denunciamos enérgicamente El ASESINATO del principal líder de este municipio, el compañero Timoteo Alejandro Ramírez (de 44 años de edad) y su esposa Cleriberta Castro (de 35 años de edad). Los lamentables hechos ocurrieron en la comunidad de Yosoyuxi, perteneciente a este Municipio Autónomo. Según declaraciones de algunos testigos, un camión de tres toneladas sin ningún logo de identificación, que aparentemente repartía mercancía, se detuvo afuera de la tienda que los compañeros asesinados tenían en su domicilio. De dicho camión bajó un comando armado que ejecutó a las víctimas. Este comando estaba compuesto por cuatro personas NO triquis. El Municipio Autónomo responsabiliza al Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) del crimen.

El compañero Alejandro era el principal referente moral y líder de la comunidad triqui, un luchador incansable por el fortalecimiento de la Autonomía Indígena en la región y dirigente máximo del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI).

Este es un acto más de impunidad durante el gobierno de Ulises Ruiz Ortiz.

El Municipio Autónomo de San Juan Copala junto a las organizaciones abajo firmantes, exigimos JUSTICIA ante este nuevo atentado y un ALTO a la situación de violencia extrema que se vive en la zona.

¡Porque los derechos del pueblo Triqui no están bajo el control de ningún grupo paramilitar!

¡Porque la justicia y la paz solo se alcanzan construyendo desde abajo!

¡Democracia comunitaria!

MUNICIPIO AUTÓNOMO SAN JUAN COPALA

MOVIMIENTO AGRARIO INDÍGENA ZAPATISTA (MAIZ)

CENTRO DE DERECHOS HUMANOS MIGUEL AGUSTÍN PRO

FUNDACIÓN NACIONAL DE MUJERES POR LA SALUD COMUNITARIA A.C.

MOCRI-CNPA-MN

COLECTIVO CONTRA LA TORTURA Y LA IMPUNIDAD (CCTI)

TALLER INTEGRAL ARQUITECT@Z

CASA DE ONDAS

UNIDAD Y JUSTICIA POR LA LIBERTAD DE LOS PRESOS DE ATENCO

CIARENA -AC

JOVENES EN RESISTENCIA ALTERNATIVA (JRA)

ALIANZA DE MUJERES INDÍGENAS DE CENTROAMÉRICA Y MEXICO

FORO PERMANENTE POR LA COMISIÓN DE LA VERDAD

REPRESENTACIÓN SINDICAL DEL SME

GRUPO MARXISTA REVOLUCIONARIO, SME

GRUPO DE ACCIÓN POR LIBERTAD PARA COPALA

ALIANZA MEXICANA POR LA AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS (AMAP)

FOODFIRST INTERNACIONAL ACTION NETWORD FIAN, SECCIÓN MEXICO

COMUNIDADES CAMPESINAS Y URBANAS SOLID

Matan al líder triqui Timoteo Alejandro Ramírez; culpan a miembros del MULT

Matilde Pérez, Octavio Vélez y Agustín Galo

Reportera y corresponsales

Viernes 21 de mayo de 2010, p. 13

La tarde de ayer, cuatro hombres que se hicieron pasar por vendedores de maíz asesinaron a Timoteo Alejandro Ramírez, líder del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), y a su esposa, Cleriberta Castro, entre las 17 y las 17:30 horas en su casa, en Yosoyuxi, en la región triqui, Oaxaca.

Jorge Albino, representante de la Comisión de Derechos Humanos del municipio autónomo de San Juan Copala, informó que los atacantes fueron identificados por habitantes de la región como integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT). A la misma hora también un comando armado realizó disparos en las inmediaciones del municipio autónomo de San Juan Copala, señaló.

Al parecer, agregó, se trató de una acción concertada para mantener el pánico entre los defensores del municipio autónomo. Esta agresión no detendrá la caravana de paz y ayuda programada para el 8 de junio, advirtió.

Alejandro Ramírez fue fundador del MULT, organización de la que en 2006 varios integrantes se separaron para fundar el MULTI, del que el asesinado era líder moral, así como uno de los impulsores del municipio autónomo de San Juan Copala.

Sufrió dos atentados en los primeros meses de 2006. En el primer ataque fue asesinado su hijo Misael Alejandro, y en el segundo, el suplente de la agencia de Yosoyuxi.

El 7 de julio de 2006, el MULT acusó a Timoteo Alejandro de haber violado a una niña de 14 años. Un año después, el 5 de julio, desaparecieron las hermanas Virginia y Daniela Ortiz Ramírez, de 20 y 14 años, respectivamente. Emelia Ortiz, prima hermana de las desaparecidas, acusó a Timoteo Alejandro de dicho delito, señalamiento que no ha sido comprobado.

En la capital de Oaxaca, fuentes de la Secretaría de Gobierno, a cargo de Evencio Nicolás Martínez Ramírez, informaron a La Jornada que la procuradora María de la Luz Candelaria Chiñas movilizó a un equipo de investigadores al lugar del asesinato.

La versión fue confirmada por el subprocurador para la región triqui, con sede en Huajuapan de León, Wilfrido Almaraz, quien dijo haber recibido la orden de enviar peritos y médicos forenses a Yosoyuxi.

VIDEOREPORTAJE "COPALA, ZONA DE GUERRA", DE LA REVISTA CONTRALÍNEA

http://contralinea.info/video/2010/copala/

ENTREVISTA CON JORGE ALBINO, VOCERO DEL MUNICIPIO AUTÓNOMO SAN JUAN COPALA

http://www.mvsnoticias.com/Jorge-Albino-en-la-Primera-Emision.html

ENTREVISTA CON JAQUELINE SAENZ DEL CENTRO MIGUEL AGUSTÍN PRO JUÁREZ

http://www.mvsnoticias.com/Jacqueline-Saenz-en-la-Segunda-Emision.html

SOBRE EL CONTEXTO DE LA AGRESIÓN AL PROCESO DE AUTONOMÍA, VARIAS ENTREVISTAS

http://javiersolorzano.radiotrece.com.mx/?s=copala

martes, 18 de mayo de 2010

"No me voy a ir de aquí, porque éste es mi pueblo..."

COPALA, ZONA DE GUERRA

Zósimo Camacho y Miguel Badillo / Julio César Hernández, fotos / enviados

Revista Contralínea No. 182

Fotos: Contralínea

http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2010/05/16/copala-zona-de-guerra/

Desde hace más de seis meses, una ciudad es asediada por paramilitares en Oaxaca: San Juan Copala. Las indiscriminadas ráfagas de AK-47 contra el principal centro político y ceremonial de la cultura triqui se mantienen a todas horas. Las emboscadas contra los pobladores que se atreven a salir de sus casas suceden casi a diario. Más de 30 muertos y centenas de heridos ha dejado el sitio a una población que resiste una guerra. La orden de los grupos armados es no dejar salir ni entrar a nadie: que los triquis que optaron por la autonomía se rindan por balas y por ausencia de alimentos y medicinas. Antes de la llegada de los paramilitares, el Ejército y las policías abandonaron sus cuarteles

San Juan Copala, Oaxaca. Calles desoladas donde deambulan pollos y perros famélicos; ventanas reventadas por las balas; paredes y techos descarapelados por los impactos de fusiles de asalto AK-47, R-15 y M-16 es el panorama de un amanecer en esta cabecera de la “nación triqui”, cuyos pobladores, apoyados por los de 10 comunidades más, instauraron como Municipio Autónomo el 20 de enero de 2007.

No hay calle que no se encuentre a tiro de los paramilitares, apostados en los cerros circundantes y, principalmente, en el barrio vecino de La Sabana y en los cuarteles del Ejército y de las policías municipal y estatal, abandonados desde el año pasado por las “fuerzas del orden”. Las balaceras a las que está sometida una población de más de 700 habitantes (y que antes de que iniciaran los ataques era de más de 1 mil 200) nunca terminan. Día, tarde y noche, los grupos armados disparan contra el edificio de la presidencia municipal, donde se encuentran el presidente autónomo entrante, Jesús Martínez Flores, y el saliente, José Ramírez, con una secretaria y un par de ayudantes.

