El fin del capitalismo, según Wallerstein
por
Gastón Pardo
RED
VOLTAIRE | CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO) | 10 DE OCTUBRE DE 2011
Mientras que la círculos políticos
mundiales discuten la manera cómo se debe administrar y solucionar la crisis
económica occidental, el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein
diagnostica una crisis del sistema. Según él, el problema no es de curar el
capitalismo sino más bien de acompañarlo en su muerte al ataúd y de favorecer
el surgimiento de aquello que el geopolítico belga Philippe Grasset llama una
contra-cultura.
Russia Today
(04.10.11) entrevistó a Immanuel Wallerstein —sociólogo y seguidor de la
escuela del historiador Fernand Braudel—, quien en esa ocasión ha dictado la
sentencia final del capitalismo como sistema: su desintegración es
irreversible, pues está a la vista el final de su declive iniciado en la década
de los años del siglo pasado y cuya lenta agonía tomará entre veinte y cuarenta
años más: El capitalismo moderno alcanzó el fin de la cuerda. No puede sobrevivir
como sistema y por ello pasa por la etapa final de una crisis estructural de
larga duración. No es una crisis de corto plazo, sino un despliegue
estructural de grandes proporciones.
Primero el
centro de pensamiento estratégico belga Dedefensa.org y hoy el analista
político Alfredo Jalife en su columna bisemanal en el diario mexicano La
Jornada y en la Red Voltaire, analizan las ideas de Wallerstein en la línea del
pensamiento braudeliano, en cuya escuela el entrevistador se inscribe, relativo
a las transiciones entre los poderes hegemónicos, que aborda su asociado
recientemente fallecido Giovanni Arrighi en su libro Caos y Gobernación en el
Sistema Moderno Mundial (Minnesota Press; 1999). Wallerstein considera que el
mundo se encuentra en una fase de transición a otro sistema y la verdadera
batalla política que se escenifica versa ya sobre el sistema que sustituirá al
capitalismo.
Hace mucho
Wallerstein había anticipado correctamente el fin del modelo neoliberal, pero
nunca había atravesado nítidamente el Rubicón al dictar al capitalismo la
sentencia irrevocable de su final como sistema.
¿Dónde queda,
entonces, el axioma de que el capitalismo, por su carácter proteiforme, es
capaz de adaptarse a todas las crisis y circunstancias?, pregunta el maestro
Jalife.
A lo largo de
muchos años Jalife ha sostenido, contra todos los vientos y las mareas, que no
era un resfriado lo que ralentizaba el paso del capitalismo y ni siquiera una
crisis coyuntural; se trata de un cambio de paradigma que obliga a reflexionar
sobre el inalienable valor transcendental del ser humano por encima de las
peores contigencias adversas (guerras, mercados, especulación desenfrenada,
financierismo, economicismo, mercantilismo, consumismo, hipermaterialismo,
tecnología sin bioética, depredación ambiental, desinformación oligopólica), lo
cual ha puesto en evidencia, a la vez, la crisis de la civilización de
procedencia judía y griega, cuyos valores espirituales sucumbieron en aras del
neoliberalismo. El site Dedefensa. org (05.10.11) opina que Wallerstein se ha
olvidado de esos valores que son los primeros que deberán restaurarse.
Son los valores
que han impregnado la idea de bien en el occidente judeo cristiano, que aparece
inmaculada en la teoría de las ideas modélicas de Platón en su Timeo, luego
retomadas por Goëthe en su Fausto, por Dostoyevsky en su El jugador y por El
mercader de Venecia de Shakespeare.
Wallerstein
anhela el reemplazo del capitalismo por un mundo más democrático e igualitario
como nunca antes ha existido en la historia mundial, pero que es posible. La
opción contraria sería un sistema desigual, polarizante, explotador que no sea
capitalista necesariamente, pero dentro del cual pueda haber mecanismos de
control peores que los el capitalismo, como los puestos en marcha por la
psicopolítica o el comportamentalismo.
