Insólito banco anticapitalista en la Selva Lacandona
“No hay sentido de negocio. Es sólo una necesidad de los pueblos y hasta ahora todos están contentos porque ven que está funcionando y se están resolviendo los problemas en colectivo”.
Gloria Muñoz Ramírez
Publicado originalmente en Desinformémonos:
http://desinformemonos.org/2009/08/insolito-banco-anticapitalista-en-la-selva-lacandona-2/2/
La Realidad, Chiapas. Todos los días los pueblos zapatistas enfrentan nuevos retos para hacer realidad la autonomía de sus territorios. Una historia de logros y tropiezos, de crear, inventar y poner en práctica nuevas ideas. De perder el miedo a equivocarse en un camino que iniciaron en 1994, formalizaron con la creación de los gobiernos autónomos en el 2005 y siguen construyendo todos los días. Y todo en medio del hostigamiento militar y paramilitar, el acoso policiaco y los proyectos gubernamentales encaminados a dividir a las comunidades, a lo que se suman las miles de carencias de los más de 40 municipios autónomos en resistencia. La autonomía se construye, casi, sobre la nada. Y sobre la nada nació hace más de un año el insólito Banco Popular Autónomo Zapatista (Banpaz), en la región de la selva fronteriza.
Lograr la autosuficiencia en condiciones de extrema precariedad suena imposible, pero no para los zapatistas que, asegura Roel, de la Junta de Buen Gobierno Hacia la esperanza, “demostramos que se pueden hacer las cosas de otra manera…imagínate, un banco anticapitalista, sin señores banqueros y con beneficios para el pueblo”.
La sede del gobierno autónomo de la selva fronteriza es el caracol “Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños”. La región cuenta con cuatro municipios autónomos y es la primera en echar a andar el banco popular, una iniciativa que tiene su mayor fortaleza, como todos los proyectos autónomos, en la decisión de las asambleas comunitarias. Su concepción, discusión, aceptación y puesta en práctica es una muestra del ejercicio colectivo y democrático que predomina en las comunidades indígenas zapatistas.
El proceso autonómico de las bases de apoyo del EZLN incluye sistemas de salud, educación, proyectos productivos, medios de comunicación y nuevas formas de comercialización de sus productos, todo en condiciones precarias pero con la finalidad mayor de poner en práctica una de las premisas fundamentales del zapatismo: la del mandar obedeciendo, que se traduce en formas de gobiernos que basan sus decisiones en los consensos de los pueblos. Pero nada es ideal ni carente de problemas. Los hay “y muchos… el asunto es que aquí les buscamos la solución entre todos. Si una cosa no nos funciona no nos quedamos conformes. Le buscamos la forma. Nos lo tomamos en serio y luego sale. Todo el mundo se equivoca, pero cuando la equivocación es colectiva pues ahí no hay culpable…”, explica Roel, autoridad autónoma que está por finalizar su gestión al frente de la Junta de buen gobierno.
Y precisamente uno de estos problemas es que a pesar de que cuentan con un sistema de salud autónomo, resulta insuficiente para la atención de enfermedades graves y en estos casos los pacientes tienen que salir de sus pueblos para buscar ayuda especializada, necesitando dinero para trasportarse y pagar los servicios médicos. El dinero no lo tienen y buscan a quién pedir prestado.
Hace unos años comenzó a vislumbrarse en las cañadas de la selva Lacandona el fantasma de la migración. Cientos de indígenas, zapatistas y no, salieron de la zona en busca de trabajo. La baja de precios de sus productos agrícolas y los intermediarios para su comercialización, provocaron el flujo de hombres, jóvenes en su mayoría, a ciudades turísticas del sur del país (Cancún y Ciudad del Carmen) y, por supuesto, hacia Estados Unidos. Empezaron a llegar las divisas a las comunidades y algunas familias “se hicieron de un dinerito” con el que iniciaron el negocio de la usura o el coyotaje, como se le conoce en la región.
La necesidad urgente de dinero para enfrentar un problema de salud grave, por un lado, y el incremento del coyotaje, por el otro, conformaron un escenario en el que empezó a predominar el abuso de los prestadores, quienes cobran un interés de entre el 15 y 20 por ciento mensual. Ahorcados, sin ninguna otra opción, los indígenas de cualquier filiación política recurren a estos préstamos. Pero los zapatistas empezaron a inconformarse y “a buscarle cómo salir de esta situación”.
