Palabras
del EZLN
en el Zócalo de la ciudad de México
11
de marzo de 2001
Ciudad
de México:
Llegamos.
Aquí
estamos.
Somos
Congreso Nacional Indígena y zapatistas los que, juntos, te saludamos.
Si
el templete donde estamos está donde está, no es accidente. Es porque de por
sí, desde el principio, el gobierno está detrás de nosotros.
A
veces con helicópteros artillados, a veces con paramilitares, a veces con
aviones bombarderos, a veces con tanques de guerra, a veces con soldados, a
veces con policías, a veces con ofertas de compra-venta de conciencias, a veces
con ofrecimientos de rendición, a veces con mentiras, a veces con estridentes
declaraciones, a veces con olvidos, a veces con silencios expectantes. A veces,
como hoy, con silencios impotentes.
Por
eso no nos ve nunca el gobierno, por eso no nos escucha.
Si
apurara un poco el paso tal vez nos alcanzaría.
Podría
vernos entonces, y escucharnos.
Podría
darse cuenta de la larga y firme horizontalidad de quien es perseguido y, sin
embargo, no se angustia, porque sabe que es el paso que sigue el que requiere
atención y empeño.
Hermano,
hermana:
Indígena,
obrero, campesino, maestro, estudiante, colono, ama de casa, chofer, pescador,
taxista, estibador, oficinista, empleado, vendedor ambulante, banda,
desempleado, trabajador de los medios de comunicación, profesionista,
religioso, homosexual, lesbiana, transexual, artista, intelectual, militante,
activista, marino, soldado, deportista, legislador, burócrata, hombre, mujer,
niño, joven, anciano.
Hermano,
hermana del Congreso Nacional Indígena, arco iris ya de lo mejor de los pueblos
indios de México:
Nosotros
no deberíamos estar aquí.
(Después
de escuchar esto, estoy seguro que, por primera vez, el que despacha detrás de
mí está aplaudiendo a rabiar. Así que lo voy a repetir:)
Nosotros
no deberíamos estar aquí.
Quienes
deberían estar aquí son las comunidades indígenas zapatistas, sus siete años de
lucha y resistencia, su oído y su mirada.
Los
pueblos zapatistas. Los hombres, niños, mujeres y ancianos, bases de apoyo del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que son los pies que nos andan, la
voz que nos habla, la mirada que nos hace visibles, el oído que oído nos hace.
Quienes
deberían estar aquí son las insurgentas y los insurgentes, su persistente
sombra, su callada fortaleza, su memoria levantada.
Las
insurgentas e insurgentes. Las mujeres y hombres que forman las tropas
regulares del EZLN y que son el guardián y corazón de nuestros pueblos.
Son
ellas y ellos quienes merecen verlos y escucharlos y hablarles.
Nosotros
no deberíamos estar aquí.
Y
sin embargo estamos.
Y
estamos junto a ellas y ellos, los ellos y ellas que pueblan los pueblos indios
de todo México.
Los
pueblos indios, nuestros más primeros, los más primeros pobladores, los
primeros palabreadores, los primeros oidores.
A
los que, siendo primeros, últimos parecen y perecen...
Hermano,
hermana indígena:
Tenek.
De muy lejos venimos.
Tlahuica.
Caminamos tiempo.
Tlapaneco.
La tierra andamos.
Tojolabal.
Arco y flecha somos.
Totonaco.
Viento caminado.
Triqui.
El corazón y la sangre somos.
Tzeltal.
El guerrero y el guardián.
Tzotzil.
El abrazo compañero.
Wixaritari.
Derrotados nos suponen.
Yaqui.
Mudos.
Zapoteco.
Callados.
Zoque.
Mucho tiempo tenemos en las manos.
Maya.
Aquí venimos a nombrarnos.
Kumiai.
Aquí venimos a decir "somos".
Mayo.
Aquí venimos para ser mirados.
Mazahua.
Aquí para mirar ser mirados.
Mazateco.
Aquí es dicho nuestro nombre por nuestro paso.
Mixe.
Esto somos:
El
que florece entre cerros.
El
que canta.
El
que cuida y crece la palabra antigua.
El
que se habla.
El
que es de maíz.
El
que habita en la montaña.