Ya el
historiador británico Eric Hobsbawm, señala otra vez Jalife, había anticipado
el retorno pendular del marxismo como opción, pues no hay mayor claridad que la
que ofrece el marxismo clásico, por boca de su fundador Marx, cuando expresaba
que el capitalismo lleva en su seno el germen de su propia destrucción. Pero
esa destrucción que es la que estamos viendo, es traducida como depredadora de
sí misma, sin que la vanguardia revolucionaria que el propio Kart Marx anunció
en su Manifiesto del partido comunista haya sido capaz de organizarse. Por eso
nos adherimos a la noción del proceso autodestructivo siguiendo las
convulsiones que ya presenciamos del caos mayor, y cualquiera que sea su
duración autoeliminatoria, a nosotros nos toca poner a salvo los valores de la
cultura predecesora del neoliberalismo que Wallerstein se abstiene de
reivindicar.
Wallerstein
recurre a la bifurcación del sistema para explicar el fin del capitalismo y el
surgimiento de un nuevo sistema: sus raíces se encuentran en la imposibilidad
de continuar el principio básico del capitalismo que es la acumulación del
capital y que ha funcionado de alguna forma maravillosamente durante 500 años.
Ha sido un sistema extremadamente exitoso, pero que ha terminado por deshacerse
a sí mismo porque su clase dirigente y sus élites políticas son incapaces de
resolver el problema de incertidumbre en el que se han metido.
Cuando se llega
al cruce de caminos significa que en “algún punto, la cosa se cae y entramos a
una situación nueva y relativamente estable –se acaba la crisis y nos
encontramos dentro un nuevo sistema”, dice el entrevistado y ese dicho lo
recoge Jalife.
Alerta que la
transición aparentemente paralizada entre la muerte del capitalismo y el
nacimiento de un nuevo sistema comporta peligros considerables puesto que
coloca en evidencia a un sistema que se desploma con la ausencia de una
perspectiva de sustitución, aún a corto plazo.
En la opinión de
Jalife, esta situación es patéticamente palmaria en geopolítica: los
multipolares BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pese a su enorme
potencialidad y el prestigio de su poder geoeconómico presente, sin mencionar a
su disuasión nuclear, se han visto disfuncionales e impotentes para derribar el
caduco orden unipolar de EU, que sigue propagando el caos financierista.
Wallerstein
recurre a la dualidad griega entre determinismo y libre albedrío
Cuando el
sistema es relativamente estable, está relativamente determinado como sistema
en el que existe un relativamente limitado libre juego. Pero cuando el sistema
es inestable y entra en crisis estructural, irrumpe el libre albedrío y los
actos individuales importan realmente de una manera que no lo habían sido en
medio milenio, lo cual es extremadamente peligroso ya que todo es impredecible
a un plazo mayor que el corto, como lo expresa la ciencia de la incertidumbre.
Esto desemboca en la parálisis, patente en la economía cuando los inversores
han cesado de confiar en el marcado para reinvertir sus excedentes monetarios.
Siguiendo a
Jalife, la economía, hoy devorada por los monstruos financieristas, se ha
paralizado porque desembocó en una aporía –es decir, una irresoluble paradoja
de impasse mental–, para no decir que sucumbió a la demencia absoluta cuando la
bancocracia europea (en realidad, el financierismo transatlántico) exige a la
Grecia de la OTAN optar por el suicidio físico para ser salvados
financieramente.
Los griegos
modernos, candidatos a la distanasia (que es la peor de las muertes: término
que usaba Jalife en las clases que solía impartir de bioética, asignatura que
importó de Estados Unidos a México y que vulgares plagiarios pretenden
expropiar), representan simbólicamente al 99 por ciento de la humanidad que
desea exterminar al uno por ciento de la plutocracia global, como ha sido
disecado por los indignados de Wall Street, que se han sumado a la corriente
planetaria de liberación ciudadana.
Pero no es tan
grave: en una coyuntura de sequía de pensamiento, desde la política hasta la
filosofía, debido a la descerebración a la que incurrió deliberadamente la
desregulada globalización financierista, urge rescatar a los pocos pensadores
que sobrevivieron el naufragio mental del infectado intelecto occidental
excesivamente bursatilizado, mucho peor en sus alcances culturales que el doble
cataclismo del financierismo y el economicismo.