Los disparos también se dirigen contra la iglesia, las escuelas, las casas habitación y contra la oficina de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, dependencia federal abandonada por el grupo de funcionarios que encabezaba el ingeniero Anastasio Villarreal Díaz, apenas iniciado el asedio paramilitar. Sin buscar demasiado, en cada calle se pueden observar decenas de cartuchos percutidos.

Todo hombre que sale de su casa es objetivo de los grupos armados de la Unidad para el Bienestar de la Región Triqui (Ubisort) y, aseguran los habitantes de Copala, de los del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), provenientes de la también vecina comunidad El Rastrojo.

Puertas cerradas, ventanas clausuradas, polvo acumulado en las calles que nadie barre y por donde nadie camina. Y los ojos asombrados de quienes por alguna rendija se asoman para observar a una abuela osada que recorre la calle principal de esta población: Lázaro Cárdenas.

El 28 de noviembre pasado comenzó el asedio de la Ubisort, afiliada al Partido Revolucionario Institucional (PRI), organización que encabeza Rufino Juárez Hernández, discípulo del actual secretario de Gobierno de Ulises Ruiz, Evencio Nicolás Martínez. Las acciones armadas del grupo estarían a cargo de Antonio Cruz García, Toño Pájaro, y Anastasio Juárez Hernández, hermano de Rufino, acusan los pobladores de Copala.


Las descargas siguen inquietando a hombres y mujeres. Los sobresaltos son comunes en estas familias que escuchan las detonaciones y los impactos en las paredes o en los techos de sus casas. El derroche de recursos de los grupos armados es incalculable: las balaceras son permanentes y cada descarga, de 25 balas, de AK-47, cuesta alrededor de 1 mil pesos.

Desde hace seis meses, los paramilitares cortaron los cables de la energía eléctrica, los de las líneas telefónicas y los ductos del agua potable. Los niños, a oscuras, silentes y temerosos se van a la cama o al petate después de haber rezado en sus casas a Tatachú, un Cristo sangrante, santo patrono del pueblo. En ellos recaen muchas de las actividades que normalmente harían sus padres: salir a buscar alimento, acarrear cubetas con agua del río, enviar recados y caminar presurosos por las calles más peligrosas, las de la plaza principal.

—Sí me da miedo; pero yo no me voy a ir de aquí, porque éste es mi pueblo -dice, sin titubeos, Leticia Velasco Aguilera. Huipil a las pantorrillas, descalza y cabello recogido, la niña concluye: “Hay fuerza”.

Su dieta, como la de todas las familias simpatizantes del Municipio Autónomo, se reduce desde hace seis meses a tortillas tostadas de maíz, salsa de chile con agua y, a veces, frijoles.

Por algunas horas al día, los paramilitares permiten a las mujeres caminar ciertas calles. Aun así, los disparos se siguen escuchando. Si algún hombre se aventura a salir, debe cuidarse de los cuatro puntos cardinales, correr agachado cada que atraviesa una calle, buscar callejones y recodos en las paredes: está siendo cazado.

El párroco Rogelio Barragán, los médicos y casi todos los maestros abandonaron iglesia, centro de salud, dispensario y escuelas. La única institución educativa que se mantiene en funciones es la escuela albergue a cargo de la congregación de monjas diocesanas, cuya sede se encuentra en la ciudad de Huajuapan de León. Desde hace seis meses, los 55 niños, de entre seis y 16 años, no han podido salir ni ser visitados por sus padres. Las monjas se encargan de la manutención.

Se trata de entre ocho y 10 religiosas, cuya encargada es la madre María del Carmen Lucero Rosario. Son las únicas personas que pueden ingresar y dejar San Juan Copala en automóvil. Los lugareños consideran que ellas se convertirán en blanco de los paramilitares si entablan algún tipo de comunicación con los simpatizantes del Municipio Autónomo. Por eso, las religiosas no se relacionan con nadie.

Los demás niños de la comunidad no asisten a la escuela. Se trata de 150 alumnos de primaria y 110 de secundaria.

—Aquí lo único que se puede hacer ahora es sacar tu cara por la ventana, regresar al cuarto y volver a sacar tu cara por la ventana –dice el profesor Gregorio Chávez Jiménez, responsable de la Escuela Albergue de San Juan Copala.

Desde una casa permanentemente asediada por francotiradores, Julián González Domínguez, suplente del presidente municipal autónomo, explica que el objetivo de los grupos armados es que se retiren todas las personas de esta comunidad y se queden únicamente los priistas que, además, son minoría.

—Y cómo van a dejar las mujeres y las familias sus casas, su mercado, su plaza.


A decir del líder triqui, de 52 años de edad, la Ubisort y el MULT cuentan con el apoyo del gobierno estatal de Ulises Ruiz.

—El gobierno está con ellos. Cómo que tenemos tantos meses así y nadie de la policía viene. Ya vieron que no hay luz ni agua y que están balaceando todo el tiempo. Nadie sale. Pero gobierno no hace nada. Y de dónde sacan ellos armas y balas.

Desde finales de la década de 1990, las comunidades de Yosoyuxi y San Juan Copala encabezaron un movimiento crítico al interior del MULT, que culminó en 2006 con la fundación del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui-Independiente (MULTI). La nueva organización impulsó la creación del “Municipio Autónomo”, que cautivó a integrantes del propio MULT, pero también de la Ubisort. Comunidades enteras abandonaron sus antiguas organizaciones y se afiliaron al proyecto autonómico.

“El discurso ideológico sí existe; pero está subordinado a los clanes. Si un padre de familia acuerda integrase a una organización, lo hace con las familias de sus hijos; e, incluso de sus hermanos. Por eso, poblaciones enteras se adhieren a uno u otro movimiento”, explica Francisco López Bárcenas, abogado, maestro en desarrollo rural y autor del libro San Juan Copala: dominación política y resistencia popular.

Timoteo Alejandro, considerado el “líder natural” del MULTI y, desde Yosoyuxi, principal sostén del Municipio Autónomo fuera de la cabecera de San Juan Copala, explica que las diferencias con el MULT comenzaron cuando las comunidades pidieron cuentas de la utilización de los recursos de los ramos 28 y 33 del Presupuesto de Egresos de la Federación a los líderes Heriberto Pazos Ortiz y Rufino Merino Salazar.

—Cuando estábamos con ellos, nunca supimos nada de ese dinero. Y ni obras ni nada se hacían aquí. Hasta la fecha, las comunidades del MULT siguen sin nada; son las más pobres. Y mientras, los líderes son ricos y ni viven en la región triqui; viven en residencias de lujo en Oaxaca.

De 44 años, complexión delgada, mirada taciturna, huaraches y camisa remangada, don Timo, como le dicen sus paisanos, muestra con orgullo las dos canchas de basquetbol, los 500 metros de cemento del camino principal y las obras en construcción: una bodega y una nueva aula para la escuela. Dice que Yosoyuxi recibe ahora anualmente 80 mil pesos del ramo 28 y 2 millones del ramo 33.

Durante casi dos años, el Municipio Autónomo vivió en paz. El conflicto inició cuando la Ubisort logró reactivar sus grupos armados. Para ello, habría regresado de Estados Unidos Toño Pájaro, a quienes los habitantes de San Juan Copala señalan como quien se encarga de reclutar y entrenar paramilitares. El 28 de noviembre de 2009 se le impidió el paso a una caravana de campesinos del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de San Salvador Atenco, que iba a solidarizarse con las autoridades del Municipio Autónomo. Los habitantes de La Sabana bloquearon la carretera mientras un grupo armado desataba una balacera en el centro de Copala.

El 8 de diciembre, una columna armada de la Ubisort tomó el Palacio Municipal. Declaró que no había Municipio Autónomo, sino “agencia municipal” y colocó en el puesto a Anastasio Juárez Hernández. El 10 de marzo de 2010, los simpatizantes de la autonomía retomaron el palacio mediante una concentración masiva de mujeres y niños, según el vocero del Municipio Autónomo Jorge Albino.

