lunes, 14 de octubre de 2013

Venezuela: Fomentan el caos tensando la cuerda...

Venezuela y los procesos desestabilizadores en América Latina
Marcos Roitman Rosenmann
12 de octubre de 2013



Cuando se trata de violar constituciones, la derecha latinoamericana no se ruboriza. Tampoco tiene problemas éticos o morales. En este sentido, podemos estar seguros que sigue pensando como lo hiciese Diego Portales, político conservador del siglo XIX, articulador del Estado chileno y referente de la dictadura militar pinochetista. Al ser consultado sobre el valor de la constitución dijo: De mí sé decirle que con ley o sin ley, esa señora que llaman constitución hay que violarla cuando las circunstancias son extremas.

Así se las gastaba la derecha decimonónica. Nunca se sintió atada a los principios de legitimidad democrática, ni cuando surgían gobiernos progresistas en su seno, ni menos cuando se olían la posibilidad de ser desplazados por coaliciones policlasistas, o antimperialistas, lideradas por la burguesía ilustrada. El siglo XX reforzó esta dinámica, agregando a su ideario el temor a una revolución proletaria y socialista. Lentamente se fueron sumando ingredientes, hasta su síntesis, la emergencia de un discurso chovinista, anclado en los valores patrios: Dios, la familia y la defensa de la Iglesia católica. Tríada que ha sido esgrimida por todos los caudillos civiles y militares a la hora de justificar los golpes de Estado. Tras ellos, el fantasma del socialismo-marxista y el comunismo. Ideologías, argumentarán, contrarias a natura que penetraban sigilosamente buscando destruir la nación para instaurar un orden totalitario. Había que estar alerta. A medida que las técnicas de la sicología se incorporaron al escenario bélico, la guerra sicológica cobró fuerza como uno de los pilares de la desestabilización democrática. Así emergieron relatos destinados a crear rechazo a todo cuanto oliese a socialismo o comunismo. En América Latina, las campañas del miedo se hicieron sentir desde muy temprano, aunque fue durante la guerra fría cuando desplegaron toda su influencia. Desde la mentira más burda, los comunistas separan a las madres de sus hijos, inoculándoles el virus del odio hacia sus progenitores, hasta alambicados relatos no menos fantasiosos como la infiltración comunista en colegios, empresas, instituciones, que buscan lavar el cerebro a la población por medio de canciones, obras de teatro, cine, etcétera.

En el ínterin, todo el arsenal que puedan imaginar. No hay discurso desestabilizador que no contenga la quema de iglesias, el asesinato de figuras relevantes de la vida pública, el asalto y expropiación de los bienes personales, la violación de mujeres, el fin de la libertad de prensa y de expresión. Tanto como el robo, la rapiña y la creación de tribunales populares para fusilar al ciudadano indefenso que ve cómo sus bienes, ganados con tanto esfuerzo, pasan a poder de la chusma.

Pero a la campaña sicológica desestabilizadora, más o menos efectiva, se suma un arma de grueso calibre: la creación de un estado de ánimo que rompa el apoyo popular. Es decir, una quinta columna que haga ineficaz la aplicación de políticas distributivas y de justicia social. Me refiero a implementar conscientemente el mercado negro, el acaparamiento, el desabastecimiento, cuyo fin es estrangular la economía interna. Se trata de crear un malestar que culpe al gobierno de provocar el caos, tildándolo de ineficaz y corrupto. En todos los países latinoamericanos donde ha gobernado la izquierda se emplea esta táctica, cuyos efectos han sido devastadores.

Fomentar la desaparición en los supermercados, tiendas y locales comerciales de productos de primera necesidad, como jabón, papel higiénico, pasta de dientes y alimentos básicos mina, sin duda, el bloque popular. Lo hace ser vulnerable a prácticas corruptas, justificadas por la necesidad. En eso se asientan las políticas de la derecha para justificar sus estrategias golpistas y sediciosas. Crean el problema y fomentan el caos tensando la cuerda hasta romperla.

Ellos no tienen problemas, no sufren el desabastecimiento y el mercado negro de divisas les beneficia. Igualmente acaparan todo tipo de alimentos y utilizan los medios de comunicación para crear alarma, llamando a la población a levantarse contra el gobierno. El manual se cumple a rajatabla. Los objetivos desestabilizadores internos se apoyan en un bloqueo internacional que Estados Unidos y sus aliados fomentan impidiendo la compra de productos de primera necesidad, repuestos, bloqueando inversiones y reduciendo el crédito.

Hoy, la república Bolivariana de Venezuela sufre este embate. La posibilidad de romper esta estrategia pasa por dar poder habilitante al presidente para combatir la corrupción. Esa es la batalla.


jueves, 10 de octubre de 2013

Campo mexicano: dependencia y resistencia

Dependencia y resistencia, las dos caras del campo mexicano: Armando Bartra
A partir de un análisis del desastre alimentario que viene después del arrasamiento dejado por el Huracán Manuel, el filósofo advierte que no hay herramientas para enfrentar la pobreza moderna en el campo.
JAIME QUINTANA GUERRERO
Publicado en Desinformémonos



México. El campo mexicano va “de peor en peor”, afirma el investigador Armando Bartra, quien indica que crece la dependencia alimentaria por la mercantilización de los productos, lo que los gobiernos aprovechan para renovar el clientelismo y hacer mercadotecnia política. La otra cara de la moneda, contrasta, es la voluntad de los pueblos para seguir viviendo como comunidad.