Wallerstein
sentencia el fin del capitalismo y el inicio de la gran incertidumbre
A propósito de
la crisis del capitalismo: según Wallerstein es la crisis final, y la batalla
en marcha no es sobre el destino del capitalismo en sí, sino de lo que va a
reemplazarlo…“El capitalismo moderno ha llegado al final de su camino. No es
capaz de sobrevivir como sistema,” Wallerstein y agrega: “Lo que estamos viendo
es la crisis estructural del sistema. Una crisis estructural que comenzó en la
década de los setentas del siglo XX y que mantendrá sus nefastos estertores por
diez, veinte o cuarenta años. No es una crisis a resolver en el curso de un año
o un momento. Se trata, pues, de la mayor crisis de la historia. Estamos en la
transición a un sistema nuevo y la lucha política real que se ha desatado en el
mundo con el repudio de la gente, no plantean el nuevo curso del capitalismo,
sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle”.
En la medida
que, para Wallerstein, el capitalismo está en vía de extinción y en tanto que
la batalla que hoy se libra es para preparar el modelo económico de reemplazo,
la cuestión es la vía a seguir para sustitur eficazmente al capitalismo.
“Estaríamos cerca de un mundo relativamente más democrático e igualitario –
esta es una perspectiva” aseveró y luego dijo: “Jamás estuvimos en una
situación similar en la historia mundial, pero es posible. La otra perspectiva
mantener el sistema de explotación, que es inequitativo, desigualitario porque
polariza la desigualdad. El nuevo sistema podría no ser el capitalismo.
Capitalismo es eso que vemos caer. Pero hay asimismo alternativas peores que
dentro del capitalismo”.
La crítica de
Philippe Grasset (Dedefensa. org)
Wallerstein hace
una descripción técnica, económica de la manera en que el cambio podría
implantarse, entre le capitalisma en vías a un nuevo sistema. Se trata de un
proceso que el entrevistado denomina “bifurcación”. “Es lo que técnicamente se
ha llamado una bifurcación de un sistema”, dijo. “Sus raíces están en muchos
aspectos separadas de la continuación de los principios básicos del
capitalismo, que es concebido como acumulación de capital. Este es el punto
central del sistema. Un sistema que ha trabajado maravillosamente en ciertas
etapas en el medio milenio que lleva de existencia. Ha sido un sistema exitoso,
pero ha dejado de funcionar como ocurre con todo sistema”. “Lo que ocurre en
una bifurcación es que en algún punto del crucero, el sistema queda anclado en
una nueva situación estable – la crisis ha terminado; estamos en el nuevo
sistema”.
En suma,
Wallerstrein describe los peligros, que en su opinión son considerables, del
proceso de cambio, lo que implica por una parte la inhumación del capitalismo
y, por otra parte, el nacimiento y la instalación de un nuevo sistema. La
situación contiene riesgos porque es inevitable un período de parálisis entre
el sistema que desaparece y el nuevo La presión sistémica ejercida por el sistema
económico y político ha llevado a la fragmentación de sus diferentes opciones y
concepciones; y en tanto que el hundimiento del atlantismo abre el camino a la
verdad de la situación, es decir, a un sistema general del que nadie escapa, y
que está a punto del hundimiento, engendrando a su paso una diversidad de
reacciones críticas ciertas. De alguna manera, el enemigo principal ha
cambiado: Entre 2001-2007 se trató del sistema anglosajón y su concepción del
capitalismo ahora le toca al sistema general mismo, o lo que denominan los
belgas la “Contra-Civilización”. Una cadena de ideas inevitables que no son
subrayadas por el entrevistado. Por ello los estrategas belgas proponen que
seamos mayormente críticos de Wallerstein.
Gastón Pardo
Graduado de
periodismo en la Universidad Nacional de México. Cofundador del diario
Libération. Corresponsal de la Red Voltaire en México.
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