Rosa Martínez, de alrededor de 70 años, estuvo ahí. Recibió un balazo de AK-47 que le atravesó el pie derecho. Nunca pudo reponerse del todo y camina con dificultad. La herida aún no cicatriza.

—Llegamos mujeres y niños porque habíamos hecho asamblea. Entramos y los sacamos; pero uno disparó –dice, evasiva. No quiere recordar el hecho.

La mayoría de los hombres involucrados en la organización del Municipio Autónomo ha sido emboscada. Algunos han resultado heridos; otros, muertos y otros han perdido a un hermano, un hijo, una pareja. No hay uno solo que no haya sido afectado por un grupo paramilitar.

De 25 años de edad y bigote ralo, Albino muestra las cicatrices de una emboscada: siete balas de fusil de asalto automático AK-47 que se impactaron contra su cuerpo. Una de ellas permanece muy cerca de su columna vertebral. La emboscada ocurrió el 11 de mayo de 2006, en los albores de la constitución del Municipio Autónomo y cuando el iniciado activista contaba con 21 años de edad. Venía de la ciudad de Juxtlahuaca cuando fue emboscada la camioneta en que viajaba junto con otras dos personas: Adrián y Francisco Bautista. Adrián murió; Francisco salió ileso.

A decir de los simpatizantes de la autonomía, los sicarios buscaban a Timoteo Alejandro Ramírez, responsable de la comunidad de Yosoyuxi ante el Municipio Autónomo, o “líder natural”, como le llaman en esa localidad. No lo encontraron; pero un par de meses después le hicieron una herida que aún le hace derramar lágrimas: su hijo primogénito, de 19 años, también nombrado Timoteo Alejandro, fue muerto en una emboscada en el paraje Cieneguilla, cerca de Copala. “Por eso debemos tener muchos hijos; si nos matan a unos, no nos quedamos sin nada”, comenta.

En noviembre de 2009, Gregorio Chávez, de 23 años, hijo de Gregorio Chávez Jiménez, responsable de la Escuela Albergue de San Juan Copala, fue baleado en el centro de esa población. “Qué bueno que (las emboscadas) fueran (con armas) de (calibre) 22; pero usan puro R-15 y cuerno de chivo”, dice el padre de una familia de 11 hijos. “Dos días que tuve a mi hijo en el hospital me costaron más de 20 mil pesos”, agrega.

Jorge Albino insiste en que los ataques no sólo provienen de grupos armados de la Ubisort, sino también del MULT.

—De hecho, ellos son más peligrosos porque saben hacer política. Si no estamos de acuerdo con ellos, ni nos amenazan; sólo nos emboscan y nos matan. Y hasta tienen discurso de izquierda y son adherentes a La Otra Campaña (como también lo es el MULTI).

La principal preocupación de la abuela Macaria Merino Martínez, de 80 años de edad, es que muera sin que haya quien la sepulte y le rece. Está sola en ésta, su comunidad de San Juan Copala, o, como ella le dice, Chuma’a, el pueblo de todos los triquis.

—No tengo hambre; pero me trago la tortilla a fuerzas; no hay dinero para velas ni flores, ni caja de muerto… Y quién me va a llevar al panteón. No me puedo morir ahorita.


Cabeza blanca, huipil con listones a la espalda y sandalias negras, termina por compadecerse de Tatachú, el protector de los triquis.

—Los santos también tienen hambre, pues no hay quien les ponga veladora ni les lleve flores. Ellos se alimentan de eso. Tatachú también está sufriendo como triqui. Cuánto tendrá que pagar la Ubisort por eso…

El profesor jubilado Miguel Ángel Velasco, indígena triqui de 52 años de edad y originario de esta población, va de la tensión a la tristeza y luego a la determinación: “Voy a resistir; mejor me muero en la puerta de mi casa que fuera de mi pueblo”.

Desde que inició el sitio de San Juan Copala, todo ingreso o salida se realiza por el monte de esta Sierra Triqui. Selváticos, con platanares y enredaderas en las partes bajas, en las altas los cerros se convierten en fríos bosques de ocotes y encinos. Cañadas y laderas donde continuamente se realizan emboscadas son atravesadas en completa oscuridad por hombres y mujeres, que lo mismo huyen de esta población o resisten el asedio.

Una vez que se ha salido o ingresado de San Juan Copala, las descargas de los francotiradores arrecian en todas direcciones, principalmente hacia donde se escucha ladrar a los perros. Los paramilitares no escatiman balas.

lunes, 17 de mayo de 2010

Jornadas contra la desparición forzada

JORNADA NACIONAL CONTRA LA DESAPARICION FORZADA EN MÉXICO.
A TRES AÑOS DE LA DETENCIÓN-DESAPARICION FORZADA DE
EDMUNDO REYES AMAYA Y GABRIEL ALBERTO CRUZ SANCHEZ.

En el marco de la Semana Internacional del Detenido - Desaparecido, la Comisión de Mediación y Organizaciones sociales, de familiares y de derechos humanos convocan a esta jornada contra la Desaparición Forzada que se llevará a cabo en la ciudad de México, bajo el siguiente programa

Lunes 24 de Mayo del 2010.
FORO. LA DESAPARICION FORZADA EN MEXICO: CASO EDMUNDO REYES AMAYA Y GABRIEL ALBERTO CRUZ SANCHEZ
INVITA LA COMISIÓN DE MEDIACIÓN

Lugar: SERAPAZ. Patricio Sanz número 449. Colonia del Valle (entre Luz Aviñon y Romero de Terreros) a tres cuadras de la estación del metrobus Poliforum.

10:00 hrs. Registro de asistentes

10:30 GUERRA SUCIA Y MILITARIZACIÓN EN MÉXICO
Ponentes: Carlos Fazio (periodista, y analista internacional del diario La Jornada)
Dolores González y Gilberto López y Rivas (integrantes de la Comed).
Modera: Jorge Fernández (comed)

11:30 DESAPARICIÓN FORZADA: CASO EDMUNDO REYES AMAYA Y GABRIEL ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ.
Ponente: Enrique González Ruíz (integrante de la Comisión de Mediación entre el Gobierno y el EPR)
Modera: Juan de Dios Hernández Monge

12:30 MECANISMOS DE RESPUESTA JURIDICA ANTE LAS DESAPARICIONES FORZADAS EN EL MARCO NACIONAL E INTERNACIONAL.
Ponentes: Pilar Noriega (abogada), Yéssica Sánchez Maya (Abogada, Defensora de Derechos Humanos) y Alberto Brunori (representante en México de la Oficina de la Alta comisionada de Naciones Unidas).
Modera: Pablo Romo (comed)

13:30 DECLARACION POLITICA
Rosario Ibarra de Piedra (por confirmar)
HOMENAJE A CARLOS MONTEMAYOR
Miguel Ángel Granados Chapa (periodista e integrante de la Comed)
Modera: Miguel Álvarez Gándara (comed)

Martes 25 de Mayo del 2010

“ENCUENTRO CONTRA LA DESAPARICION FORZADA EN MEXICO”
INVITAN: COMITÉ HASTA ENCONTRARLOS Y COMITÉ CEREZO - MÉXICO

Lugar: Club de Periodistas
9:30 Registro

10:00 INTRODUCCIÓN GENERAL: Nadín Reyes Maldonado (Comité “hasta encontrarlos”)

10:30 LA LUCHA DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES Y DE FAMILIARES CONTRA LAS DESAPARICIONES FORZADAS.
Acciones y Estrategias de las diferentes organizaciones participantes (tiempo de intervención 10 minutos por organización)
Modera: Comité Cerezo – México

12:00 IMPACTO PSICOSOCIAL DE LA DESAPARICION FORZADA
Ponentes: Clemencia Correa (posgrado de Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México) y Ximena Antillón( Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C)
Modera: Margarita Cruz Sánchez (Comité “Hasta Encontrarlos”)