El
que anda la tierra.
El
que comparte la idea.
El
verdadero nosotros.
El
hombre verdadero.
El
ancestro.
El
señor de la red.
El
que respeta la historia.
El
que es gente de costumbre humilde.
El
que habla flores.
El
que es lluvia.
El
que tiene conocimiento para mandar.
El
cazador de flechas.
El
que es arena.
El
que es río.
El
que es desierto.
El
que es mar.
El
diferente.
El
que es persona.
El
rápido caminador.
El
que es gente.
El
que es montaña.
El
que está pintado de color.
El
que habla palabra legítima.
El
que tiene tres corazones.
El
que es padre y hermano mayor.
El
que camina la noche.
El
que trabaja.
El
hombre que es hombre.
El
que camina desde las nubes.
El
que tiene palabra.
El
que comparte la sangre y la idea.
El
hijo del sol.
El
que va de uno a otro lado.
El
que camina la niebla.
El
que es misterioso.
El
que trabaja la palabra.
El
que manda en la montaña.
El
que es hermano, hermana.
Amuzgo.
Todo esto dice nuestro nombre.
Cora.
Y más dice.
Cuicateco.
Pero apenas se escuchaba.
Chinanteco.
Otro nombre tapaba nuestro nombre.
Chocholteco.
Aquí venimos a sernos con los que somos.
Chol.
Somos el espejo para vernos y sernos.
Chontal.
Nosotros, los que somos el color del color de la tierra.
Guarijio.
Aquí ya no más la vergüenza por la piel.
Huasteco.
La lengua.
Huave.
El vestido.
Kikapu.
La danza.
Kukapá.
El canto.
Mame.
El tamaño.
Matlatzinca.
La historia.
Mixteco.
Aquí ya no más la pena.
Náhuatl.
Aquí el orgullo de sernos el color que somos del color de la tierra.
Ñahñu.
Aquí la dignidad que es vernos ser vistos siendo el color que somos del color
de la tierra.
O'odham.
Aquí la voz que nos nace y alienta.
Pame.
Aquí ya no el silencio.
Popoluca.
Aquí el grito.
Purépecha.
Aquí el lugar que estuvo escondido.
Rarámuri.
Aquí la morena luz, el tiempo y el sentido.
Hermano,
hermana indígena:
Hermano,
hermana no indígena:
Aquí
estamos para decir aquí estamos.
Y
cuando decimos "aquí estamos", también al otro nombramos.
Hermano,
hermana que eres mexicano y que no lo eres.
Contigo
decimos "aquí estamos" y contigo estamos.
Hermano,
hermana indígena y no indígena:
Un
espejo somos.
Aquí
estamos para vernos y mostrarnos, para que tú nos mires, para que tú te mires,
para que el otro se mire en la mirada de nosotros,
Aquí
estamos y un espejo somos.
No
la realidad, sino apenas su reflejo.
No
la luz, sino apenas un destello.
No
el camino, sino apenas unos pasos.
No
la guía, sino apenas uno de tantos rumbos que al mañana conducen.
Hermano,
hermana, ciudad de México:
Cuando
decimos "somos" también decimos "no somos" y "no
seremos".
Por
eso es bueno que, quienes allá arriba son el dinero y quien lo vocea, tome nota
de la palabra, atento la escuche y atento vea lo que ver no quiere.
No
somos quienes aspiran a hacerse del poder y, desde él, imponer el paso y la
palabra. No seremos.
No
somos quienes ponen precio a la dignidad propia o a la ajena, y convierten a la
lucha en mercado donde la política es quehacer de marchantes que disputan no
proyectos sino clientes. No seremos.
No
somos quienes esperan el perdón y la limosna de quien simula ayuda cuando en
realidad compra y que no perdona sino humilla a quien, siendo, es desafío y
reclamo y demanda y exigencia. No seremos.
No
somos quienes, ingenuos, esperamos que de arriba venga la justicia que sólo
desde abajo se crece, la libertad que sólo con los todos se logra, la
democracia que es todos los pisos y todo el tiempo luchada. No seremos.
No
somos la moda pasajera que, hecha tonada, se archiva en el calendario de
derrotas que este país luce con nostalgia. No seremos.
