A prueba, ley
indígena en Bolivia
Franz Chávez /
IPS-Voces de la Tierra
Fuente: Revista
Contralínea 251 / 18 de septiembre de 2011
El gobierno de Evo Morales impulsa la
construcción de una carretera que atravesaría gran parte de Bolivia. El
objetivo, trasladar mercancías desde Brasil para embarcarlas rumbo a China. Sin
embargo, el trazo incluye territorio de tres pueblos indígenas. Las comunidades
originarias se oponen al proyecto y apelan a la Constitución recientemente
promulgada que protege los derechos de los pueblos indios. La carretera es un
gran negocio internacional. Por verse, los alcances del marco constitucional
vigente
La Paz, Bolivia. La falta de un
reglamento, para consultar a los pueblos indígenas bolivianos sobre iniciativas
que afectan sus territorios, está en el corazón del conflicto por una carretera
que facilita el tránsito desde Brasil. El problema pone a prueba la
institucionalidad indígena boliviana.
El entusiasmo
del gobierno por los corredores viales para el tránsito de mercadería brasileña
al Océano Pacífico enfrenta las críticas de intelectuales y de indígenas que
marcharon desde la Amazonia hasta la sede de gobierno en esta ciudad.
Conforme al
diagnóstico del gobierno, exportadores brasileños, argentinos y paraguayos
desean atravesar el territorio boliviano (1.09 millones de kilómetros cuadrados
en el centro de América del Sur), para alcanzar puertos de Chile y Perú y,
desde allí, cruzar el Pacífico para llegar a China. Uno de esos corredores
tiene rumbo Suroeste, para unir a Brasil con Chile.
Antonio
Mullisaca, un profesional de la pedagogía dedicado ahora a planes viales de
integración, explica las razones del presidente de Bolivia, Evo Morales: está
convencido de que “si no lo hacemos ahora, otros proyectos no van a salir a
flote”.
En entrevista
con Inter Press Service (IPS),el secretario general de la estatal
Administradora Boliviana de Carreteras (ABC) señala que el gobierno busca
facilitar el tránsito desde el estado brasileño de Rondônia a Puerto Ustárez
–sobre el río limítrofe Iténez, en el Noreste de Bolivia– por un corredor que
pasaría por Trinidad, el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure
(TIPNIS) y Cochabamba, para continuar por rutas troncales hasta Tambo Quemado,
paso fronterizo con Chile en el extremo occidental. La extensión de ese
corredor es de 1 mil 402 kilómetros. El trazado de una de las carreteras que lo
conforman –de sólo 306 kilómetros, para unir Villa Tunari, en el departamento
central de Cochabamba, con San Ignacio de Moxos, en el norteño Beni– parece un
pequeño segmento en relación con el resto. Sin embargo, su importancia es
enorme. Unir esos dos puntos requiere desviarse hacia la oriental ciudad de
Santa Cruz de la Sierra, lo que implica 16 horas de viaje en automóvil. Con la
nueva carretera se haría en sólo cuatro.
Además, el tramo
II de la carretera, de 177 kilómetros, atravesaría el TIPNIS, un santuario
natural de más de 1 millón de hectáreas que es propiedad colectiva de 15 mil
personas de tres pueblos indígenas: moxeños, yurakarés y chimanes.
“Nuestros
derechos no se negocian”, recalca a IPS el portavoz de las comunidades del
TIPNIS, Adolfo Moye, desde San Ignacio de Moxos, donde la marcha de 1 mil
indígenas hizo un alto en su recorrido hasta La Paz. La decisión de los
manifestantes es rechazar cualquier trazado que pase por el parque, pero
bordear el territorio alargaría la carretera a 848 kilómetros.
El costo del
proyecto, a cargo de la constructora brasileña OAS, es de 415 millones de dólares,
financiados en 80 por ciento mediante un préstamo de 332 millones que otorgó a
Bolivia el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil, mientras
que el 20 por ciento restante es devengado por el gobierno boliviano.