12:30 PROPUESTAS Y ACUERDOS
Modera: Daniel Rodríguez (Comité Eureka)

14:00 DECLARACIÓN POLÍTICA

Al término del encuentro, el Comité de Familiares de Detenidos - Desaparecidos “Hasta Encontrarlos” convoca:

Acto político frente a la SEDENA
(En las instalaciones del Campo Militar Número Uno. Puerta número 8)

jueves, 13 de mayo de 2010

San Juan Copala: Sobrevivir a la emboscada

Sobrevivir a la emboscada
Autora: Érika Ramírez
Fuente: Revista Contralínea
Foto: Contralínea (lider de UBISORT)

Un grupo de más de 20 hombres con armas largas se desgajó de uno de los cerros. Emboscó a la caravana de paz que se dirigía a San Juan Copala. Las balas de AK-47 o cuerno de chivo entraron por decenas en cada automóvil. Mataron a dos personas e hirieron a casi una decena. Dos periodistas de Contralínea se encontraban en el lugar para documentar la conflictiva situación de la región triqui. Los reporteros se convirtieron en víctimas y en presa de la organización paramilitar que mantiene cercado al municipio autónomo. Fueron casi tres días de huir por la montaña y sobrevivir hasta el rescate

La Sabana, Oaxaca. “¡No me quiero morir!”, grité con desesperación cuando la primera ráfaga de plomo traspasó el auto donde viajaba con mi compañero fotógrafo David Cilia.

Habíamos ingresado a la zona triqui dominada por la organización Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort). Un disparo al aire precedió al ataque.

Minutos antes, alrededor de las 14:30 horas, todo transcurría con normalidad en esta comunidad indígena: los niños, en la escuela; mujeres cargando víveres rumbo a sus casas; hombres caminando las veredas del monte. Una nube de humo blanco llenó el ambiente de olores fétidos, parecía que quemaban el cuerpo de algún animal. Olía a muerte.

La caravana de paz, que acompañábamos como periodistas, arribaba a la zona. El objetivo de los organizadores: llevar “apoyo activo a la organización del municipio autónomo de San Juan Copala y su lucha por unir al pueblo triqui, así como contribuir a detener cualquier tipo de agresión contra la comunidad”; también llevaban alimentos y agua.

Los maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación pretendían entablar un diálogo que les permitiera regresar a las aulas, de las que fueron “expulsados” por los paramilitares desde enero pasado.

Nosotros acudíamos a documentar el estado de sitio y la violencia en que sobreviven las personas del municipio. Además, pretendíamos recuperar las historias de vida de las locutoras asesinadas en 2008, Teresa Bautista y Felícitas Martínez. El mismo 27 de abril habían secuestrado a dos adolescentes en la zona.

La emboscada


Una hilera de piedras, colocadas sobre el camino terregoso en el paraje Los Pinos, comunidad La Sabana, detuvo la marcha de la camioneta blanca al frente del contingente.

En el vehículo tipo Van, viajaban unas 12 personas. Como copilotos, Alberta Cariño Trujillo, directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus), y Jiry Jaakkola, observador de derechos humanos de origen finlandés, hoy asesinados.

El cofre de la camioneta portaba una manta blanca que decía: “Prensa y Caravana de Observación”. Enseguida viajábamos David Cilia y yo en un auto Dodge, Attitude, rentado la tarde anterior.

Nos seguía una camioneta negra Ford, modelo Explorer, abordada por maestros y los activistas David Venegas y Noé Bautista, integrantes de la organización social Voces Oaxaqueñas Construyendo Autonomía y Libertad, (VOCAL).

Un estruendo a lo lejos puso en alerta a David Cilia, quien de inmediato gritó: “Están disparando”.

“No es cierto”, dije, todavía incrédula. Alcé la mirada y cerré el libro que leía. Busqué en el monte que teníamos frente a nosotros. Una veintena de gatilleros portaban armas largas, bajaban corriendo del cerro. Nos disparaban.

Las balas entraron en cuestión de segundos por el parabrisas; perforaron las puertas. Los impactos nos hicieron reaccionar de inmediato.

Me tiré al piso del carro, traté de cubrirme con el tablero. David se abalanzó sobre mí para protegerme. Entonces le hirieron su pierna y su costado izquierdo.

—¡Ya me dieron!” –gritó.

Herido, trató de echar a andar el auto en reversa para escapar. Éste colisionó con la Ford Explorer negra que se había paralizado detrás de nuestro vehículo, con placas de Quintana Roo.

Cilia volvió a caer sobre mí. “Vámonos”, me dijo. “¡Salte, salte!”, ordenó. Intenté abrir la puerta del lugar del copiloto en donde viajaba. El seguro se atoró. Quedamos atrapados por unos instantes mientras la ráfaga de plomo continuaba sobre nosotros.

Nuevamente mi compañero se alzó un poco para desactivar el seguro de las puertas, desde el lugar del conductor. Los tres impactos de bala lo desangraban.

La puerta del Dodge azul se abrió; me tiré al piso inmediatamente, justo a la altura del auto. David saltó hacia los matorrales. Me vigilaba. La lluvia de proyectiles seguía. Éstos pasaban cerca de nosotros, cortaban el aire, la respiración.

No paraban, cada vez se oían más cerca. Recordé las declaraciones de Rufino Juárez, dirigente de la Ubisort, a los medios unos días antes: que “bajo ninguna circunstancia permitirían la entrada de ninguna caravana”.

La huida

Paralizada, tirada en el piso, boca abajo, abrazaba la mochila de tela en la que siempre cargo libretas, bolígrafos, una grabadora, un frasco de vitaminas, un estuche de lentes y artículos para sostener el cabello. En soliloquio repetía: “No me quiero morir, no me quiero morir”. Lloraba.

“¡Quítate de ahí, te van a atropellar!”, me advertía David Cilia, quien, resguardado desde una cuneta, me vigilaba. La camioneta tipo Van intentaba, nuevamente, escapar. Chocó contra nuestro auto, lo movió. Yo seguía debajo de él.

Rodé un par de metros por el camino terregoso; alcancé a David, quien estiraba su mano para auxiliarme. “¡Ahora corre!”, ordenó.

“En pocos minutos, yo ya no podré hacerlo”, me dijo, al momento que levantaba su pantalón, ya cubierto de sangre. Una ojiva había entrado y salido de su pierna izquierda. El hueso de su espinilla estaba expuesto.

Corrimos juntos. Una diadema de estambre azul se convirtió en torniquete para cortar el sangrando.

El tiroteo seguía. Bajamos por la pendiente del cerro, en dirección recta. Nos arrastramos, rodamos, deslizamos entre matorrales espinosos. Coincidimos con dos jóvenes que huían en la misma dirección que nosotros: David Venegas y Noé Bautista, este último también iba herido de bala. Una había atravesado su brazo; otra, su nalga derecha.

Descalzo, Noé auxilió a Cilia; lo cargó. Sus zapatos se habían atorado con el tablero de la Ford Explorer al momento de escapar. Con muchos esfuerzos, y casi sin aliento, llegamos al límite de nuestro recorrido: un río que dividía al monte. La boca seca, sangre e incertidumbre entre nosotros.

Ahí nos refugiamos entre enormes piedras de río. El desasosiego nos invadía. Nos preguntábamos quién además de nosotros había podido librar el ataque, quién había quedado tirado, muerto.

Las hipótesis eran terribles. Creíamos que llegarían hasta nosotros para ejecutarnos; que los que no habían podido escapar eran ejecutados. Los disparos se seguían escuchando, ahora de uno en uno. Cilia comenzó a sentir dolor en la pierna y debíamos salir de ahí.

Auxilio sin respuesta

Habían pasado unos 10 minutos desde el inicio del ataque. Cesó. David Venegas se aventuró a subir en busca de sobrevivientes, iniciaron entonces otra vez las detonaciones. Lo imaginamos muerto.

Permanecíamos en nuestro primer refugio. Bebimos agua del río y limpiamos un poco la sangre que escurría de los cuerpos de Noé y David.