“La gente de los pueblos empezó a discutir cómo resolver el problema de los réditos. Empezaron las asambleas en el 2008 y pueblo por pueblo fuimos discutiendo la idea de formar un pequeño banco para cubrir las necesidades de urgencia de salud, los casos graves que no pueden cubrir los servicios de salud autónomos”, explica Roel.
En los casos de urgencias, añade, “se necesita trasladar al enfermo a recibir atención especializada y pues al no haber dinero se tenía que recurrir a los coyotes. Así nació la idea de hacer mejor un banco de préstamos y empezó la discusión de cómo hecerle. Las comunidades decidieron que sí se cobraran intereses, pero que fueran muy bajos. Con esos intereses se incrementaría el fondo del banco para hacer otros préstamos. Al final de la discusión se acordó que fuera el 2 por ciento de interés mensual”.
Una vez decidido el interés para préstamos por motivos de salud, las asambleas discutieron los préstamos para proyectos colectivos, cooperativas y sociedades. Y ellos mismos acordaron un interés del 5 por ciento. En un principio se pensó también en préstamos para proyectos individuales, pero, explican, “nos dimos cuenta que eran para puro negocio y los suspendimos, quedando sólo vigentes los préstamos por problemas de salud y para después los préstamos para proyectos colectivos. Lo importante aquí es que ninguna decisión es individual y los pueblos son los que analizan cada paso y van decidiendo lo que les conviene”, señala el integrante de la Junta de Buen Gobierno.
El aval de cada solicitante es la autoridad de la comunidad a la que pertenece y el pueblo queda como testigo. De esta manera, todo el pueblo está enterado de que uno de sus compañeros solicitó al banco un dinerito y que lo tiene que pagar. Ellos mismo, los que piden el préstamo, son los que se ponen el plazo para cubrirlo, de acuerdo a sus gastos. Puedes ser seis meses, un año o más, según cada quien. También se enteran de cada préstamo los pueblos de los otros municipios autónomos, pues se trata, señalan las autoridades de la región, “de que todos estemos comprometidos “.
Para hacer posible el banco popular, el fondo inicial provino de un aporte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); de una parte de las ganancias del transporte colectivo que es administrado por la Junta; y de una donación que llegó de afuera para un niño enfermo, “quien no necesitaba de todo el dinero que le estaban mandando y junto con la familia y la asamblea decidieron que lo que no ocupaba se aportara al fondo colectivo”. Asimismo, decidieron que el impuesto que los pueblos cobran a las compañías que están construyendo caminos que pasan por sus comunidades, también se añadiera al fondo del banco.
En este proyecto, advierte Roel, “no hay sentido de negocio. Es sólo una necesidad de los pueblos y hasta ahora todos están contentos porque ven que está funcionando y se están resolviendo los problemas en colectivo”.
Para los pueblos en rebeldía, el Banco Popular Autónomo Zapatista (Banpaz) “es, sin duda, parte de nuestra autonomía, en la que nosotros mismos podemos crear nuestros propios recursos económicos, nuestros alimentos, nuestros servicios de salud y educación, nuestros medios de comunicación y modos de comercialización. Así lo estamos haciendo, cada vez con menos dependencia de afuera, porque al principio (hace ya seis años), empezamos con más apoyos del exterior. Ahora somos cada vez más independientes y, por lo tanto, cada vez más autónomos”.
De hecho, este es uno de los primeros proyectos de al autonomía zapatista en el que no interviene ningún factor o asesoría de la sociedad civil nacional e internacional. “Todo fue interno. Lo que pasa es que nosotros le probamos hasta que algo funciones. Y si no nos funciona no nos quedamos conformes y le buscamos otra forma”, afirma Roel, con la convicción y el orgullo de quien ha crecido a lo largo de 25 años con la lucha zapatista.