“Si [Brasil] da
el crédito es porque tiene interés”, afirma Mullisaca. “Para este año, el
presupuesto boliviano destinado a carreteras es de 500 millones de dólares, la
tercera parte de la asignación anual para obras públicas, y los créditos
continúan llegando por cientos de millones de diversas fuentes”. Pero esta
iniciativa contraviene postulados de la Constitución –en vigor desde 2009– que
otorga amplios derechos a los indígenas, afirman los críticos. También se
violarían normas del Instituto Nacional de Reforma Agraria que declaran el
TIPNIS como “inalienable, indivisible e irreversible”, señala a IPS el
investigador en temas jurídicos Franz Barrios. Hay otros instrumentos
violentados, de acuerdo con éste: la Ley Forestal, la Ley del Medio Ambiente,
el Reglamento de Áreas Protegidas, el Decreto Supremo 22.610 que reconoce el
territorio indígena, el Código Penal y el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo, que establece la consulta previa, libre e informada
a los pueblos indígenas sobre acciones que afecten sus territorios.
“El gobierno y
los sectores interesados en promover el nombrado ‘desarrollo’ parecen no
comprender los contenidos y los alcances de la Constitución”, indica a IPS el
sociólogo Raúl Prada, quien participó en la redacción de la carta magna. El
concepto indígena del “buen vivir” –reconocido constitucionalmente– plantea una
forma de vida en armonía con los ecosistemas, contrapuesta al principio
occidental del crecimiento económico sostenido.
El diseño final
del tramo II requiere que el Servicio Nacional de Áreas Protegidas entregue a
la ABC una licencia ambiental, tras un estudio de evaluación de impacto
ambiental que todavía no se lleva a cabo. Con un mapa en la mano, Mullisaca
alega que en los últimos años vías informales de acceso al TIPNIS lo
irrumpieron de tal forma que solamente queda un trecho de 50 kilómetros sin
conexión caminera.
“Esto obedece a
la colonización ilegal de cultivadores de coca, demostrativa de que las normas
de protección de recursos naturales no se cumplen, un argumento más para abrir
la carretera y concertar entre todos la forma de preservar el territorio.”
El funcionario
de la ABC propone, entre otras medidas, compartir con las comunidades las
utilidades por el tránsito de vehículos y carga y establecer una gestión
ambiental del TIPNIS. Pero lo medular es la consulta previa a los indígenas,
que debe realizarse de manera transversal al trámite de licencia ambiental,
aunque todavía no está reglamentada, menciona a IPS el abogado Waldo
Albarracín, exdefensor del pueblo.
Varios artículos
constitucionales consagran este derecho, cuyo resultado es de cumplimiento
obligatorio, además del Convenio 169 y la Declaración de la Organización de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas que tiene rango de
ley, explica Albarracín. “El Estado está obligado a cumplir la Constitución, y,
en ausencia de una norma inferior, la superior no se vuelve inviable”, explica.
“La ABC es la encargada de convocar la consulta con un procedimiento que
respete usos y costumbres indígenas”.
El presidente
Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera instaron a dialogar a los
indígenas del TIPNIS, pero mediante reuniones convocadas por las autoridades
con sus dirigentes y sin detener las obras del tramo I que ya comenzaron. De
acuerdo con Albarracín, las consultas anteriores a indígenas para proyectos
mineros se realizaron “con procedimientos discrecionales”. Él mismo asesoró a
la organización nativa de las tierras altas, el Consejo Nacional de Ayllus y
Markas del Qullasuyu en la redacción del anteproyecto de Ley Marco de Consulta
Previa a las Naciones y Pueblos Indígenas Originarios, que fue presentado al
parlamento, en el que se establecen los
procedimientos para la consulta previa de carácter vinculante para toda
acción que pueda afectar derechos e intereses indígenas, desde medidas
legislativas y administrativas hasta cualquier proyecto de infraestructura o
explotación de recursos naturales. Pero en la actual confrontación entre
gobierno e indígenas, Albarracín no cree en una rápida aprobación.
De acuerdo con
Prada, la carretera forma parte de la iniciativa para la Integración de la
Infraestructura Regional Suramericana, que reforzó la presencia brasileña en
sectores como el petróleo, la energía hidroeléctrica y la construcción, ante
una actitud de “supeditación del gobierno boliviano”.
Mientras, la
carretera divide a los actores locales, pues cocaleros y algunos sindicatos la
defienden y la consideran un factor de desarrollo.
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