Una libreta negra Moleskine se convertía en bitácora de la embestida. Si algo nos pasaba y llegaba a las autoridades, sabrían cómo ocurrió todo.

Venegas regresó pálido, sin respiración: había sorteado la ráfaga de plomo que le tiraron cuando trataba de acercarse a los automóviles embestidos.

—Oí el quejido de una mujer –nos dijo–. No sé quién haya quedado vivo. No vi a nadie.

El activista prendió un radio transmisor, lanzó la señal de auxilio.

La respuesta fue corta: “Resistan, vamos por ustedes”. Luego, conversaciones en lengua triqui nos impedían saber más. Pensamos que los gatilleros sabían nuestro paradero.

El joven de VOCAL recomendó salir de ahí: “Si nos buscan, nos encontrarán pronto”, advirtió. La Moleskine ya tenía los primeros detalles de la embestida. También pequeños mensajes de despedida para Yamilé, hija de David Cilia, y para Emiliano, mi pequeño.
Bouchers de banco se convirtieron en nuestra identificación; nombre y teléfonos particulares fueron anotados y depositados en los bolsillos de nuestro pantalón. Esperábamos lo peor.

Venegas encabezó la búsqueda de un nuevo refugio: caminó sobre el río. Los disparos se escuchaban interrumpidamente. Luego pararon. Trepó el monte, volvió a desaparecer.

Noé y yo caminábamos en el sentido en que fluía el agua del río. Cilia montaba el cuerpo del joven oaxaqueño. No podíamos parar, tampoco hacer mucho ruido: no llorar ni gritar en caso de escuchar nuevas detonaciones. Ése fue el acuerdo. Avanzamos cautelosos.

La hojarasca nos delataba, y las piedras de río no eran amables con nuestro andar: filosas, resbaladizas. Habían transcurrido un par de horas.

Las aves que saltaban sobre las copas de los árboles activaban nuestro sistema de alerta: parábamos intentando saber si se trataba de los gatilleros que venían en nuestra búsqueda.

Venegas regresó. Encontró un brazo de río seco. Ahí esperaríamos nuestro rescate o muerte. Eran las únicas dos posibilidades en nuestra vida.

60 horas de infierno

Bebimos el último trago de agua de ese día. Trepamos unos metros por el cerro. Los jóvenes de VOCAL se turnaban para cargar a Cilia; él hacía todo su esfuerzo por no dejar caer todo su peso sobre ellos. Yo los seguía.

Dejamos atrás la corriente de agua. Dieron las 18:15 horas. Volvíamos a tomar nota en la Moleskine. Nadie llegaba al lugar en el que habían asaltado a tiros a una caravana de paz.

Saqué la grabadora de reportero de la mochila de tela. Había que dejar testimonios de que libramos la muerte por todos los medios posibles. Noé comenzó a filmar con el celular que cargaba en el bolsillo de su pantalón.

Dimos pequeños detalles de nuestra situación. Todo era registrado en voz baja, no podíamos exponernos más. Los compañeros mostraban sus heridas. Yo, ilesa, sentenciaba que si algo más nos ocurría, sería culpa de las autoridades que no acudían en nuestro auxilio. En tanto, la sangre coagulada de los heridos se convertía en festín de los insectos.

La noche caía. El zumbido de los animales se agudizaba. Luciérnagas a nuestro alrededor. Los rayos de luz se despedían entre los árboles. La oscuridad dominó.

Regresó el estallido de las armas de fuego. Retumbaban nuestros oídos; algo ocurría muy cerca de nosotros. Silenciosos, nos colocábamos en posición fetal entre las piedras. No teníamos otra opción que esperar.

Incertidumbre

Las lajas húmedas nos hacían titiritar de frío; los cuatro que llegamos al brazo de río vestíamos playeras ligeras y pantalones de mezclilla. Animales rastreros se subían por nuestros cuerpos, se agazapaban en nuestra piel, nos llenaban de ronchas.

Cada movimiento extraño nos sobresaltaba. La naturaleza nos traicionaba y nos hacía alucinar cuerpos en movimiento entre los matorrales, luces, pasos, voces.

Nadie debía dejarse vencer por el sueño, era el siguiente acuerdo. Las vitaminas salieron de la mochila de tela, quizá nos servirían de algo para resistir, pensé. Cada uno de nosotros tragó una con su propia saliva.

Un ejemplar del periódico El Gráfico de Oaxaca servía para proteger nuestras espaldas; las hojas de papel bond que contenían el proyecto periodístico sirvieron para recubrir un poco nuestros pechos. La mochila de tela fue el respaldo de David Cilia, quien era el más delicado.

Creíamos que el amanecer traería buenas noticias: nuestro rescate. No fue así.

28 de abril

La mañana del día siguiente llegó sin nada que nos alentara. La amenaza seguía; toda la madrugada escuchamos detonaciones. No sabíamos si la noticia de la emboscada ya había llegado a nuestra redacción, a nuestras familias, a nuestra gente.

Cada minuto que pasaba era eterno. Contamos 18 horas desde el ataque, luego 24, 48, y nada. Ni una torreta de patrulla ni un altavoz voceando nuestros nombres, ni motores encendidos. Creíamos que alguien tendría que recoger los cuerpos de los caídos en la emboscada, de los heridos, que ese sería el momento de nuestro rescate. Comenzó la desesperación, la desolación.

No habíamos ingerido un solo alimento y tampoco nos atrevíamos a bajar al río para calmar nuestra sed. Sí, teníamos miedo.

Ese día Venegas salió del refugio en busca de un camino. Se despidió de su compañero de VOCAL; le aseguró que regresaría. Pararon varias horas. Noé, Cilia y yo sólo nos mirábamos las caras, desencajados, desalentados.

Platicábamos en voz baja de nuestras vidas, de los problemas sociales de Oaxaca, de nuestros hijos y familia. De por qué debíamos resistir. El joven de VOCAL regresó. Juntó unos frutos diminutos, silvestres, unos cinco para cada uno. Fue nuestro único alimento. El frasco de vitaminas sirvió para subir un poco de agua para David Cilia, el resto de nosotros había bajado al río con toda cautela.

Una vez que bebimos un poco de agua y tragamos los frutos, escuchamos la propuesta que había planeado Venegas para salir y, quizá, encontrar la carretera que lleva al distrito de Juxtlahuaca.

Expuesto el plan, propusieron que saliéramos los cuatro juntos. Había que atravesar dos cerros, trepar. Se ofrecieron para cargar a Cilia.

David, mi compañero, se negó. Argumentó que sólo entorpecería la huida, arriesgaría más nuestras vidas: se sentía débil. Dudaba en apoyar la pierna herida.

—Vete con ellos. Tienes más posibilidades de salir y pedir auxilio, yo espero aquí. Si nada pasa antes de las tres de la tarde de mañana, me entrego a la comunidad. Ya veré cómo le hago –me dijo.

Mi respuesta fue un rotundo no. Habíamos llegado juntos, juntos saldríamos. No podía abandonar a mi compañero, quien me cubrió con su cuerpo a la hora del ataque.

Noé y Venegas saldrían por la madrugada, a las cuatro de la mañana. Si llegaban a algún lugar, tenían la misión de mostrar el video grabado, contactar con nuestros compañeros de la revista y decir que estábamos vivos. Fue la promesa.

29 de abril

La madrugada de ese día fue más larga que la anterior, el frío nos acicalaba el cuerpo. Decidimos salir del brazo de río y recostarnos sobre la tierra seca, dormitamos por lapsos cortos. Uno vigilaba mientras el resto trataba de reparar el sueño. Ya no resistíamos.

Pasaron 40 horas después del ataque. Llegó el tiempo establecido. La partida de Noé Bautista y David Venegas fue puntual. Se despidieron con la esperanza de volvernos a ver.

Cilia y yo nos quedamos solos con el ruido de los animales, la luz de las luciérnagas y la alucinación que nos provocaba la naturaleza. “Debiste irte”, dijo. Yo no hice más comentarios.