“La colectividad —sostiene— es la base y lo que más nos fortalece como zapatistas”. Y, dentro de este proceso, la Junta de Buen Gobierno de la selva fronteriza analiza como uno de sus máximos logros la participación de la mujer en los trabajos de la autonomía. Con su inclusión, afirman, “ha cambiado la vida de los pueblos. Poco a poco lo vamos entendiendo. Y pues aquí ya todo se cambió”.
http://desinformemonos.org/2009/08/insolito-banco-anticapitalista-en-la-selva-lacandona-2/2/
La Realidad, Chiapas. Todos los días los pueblos zapatistas enfrentan nuevos retos para hacer realidad la autonomía de sus territorios. Una historia de logros y tropiezos, de crear, inventar y poner en práctica nuevas ideas. De perder el miedo a equivocarse en un camino que iniciaron en 1994, formalizaron con la creación de los gobiernos autónomos en el 2005 y siguen construyendo todos los días. Y todo en medio del hostigamiento militar y paramilitar, el acoso policiaco y los proyectos gubernamentales encaminados a dividir a las comunidades, a lo que se suman las miles de carencias de los más de 40 municipios autónomos en resistencia. La autonomía se construye, casi, sobre la nada. Y sobre la nada nació hace más de un año el insólito Banco Popular Autónomo Zapatista (Banpaz), en la región de la selva fronteriza.
Lograr la autosuficiencia en condiciones de extrema precariedad suena imposible, pero no para los zapatistas que, asegura Roel, de la Junta de Buen Gobierno Hacia la esperanza, “demostramos que se pueden hacer las cosas de otra manera…imagínate, un banco anticapitalista, sin señores banqueros y con beneficios para el pueblo”.
La sede del gobierno autónomo de la selva fronteriza es el caracol “Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños”. La región cuenta con cuatro municipios autónomos y es la primera en echar a andar el banco popular, una iniciativa que tiene su mayor fortaleza, como todos los proyectos autónomos, en la decisión de las asambleas comunitarias. Su concepción, discusión, aceptación y puesta en práctica es una muestra del ejercicio colectivo y democrático que predomina en las comunidades indígenas zapatistas.
El proceso autonómico de las bases de apoyo del EZLN incluye sistemas de salud, educación, proyectos productivos, medios de comunicación y nuevas formas de comercialización de sus productos, todo en condiciones precarias pero con la finalidad mayor de poner en práctica una de las premisas fundamentales del zapatismo: la del mandar obedeciendo, que se traduce en formas de gobiernos que basan sus decisiones en los consensos de los pueblos. Pero nada es ideal ni carente de problemas. Los hay “y muchos… el asunto es que aquí les buscamos la solución entre todos. Si una cosa no nos funciona no nos quedamos conformes. Le buscamos la forma. Nos lo tomamos en serio y luego sale. Todo el mundo se equivoca, pero cuando la equivocación es colectiva pues ahí no hay culpable…”, explica Roel, autoridad autónoma que está por finalizar su gestión al frente de la Junta de buen gobierno.
Y precisamente uno de estos problemas es que a pesar de que cuentan con un sistema de salud autónomo, resulta insuficiente para la atención de enfermedades graves y en estos casos los pacientes tienen que salir de sus pueblos para buscar ayuda especializada, necesitando dinero para trasportarse y pagar los servicios médicos. El dinero no lo tienen y buscan a quién pedir prestado.
Hace unos años comenzó a vislumbrarse en las cañadas de la selva Lacandona el fantasma de la migración. Cientos de indígenas, zapatistas y no, salieron de la zona en busca de trabajo. La baja de precios de sus productos agrícolas y los intermediarios para su comercialización, provocaron el flujo de hombres, jóvenes en su mayoría, a ciudades turísticas del sur del país (Cancún y Ciudad del Carmen) y, por supuesto, hacia Estados Unidos. Empezaron a llegar las divisas a las comunidades y algunas familias “se hicieron de un dinerito” con el que iniciaron el negocio de la usura o el coyotaje, como se le conoce en la región.
La necesidad urgente de dinero para enfrentar un problema de salud grave, por un lado, y el incremento del coyotaje, por el otro, conformaron un escenario en el que empezó a predominar el abuso de los prestadores, quienes cobran un interés de entre el 15 y 20 por ciento mensual. Ahorcados, sin ninguna otra opción, los indígenas de cualquier filiación política recurren a estos préstamos. Pero los zapatistas empezaron a inconformarse y “a buscarle cómo salir de esta situación”.
“La gente de los pueblos empezó a discutir cómo resolver el problema de los réditos. Empezaron las asambleas en el 2008 y pueblo por pueblo fuimos discutiendo la idea de formar un pequeño banco para cubrir las necesidades de urgencia de salud, los casos graves que no pueden cubrir los servicios de salud autónomos”, explica Roel.