No
somos el taimado cálculo que finge la palabra y en ella esconde un nuevo
fingimiento, no somos la paz simulada que anhela guerra eterna, no somos quien
dice "tres" y luego "dos" o "cuatro" o
"todo" o "nada". No seremos.
No
somos el arrepentido de mañana, el que se convierte en imagen aún más grotesca
del poder, el que simula "sensatez" y "prudencia" donde no
hubo sino compra-venta. No seremos.
Somos
y seremos uno más en la marcha.
La
de la dignidad indígena.
La
del color de la tierra.
La
que develó y desveló los muchos Méxicos que bajo México se esconden y duelen.
No
somos su portavoz.
Somos
una voz entre todas esas voces.
Un
eco que dignidad repite entre las voces todas.
A
ellas nos sumamos, nos multiplicamos con ellas.
Seguiremos
siendo eco, voz somos y seremos.
Somos
reflexión y grito.
Siempre
lo seremos.
Podemos
ser con o sin rostro, armados o no con fuego, pero zapatistas somos, somos y
siempre seremos.
Hace
90 años, los poderosos preguntaban al de abajo que Zapata se llamaba:
"¿Con
qué permiso señores?"
Y
los de abajo respondimos y respondemos:
"Con
el nuestro".
Y
con el permiso nuestro, desde hace exactamente 90 años nos hicimos grito, y
"rebeldes" nos llamamos.
Y
hoy lo repetimos: rebeldes somos.
Rebeldes
seremos.
Pero
serlo queremos con los todos que somos.
Sin
la guerra como casa y camino.
Porque
así habla el color de la tierra: tiene la lucha muchos caminos, y un solo
destino tiene: ser color con todos los colores que visten a la tierra.
Hermano,
hermana:
Dicen
allá arriba que éste es el final de un temblor. Que todo pasa menos su ser ellos
encima de nosotros.
Dicen
allá arriba que tú estás aquí para con morbo ver, para oír sin escuchar
siquiera. Dicen que somos pocos, que débiles nos estamos. Que no somos más que
una foto, una anécdota, un espectáculo, un producto perecedero con la fecha de
caducidad cercana.
Dicen
allá arriba que nos dejarás solos. Que solos y vacíos volveremos a la tierra en
la que somos.
Dicen
allá arriba que el olvido es derrota y se sientan a esperar a que olvides y
derrotes y te derrotes.
Allá
arriba saben pero no quieren decirlo: no habrá ya olvido y no será la derrota
la corona para el color de la tierra.
Pero
no quieren decirlo porque decirlo es reconocerlo y reconocerlo es ver que todo
ha cambiado y ya no para que nada cambie sino para que todo cambie cambiando.
Este
movimiento, el del color de la tierra, es tuyo y porque es tuyo es nuestro.
Ahora,
y es lo que ellos temen, no hay ya el "ustedes" y el
"nosotros" porque todos somos ya el color que somos de la tierra.
Es
la hora de que el Fox y a quien sirve escuche y nos escuche.
Es
la hora de que el Fox y quien lo manda nos vea.
Una
sola cosa habla nuestra palabra.
Una
sola cosa mira nuestra mirada.
El
reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígenas.
Un
lugar digno para el color de la tierra.
Es
la hora de que este país deje de ser una vergüenza vestida sólo del color del
dinero.
Es
la hora de los pueblos indios, del color de la tierra, de todos los colores que
abajo somos y que colores somos a pesar del color del dinero.
Rebeldes
somos porque es rebelde la tierra si hay quien la vende y compra como si la
tierra no fuera, y como si no existiera el color que somos de la tierra.
Ciudad
de México:
Aquí
estamos. Aquí estamos como rebelde color de la tierra que grita:
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
México:
No
venimos a decirte qué hacer, ni a guiarte a ningún lado. Venimos a pedirte
humildemente, respetuosamente, que nos ayudes. Que no permitas que vuelva a
amanecer sin que esa bandera tenga un lugar digno para nosotros los que somos
el color de la tierra.
Desde el Zócalo de la
ciudad de México,
Comité Clandestino
Revolucionario Indígena-
Comandancia General del
Ejército Zapatista
de Liberación Nacional,
México, marzo del 2001
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