La luz comenzó a entrar por las copas de los árboles. Era el día límite para nosotros. Algo debía pasar. Cada media hora prendíamos el radio, con la esperanza de que Noé y David enviaran alguna señal. Nada.

Al medio día, decidimos abandonar nuestro refugio. Si nos entregaríamos a las tres de la tarde, debíamos de ir avanzando. Yo lloraba, temía caer en manos de los gatilleros. David me alentaba: “No va a pasar nada”, decía.

Llegamos otra vez al río, bebimos agua, orinamos. Iniciamos la partida. Cilia, apoyado de una rama de árbol y sostenido de mi hombro. Las lajas y el río nos complicaban el camino. Andaba descalzo. Unos calcetines de algodón protegían sus pies. Se le iban enterrando ramas, piedras, hojas secas. Descansábamos apenas un par de segundos en el trayecto. Las pastas gruesas de una libreta protegieron sus pies, atrapadas con mis calcetines blancos.

Ese día sólo escuchamos un par de tiros al aire, parecía que se había dado un toque de queda. No como las horas anteriores, que vivimos en sobresalto.

Avanzamos lentamente. Llegamos a la altura del ataque, caminando sobre el río y sus orillas. Nos resistimos a subir, nos resistimos a entregarnos. Seguimos en dirección opuesta al flujo del agua. “¿Qué más nos podía pasar?”, pensamos. “Si ya libré las balas, la suerte está de nuestro lado. No te preocupes”, me decía.

Desesperanza

El sol caía sobre nosotros y no veíamos rumbo. Caminamos. El río comenzaba a traicionarnos, se partía, se dividía, se perdía. Había tramos casi secos que nos confundían. Seguíamos avanzando en búsqueda de la carretera que nos había permitido el acceso a la zona.

Seis horas y nada. Entramos en un tramo en donde la vegetación cambiaba, había bambúes, hojas de plátano; atrás habían quedado los árboles del monte. Me sentí perdida, lloré. “Tranquila, vamos a salir de ésta”, dijo mi compañero.

Llegamos a un punto en donde ya no veíamos el cielo, las copas de las palmeras nos cubrían. Un helicóptero se oyó sobrevolar.

“Nos están buscando. Debemos regresar”, grité. Desalentado, Cilia se resistió a regresar. “No están buscando bien, subamos a algún punto para que nos vean”, dijo.

La búsqueda

Volvimos a trepar, subimos el monte. Sacamos fuerza no sé de dónde. Él se apoyaba en el palo de árbol; yo subía, luego lo jalaba. Así se nos fueron un par de horas. La noche amenazaba de nuevo y el helicóptero se dejó de escuchar.

Eran las ocho de la noche del 29 de abril. Otra vez perdíamos la esperanza. Nos disponíamos a pasar la noche nuevamente en el monte. Muy alejados de nuestro primer refugio. Habíamos perdido el rastro de todo.

Hacíamos a un lado la hojarasca del lugar donde descansaríamos…

Un grito hizo eco… “¡Érika!”

Grité de la emoción y respondí de inmediato. Cilia desconfiaba. Pasaron unos minutos antes de que se escuchara el segundo grito. Esta vez: ¡David!

Nos quedamos atónitos y comenzamos a gritar juntos: “¡Auxilio! ¡No nos dejen!”

La voz de David Cilia Olmos se escuchó por un altavoz; vimos las luces de una torreta encendidas, gritamos. Emocionados, abandonamos el lugar y nos resbalamos por el monte hasta llegar al río.

Caminamos nuevamente iluminados con la lámpara de un celular. Volvimos a atravesar el espacio selvático del monte. Dejamos de escuchar nuestros nombres, pero no cejamos. Ése era el día límite. Teníamos que salir.

Cerca de las 10 de la noche, volvimos a escuchar las voces que nos llamaban. Cada vez más cerca. La luz del celular se agotó. Prendimos una memoria USB para iluminarnos. Seguimos el camino.

Las luces de varias lámparas y gritos nos anunciaban que estábamos cerca de alguien. Gritamos más fuerte. Nos acercamos. Las voces del equipo de búsqueda y las nuestras eran cada vez más nítidas. “¡Érika, David!”, nos llamaban.

Cilia gritó: “Quiénes son”. Un oficial de la policía estatal se adelantó para responder. Miguel Badillo alzó la voz con su nombre. Llegaron, llegamos. Rompimos en llanto, nos abrazamos.

Un indígena triqui había apoyado la búsqueda, encabezada por Miguel Badillo y David Cilia Olmos. Los oficiales, que horas antes se habían resistido a explorar el monte supuestamente por temor a ser atacados por los paramilitares, nos apresuraron a salir del lugar. Estábamos juntos, vivos.

Nos esperaba un dispositivo de 60 elementos de la policía estatal, patrullas y camionetas. El indígena triqui desapareció. Su vida seguía y sigue en peligro. Abandonamos la zona a toda velocidad.

Llegamos al hospital rural de Juxtlahuaca, donde fuimos recibidos por autoridades de todas las instancias de seguridad de Oaxaca: ministerios públicos, juzgados de distrito, funcionarios de la Procuraduría Estatal. Los mismos que 60 horas nos habían dejado a nuestra suerte.

Hoy estamos aquí, después de una búsqueda intensa de los amigos y compañeros de Contralínea, de nuestras familias y periodistas que se preocuparon por nosotros. Los habitantes del municipio autónomo de San Juan Copala siguen en estado de sitio. A ellos ¿quién los va a rescatar?

Solidaridad en la sierra triqui

“¡No disparen!”, grito, pero parece que ésa es la señal para mostrar el blanco. Una ráfaga atraviesa la carrocería, los vidrios me brincan al rostro. El sonido de las balas cortando el aire es más intenso. Siento un golpe en la cintura, veo sangre, pienso que me cortaron los cristales.

La última advertencia de no ir a San Juan Copala nos la dio Omar, ocho minutos antes. En ese momento, me enteraba que era el esposo de Beatriz Cariño. “Yo aquí me quedo, no puedo entrar, las cosas están muy calientes allá adentro. Al menor intento de que alguien impida su acceso, no insistan y regresen. Si hay un retén o el camino está bloqueado, inmediatamente se dan media vuelta. Si los de la Ubisort acceden a darles una entrevista, nosotros no tenemos problema, háganla pero no insistan. Cualquier cosa, estamos pendientes. Mi chava se va con ustedes, se las encargo.”

Con esa advertencia abandonamos la carretera que viene de Juxtlahuaca. Tomamos un camino de terracería. Ese punto se llama La Sabana, hay mucha gente en las calles sin pavimentar, en la cancha de basquetbol y la agencia municipal.

Las mujeres observan el paso de la caravana formada por dos camionetas y mi vehículo, lo hacen con desconcierto; otras, agachan la mirada cuando les sonrío y saludo con un gesto, es una costumbre que tengo al entrar a las comunidades rurales. Un hombre con pantalón tipo comando hace un gesto: “¿A dónde, a dónde?”

Continuamos el descenso. Dejamos el pueblo atrás: 100 metros adelante, unas rocas bloquean el camino. La Van blanca hace alto total y yo, en seguida de ella. Hay silencio y desconcierto. Supongo que todos recordamos las palabras de Omar. Tomo la palanca de velocidades y la coloco en posición de reversa. Me doy cuenta que hemos cometido un error: los tres vehículos están muy juntos, no podemos maniobrar.

Dos segundos después de hacer alto total suena el primer disparo. Es la señal para abrir fuego. Intento retroceder sin éxito. El silbido de los proyectiles se acerca. Las balas se impactan contra la carrocería. Suena el aire que se escapa de las llantas. Me vuelvo hacia atrás para ver si ya puedo retroceder, pero la camioneta negra detrás de mí sigue inmóvil.