En los casos de urgencias, añade, “se necesita trasladar al enfermo a recibir atención especializada y pues al no haber dinero se tenía que recurrir a los coyotes. Así nació la idea de hacer mejor un banco de préstamos y empezó la discusión de cómo hecerle. Las comunidades decidieron que sí se cobraran intereses, pero que fueran muy bajos. Con esos intereses se incrementaría el fondo del banco para hacer otros préstamos. Al final de la discusión se acordó que fuera el 2 por ciento de interés mensual”.
Una vez decidido el interés para préstamos por motivos de salud, las asambleas discutieron los préstamos para proyectos colectivos, cooperativas y sociedades. Y ellos mismos acordaron un interés del 5 por ciento. En un principio se pensó también en préstamos para proyectos individuales, pero, explican, “nos dimos cuenta que eran para puro negocio y los suspendimos, quedando sólo vigentes los préstamos por problemas de salud y para después los préstamos para proyectos colectivos. Lo importante aquí es que ninguna decisión es individual y los pueblos son los que analizan cada paso y van decidiendo lo que les conviene”, señala el integrante de la Junta de Buen Gobierno.
El aval de cada solicitante es la autoridad de la comunidad a la que pertenece y el pueblo queda como testigo. De esta manera, todo el pueblo está enterado de que uno de sus compañeros solicitó al banco un dinerito y que lo tiene que pagar. Ellos mismo, los que piden el préstamo, son los que se ponen el plazo para cubrirlo, de acuerdo a sus gastos. Puedes ser seis meses, un año o más, según cada quien. También se enteran de cada préstamo los pueblos de los otros municipios autónomos, pues se trata, señalan las autoridades de la región, “de que todos estemos comprometidos “.
Para hacer posible el banco popular, el fondo inicial provino de un aporte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); de una parte de las ganancias del transporte colectivo que es administrado por la Junta; y de una donación que llegó de afuera para un niño enfermo, “quien no necesitaba de todo el dinero que le estaban mandando y junto con la familia y la asamblea decidieron que lo que no ocupaba se aportara al fondo colectivo”. Asimismo, decidieron que el impuesto que los pueblos cobran a las compañías que están construyendo caminos que pasan por sus comunidades, también se añadiera al fondo del banco.
En este proyecto, advierte Roel, “no hay sentido de negocio. Es sólo una necesidad de los pueblos y hasta ahora todos están contentos porque ven que está funcionando y se están resolviendo los problemas en colectivo”.
Para los pueblos en rebeldía, el Banco Popular Autónomo Zapatista (Banpaz) “es, sin duda, parte de nuestra autonomía, en la que nosotros mismos podemos crear nuestros propios recursos económicos, nuestros alimentos, nuestros servicios de salud y educación, nuestros medios de comunicación y modos de comercialización. Así lo estamos haciendo, cada vez con menos dependencia de afuera, porque al principio (hace ya seis años), empezamos con más apoyos del exterior. Ahora somos cada vez más independientes y, por lo tanto, cada vez más autónomos”.
De hecho, este es uno de los primeros proyectos de al autonomía zapatista en el que no interviene ningún factor o asesoría de la sociedad civil nacional e internacional. “Todo fue interno. Lo que pasa es que nosotros le probamos hasta que algo funciones. Y si no nos funciona no nos quedamos conformes y le buscamos otra forma”, afirma Roel, con la convicción y el orgullo de quien ha crecido a lo largo de 25 años con la lucha zapatista.
“La colectividad —sostiene— es la base y lo que más nos fortalece como zapatistas”. Y, dentro de este proceso, la Junta de Buen Gobierno de la selva fronteriza analiza como uno de sus máximos logros la participación de la mujer en los trabajos de la autonomía. Con su inclusión, afirman, “ha cambiado la vida de los pueblos. Poco a poco lo vamos entendiendo. Y pues aquí ya todo se cambió”.
A los niños y niñas que han crecido en la autonomía “ya no les cuesta la participación de la mujer”. En otro momento, admiten los miembros de Junta, “los préstamos del Banpaz hubieran sido impensables para mujeres y sólo se les hubieran dado a los hombres, pero ahora también se les dan a ellas y quedan como responsables”.
Aquí, afirman “ya todo es muy otro”.
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