Érika grita: “¡No me quiero morir, no disparen!” Los cristales se rompen. Sin salirme de mi lugar, me arrojo sobre su espalda. Ella pregunta desesperada qué hacemos. Me gustaría saber la respuesta. Lo único que se me ocurre es levantarme y gritar que dejen de disparar, pero la lluvia de plomo arrecia aun más. Me vuelvo a tender sobre ella. Siento un golpe en la cintura, veo vidrios y sangre pero no duele, sólo tengo un ligero ardor.

“¡Nos quieren matar!”, dice Érika. Ahora siento un fuerte golpe en la espinilla derecha, no miro la herida y sigo cubriéndola. Pienso que salir del auto nos convierte en un blanco más fácil. No conozco el terreno ni la ubicación de los tiradores.

Me levanto una vez más. Veo mi pierna llena de sangre. Hay que salir a como dé lugar. Retrocedo y golpeo a la camioneta detrás de mí, lo mismo hace la vanguardia con mi vehículo. De reojo veo un comando de hombres que se dirigen hacia nosotros desde el flanco izquierdo, de ahí vienen los disparos, su posición es más elevada; somos blanco fácil.

Érika sigue agachada, le grito que estoy herido. Es hora de abandonar el auto. Ella no puede abrir la puerta. Me levanto una vez más y libero los seguros, la empujo, salimos por su puerta y me tiro a la orilla del camino. Ella se queda agachada inmediatamente bajando de su puerta. La camioneta de la vanguardia insiste en retroceder, golpea mi auto una y otra vez. Está a punto de ser atropellada. Le grito insistentemente que me siga, pero no lo hace. Me pongo de pie y le grito al chofer que ya no retroceda; una bala pasa cerca de mi cabeza, escucho su silbido; me acerco a Érika y le insisto: “¡Vámonos!

Ahí dejamos el auto, descartamos la forma más rápida para salir del lugar. El equipo de video y fotografía, las computadoras personales y las chamarras se quedaron a bordo. Corremos desesperadamente en dirección opuesta al grupo armado.

Entre los matorrales, encuentro a dos jóvenes de la caravana, uno de ellos también se llama David, me propone regresar a rescatar a los heridos, pero los disparos no cesan. Me levanto el pantalón, veo mi pierna izquierda bañada en sangre: tiene dos orificios, veo el hueso astillado. David Venegas regresa, yo sólo alcanzo a dar un par de pasos, veo la camioneta de la vanguardia con las puertas abiertas. Escucho quejidos y súplicas. Cuando mueve los arbustos inmediatamente revela su posición y le disparan una ráfaga; retrocede.

Así, los cuatro corremos loma abajo; lo hacemos agachados para evitar los disparos. Todo es incierto, no sabemos a dónde nos dirigimos. Hacemos una pausa, descansamos. Érika está sofocada, no deja de decir que nos quieren matar. David va a explorar, busca un escondite, una ruta de escape tal vez.

Los disparos cada vez suenan más cerca. Los paramilitares se encuentran en el sitio de los automóviles. Creo que nos persiguen. Decidimos avanzar pero David Venegas no regresa. Cuando intento dar el primer paso se me dobla el pie, ya no resiste mi peso, duele excesivamente. Noé, el otro muchacho que huye con nosotros, se ofrece a cargarme. Me niego, pero me apoyo en su hombro. Avanzamos unos cuantos metros. Mi pierna ya no resiste más. Érika me da un trapo para improvisar un torniquete. Me levanto, ya no puedo siquiera apoyarme, entonces Noé se coloca frente a mí: “Te cargo de caballito, carnal. Si éstos nos alcanzan, nos matan”. Avanzamos, yo sobre la espalda de Noé. La prisa hace perder el cuidado, pasamos por encima de todo: piedras, ramas, espinas; me araño el rostro y golpeo mis heridas. Veo mis manos llenas de sangre, pero no es mía; suelto su hombro: tiene una herida de bala que lo atraviesa.

Llegamos a un río, no es caudaloso, se puede caminar sobre las piedras sin mojarse. Reposamos. Tengo la boca seca pero recuerdo el testimonio de una joven que días antes me dijo en la capital de Oaxaca que los de la Ubisort le envenenan el río a los de San Juan Copala. Huelo el agua, luce clara y limpia pero sólo mojo mis labios.

No sabemos a dónde ir, especulamos, discutimos en voz muy baja. Veo que Noé está descalzo, le pregunto. Me explica que perdió los zapatos cuando escapó de la camioneta, se le atoraron. También tiene una herida en el glúteo, no deja de sangrar. Le doy mis tenis, dadas las condiciones en que me encuentro no me sirven de mucho. Caminamos río abajo. Nuevamente me carga. Después de avanzar un poco, David se separa, va a explorar. Regresa, dice que encontró un posible refugio mientras llega la ayuda.

El temor y la duda prevalecen. Escuchamos el ruido de las hojas que se quiebran, alguien se acerca, tal vez un paramilitar. Se mueve el follaje, las ramas se quiebran conforme avanza hacia nosotros. Cada quien toma una piedra, nuestra única arma para defendernos. Ese alguien que se oculta tras los arbustos también nos detecta, guarda silencio, sus movimientos son sigilosos.

Pasan cinco minutos, nadie se mueve ni habla. La persona avanza hacia nosotros, que apretamos con más fuerza las piedras.

“¡Compas, se me perdieron, los estaba buscando!” Es David Venegas, por fin respiramos. Nos dice que encontró un escondite, nos explica, inspira confianza. Necesitamos un lugar para guarecernos y muy posiblemente pasar la noche.

David me carga, subimos la loma por un afluente seco del río. Cuando se cansa, me arrastro. Ellos me jalan. En el refugio me brindan el escondite más protegido, se trata de un riachuelo seco, revisamos nuestras lesiones. Érika me da una diadema de tela para cubrir la herida de la pierna. Aprieto fuertemente. La sangre sigue brotando. Me revisan la cintura, me dicen que la bala entró y salió en mi llantita izquierda. “Bueno, de algo me tendrían que servir estas llantas”, fue una de las pocas bromas que hice durante esos largos e inciertos días.

Las balas, aunque más espaciadamente, siguen sonando constantemente. Tratamos de hacer un recuento: la lista de las personas que conformaban la caravana, las que vimos heridas y las que huyeron, el pronóstico no es muy optimista. Agradecemos seguir con vida. Los disparos no cesan, imaginamos que están ejecutando a los sobrevivientes. Decidimos no salir hasta que llegue la autoridad a levantar los cadáveres. Suponemos que eso no tardará. Esa misma tarde o en el transcurso de la noche. Nunca imaginamos que estábamos por vivir 60 horas ocultos en tierra de nadie. Las peores 60 horas de nuestras vidas. (David Cilia)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Denuncia de la JBG: Bases zapatistas secuestrados por paramilitares

La JBG de Garrucha denuncia que paramilitares detienen a 5 compañeros y otros 9 están desaparecidos en Peña Limonar.

Caracol III de Resistencia hacia un nuevo amanecer. La Garrucha.
Junta de Buen Gobierno El camino del futuro. Chiapas, México.
10 de mayo de 2010

A la sociedad civil nacional e internacional.
A los compañeros (as) adherentes de La Otra Campaña nacional e internacional.
A los hermanos de derechos humanos nacional e internacional.

Hermanos y hermanas.

Denunciamos: Los hechos ocurridos en el ejido Peña Limonar, Municipio Ocosingo, Chiapas, México.

Hechos:

Problemas de asesinos de la Ranchería de Amaytic, Municipio de Ocosingo, Chiapas, México, 10 de mayo de 2010.

Ya hemos denunciado públicamente que los asesinos cuando volvieron a tomar posesión en la Ranchería Amaytic empezaron las problemas y a los tres niveles de gobierno federal, estatal y municipal no hicieron nada en contra de los asesinos. Ellos gozan de plena libertad y nuestros compañeros perseguido por los judiciales y los paramilitares.

Así que el gobierno panista al perredista nosotros vemos claramente que los asesinos son paramilitares que son protegidos por sus complices en el ejido Peña Limonar.

Nuevamente los ejidatarios de Peña Limonar lo detienen a 5 compañeros Bases de Apoyo zapatista y 9 desaparecidos. Los nombres de los compañeros: Ebelio Montejo Hernández, de 35 años de edad. Manuel Gutiérrez López, de 42 año; promotor de salud Luis Gutiérrez Vázquez de 15 años de edad; Pedro Gutiérrez Hernández, 18 años de edad; Narciso Gutiérrez Jiménez, 63 años de edad y los 9 compañeros desaparecidos. Estas son las mañas preparados de los contrainsurgencia, preparados por los tres niveles de los malos gobierno federal Felipe Calderón Hinojosa, estatal Juan Sabines Guerrero y municipal Carlos Leonel Solórsano Arcia presidente municipal de Ocosingo, Chiapas.

También son perseguido por la seguridad pública y los paramilitares cerrando todo los pasos y entradas de los caminos para vigilar a qué hacen y a dónde van nuestros compañeros bases de apoyo zapatistas, y los asesinos tranquilamente paseando junto con los de Peña Limonar.

Prueba de ello, la Junta de Buen Gobierno invitó varias veces al comisariado y las otras autoridades en una reunión para resolver la problemas de los 8 personas asesinos, cuando asesinaron a un miembro del consejo autónomo y un agente auxiliar de la Ranchería Amaytic en la fecha 25 de agosto de 2002. Por una problema de separación de pareja donde perdieron la vida el consejo autónomo Lorenzo Martínez Espinosa y el agente auxiliar Jacinto Hernández Gutiérrez, la cual las autoridades de la Junta de Buen Gobierno invitó a las autoridades para solucionar esta problema, pero las autoridades del ejido Peña Limonar se negaron asistir en la oficina de la Junta de Buen Gobierno, para buscar salida de la problema de la Ranchería Amaytic.
Hoy 10 de mayo a las 10 horas de la mañana, fueron detenidos los compañeros bases de apoyo pero la problema ya no es de Amaytic, ahora en el ejido Peña Limonar fueron detenidos los compañeros bases de apoyo y los 9 desaparecidos.

Así que responsabilizamos a los tres niveles de gobierno en cualquier problema lamentable que vaya a ocurrir, tarde o temprano.Responsabilizamos a los tres niveles de GOBIERNO FEDERAL, ESTATAL y MUNICIPAL por no haber hecho caso de solucionar esta problema.

También los tienen amenazado las mujeres sus salidas y entradas de la comunidad. También ellos quieren desalojar a nuestros compañeros bases de apoyo zapatistas en sus ejidos que nosotros no somos los asesinos y los verdaderos asesinos ellos gozan la libertad absoluta.

¿Qué harían los tres niveles de gobierno si nosotros lo sacamos de su casa con su familia sin ningún delito?
¿Si lo dejaramos sin alimentación, sin su casa lujosa y mandamos a refugiarse en un lugar que no es adecuado para él?

Así que estos nosotros queremos solución de la problema.

Todo lo que pase está en las manos de Sabines, porque junto con su seguridad pública y los paramilitares y los asesinos de Amaytic están vigilando y persiguiendo nuestros compañeros Bases de Apoyo Zapatistas.

Atentamente
Pedro Gutiérrez Guzmán
Federico Gómez Sánchez
Ayda Pérez Núñez
Ausencio López Méndez
Rebeca Lorenzo Cruz

lunes, 3 de mayo de 2010

San Juan Copala: Expresión de una nueva normalidad

Estado de cosas
Gustavo Esteva
Lunes 03 de mayo de 2010

Lo ocurrido en Oaxaca es insoportable. Para reaccionar, empero, necesitamos tener clara conciencia del contexto. No es un hecho excepcional o anómalo, sino una condición que se extiende cada vez más. Refleja una nueva normalidad: la del estado de excepción no declarado en que vivimos.

El territorio triqui ha estado en disputa desde hace muchos años. Como se cuenta lúcidamente en el libro de Francisco López Bárcenas que se presentó el jueves pasado en la UAM-Xochimilco, nunca ha cesado la resistencia popular a la dominación que ha tratado por décadas de enterrar los sueños triquis. Esa resistencia, que ha ido tomando la forma de una lucha de liberación, condujo a la creación del municipio autónomo de San Juan Copala.

Desde que nació, el empeño autonómico fue continuamente asediado y recibió permanentemente atención y cierta solidaridad. Ese sentido tenía la presencia del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de San Salvador Atenco, que intentó celebrar en Copala la clausura de la campaña por la libertad de sus presos, el pasado 28 de noviembre.

No consiguió hacerlo. La Unión de Bienestar Social para la Región Triqui (Ubisort), que lo impidió entonces, que asaltó el palacio municipal el 10 de diciembre y tuvo que desalojarlo tres meses después, que sitió el municipio, mató a un niño y una anciana y acosó sin cesar a los autonomistas, es la misma organización cuyos grupos paramilitares asesinaron ahora a dos integrantes de la caravana de solidaridad que trataba de romper el cerco.

El marco de referencia para entender este proceso es claro. A principios de 1994 salió de la zona triqui la primera carta en que un grupo indígena decía a los zapatistas que no estaban solos. El zapatismo se extendía. Unos meses después, para domesticar las luchas triquis, nació esta organización paramilitar, calificada por algunos como terrorista, cuyos vínculos con el gobierno del estado son ampliamente conocidos.

Al anunciarse la caravana de solidaridad, hace ocho días, el dirigente de la Ubisort declaró que “bajo ninguna circunstancia” la dejarían pasar. Dio así contexto a las palabras de Ulises Ruiz y su secretario de Gobierno, que días después, culpando a las víctimas, atribuyeron los hechos a la imprudencia de los caravaneros desarmados, que habrían provocado el “enfrentamiento” con los paramilitares al tomar la decisión “unilateral” de ofrecer solidaridad a los autonomistas. Estas declaraciones serían sorprendentes, motivo de escándalo, denuncia y juicio político, si el país viviera aún en un estado de derecho, si en una proporción creciente del territorio y la población las funciones del estado no se hubieran transferido ya a militares, policías, paramilitares y otros grupos, como ocurre en Copala y las autoridades reconocen con inaudito cinismo.

En un libro notable sobre La ley Televisa y la lucha por el poder en México, que se acaba de presentar en Oaxaca y Puebla, sus editores señalan que “si el Estado-nación no invierte políticamente en el reconocimiento y ejercicio real de las garantías… fundamentales de la población, el gobierno tendrá que destinar mayor gasto público para financiar la represión social, pues será la única forma de detener la energía colectiva contenida”. Escrita apenas hace seis meses, la frase resulta obsoleta: no es una posibilidad sino un dato. El gobierno modificó ya su presupuesto, aumentando las partidas destinadas a la represión. En eso estamos.

No fue exageración de John Berger decir que si se viera obligado a usar una sola palabra para describir la situación actual en el mundo usaría la palabra “prisión”. Pero esta prisión no es sólo la que dejaron hace un par de días las dos indígenas ñañús acusadas sin base por el gobierno federal, una prisión en que aumenta cotidianamente el número de muertos: 10 en la última semana. Es también una prisión cuyos barrotes no siempre son evidentes o que parecen inocuos: retenes militares que no retienen, por ejemplo, y se contentan con intimidarnos gentilmente. Es una prisión que encarcela ideas y comportamientos y alimenta la ilusión de que aún se goza de libertad y las leyes siguen vigentes.

La insurrección en curso desgarra paso a paso esos barrotes y continúa sus preparativos. Su desafío principal, en estos tiempos difíciles, es lidiar con provocaciones como la que se montó en La Sabana, a las puertas de San Juan Copala. En vez de convertirse en el estallido de indignación que aparentemente se quiere inducir, para precipitar la guerra civil y aplastar la resistencia, el dolor y la rabia que causan muertes tan lamentables como las de Bety Cariño y Tyri Antero Jaakkola deben nutrir el coraje organizado y paciente que profundiza y consolida nuestra capacidad de respuesta.

gustavoesteva@gmail.com