“La gente del campo enfrenta un tipo de pobreza distinta a la histórica. A la actual no la pueden combatir, no hay formas ni saberes utilizables para enfrentarla”, declara en entrevista con Desinformémonos Armando Bartra, académico e  investigador del campo mexicano.

En la pobreza moderna, a la que ya nos acostumbramos, describe el escritor, la gente vio cómo se destruyeron sus estrategias de sobrevivencia anteriores. “Sabe que hay que apretarse el cinturón, que es una pobreza colectiva y solidaria. Es la pobreza de la vida”. Anteriormente había escasez y desnutrición, pero hoy, resalta el autor de Hambre. Carnaval. Dos miradas a la crisis de la modernidad, la gente no sabe qué hacer ante ello porque sus recursos están destruidos.

Bartra cuestiona que en México, la gente que enfrenta hambre es justamente la que produce los alimentos. “¿Por qué la Cruzada Nacional Contra el Hambre va orientada a las comunidades que pudieron producir sus propios alimentos? ¿Y por qué los campesinos, cuando hay temporales, tienden la mano cuando llega Rosario Robles – secretaria de Desarrollo Social  del gobierno de Enrique Peña Nieto- a entregarles algo que finalmente ellos producen? ¿Cómo es posible que quienes tienen en sus manos la tierra, y en sus saberes la posibilidad de generar la alimentación, sean los mayores afectados y sufran más por la falta de comida?”.

La respuesta a la paradoja de campesinos sin alimentos de es que el problema no es tenerlos, explica,  “sino saber generarlos y producirlos, que es distinto a poderlos comprar”. La alimentación se convirtió en un problema de mercancía y de capacidad adquisitiva. Por ello, detalla, “el más pobre es el que se muere de hambre, independientemente de que cultive los alimentos, o pueda hacerlo”.

Las distintas políticas de asistencia social y programas de combate a la pobreza modificaron la percepción que las personas tienen de los alimentos y su propia sobrevivencia, indica el académico. “Hoy, si no llega el pan de caja, el refresco, el atún, el aceite, el arroz, etcétera, la gente se siente desamparada”, afirma. Los ciudadanos son más dependientes alimentariamente que antes, “lo que es inadmisible”, y se generó una nueva lógica de consumo, explica el autor de La Utopía Posible.

La vida en el campo no es fácil, agrega. “No es el paraíso terrenal, con esa idea de que vas y recoges la frutas, que la madre naturaleza te protege y que con plantitas te curas, y que antes vivíamos muchos años. Vivir en el campo es un tipo de pobreza y escasez  manejable”.

El experto señala que en el nuevo gobierno priista, llegan los funcionarios a las comunidades con el pretexto de depurar el padrón de beneficiarios de los migrantes y los muertos, pero “ni madres. Van a recrear el clientelismo”, afirma.

La mercadotecnia política se suma al clientelismo revivido: “Van los funcionarios públicos a tomarse la foto. Ahora tenemos a Enrique Peña Nieto con el copete mojado, en labores de salvación. Los desastres naturales se usan como mercadotecnia política y el hambre de la gente como programa clientelar”.

La Cruzada Nacional Contra el Hambre no es un programa, aclara Bartra, pues “no tiene recursos propios. Es una supuesta coordinación de programas y una nueva visión clientelar”. La lógica detrás de ella es volver a hacer clientes a quienes ya eran beneficiarios de ellos. “Les dicen, si tenías derecho a tal o cual programa, tienes que hacer méritos”. El filósofo califica de “perverso” el modo de funcionamiento de la Cruzada.

Desastres naturales, agravados por la mercantilización

El 15 de septiembre de 2013, dos huracanes arrasaron cientos de comunidades de Guerrero, Oaxaca, Veracruz y el norte de país, con daños incalculables, decenas de muertos, casas, carreteras y siembras destruidas. En estas catástrofes “tenemos pueblos que de por sí están en una situación de enorme fragilidad. Se quedaron aislados. Antes tenían una mayor capacidad de sobrevivir con sus alimentos autogenerados, pero hoy la perdieron, en muchos casos”.

La lógica del dinero cambió la vida campesina, considera el filósofo, pues el elemento mercantil hace que haya más dependencia. “Si no puede llegar el camión refresquero, cervecero o de comida chatarra, la gente se va a morir de hambre. Si no me llega Oportunidades, no voy  a poder comprar lo necesario para vivir”, explica. “Eso hace que un temporal como el que pasó Guerrero se vuelva inmanejable”.

Bartra relata que hace más de veinte años, una tormenta arrasó en la Sierra de Puebla con huertas, milpas y vías de comunicación. La gente “en dos o tres días ya no tuvo nada que comer, porque le dedicó la mayor parte de su tierra al cultivo del café”. Este producto sustituyó a los otros, explica, pues los campesinos pensaron que con lo que vendieran, comprarían maíz, frijol y arroz, “y de pronto las vías de comunicación se cortaron y ya no tenían que comer. Descubrieron que dependían de los alimentos traídos de fuera y decidieron cultivar café y hacer milpa”.

El filósofo agrega que una de las razones por las cuales el impacto de los huracanes fue tan severo es porque no hay árboles. “Nos acabamos el monte y por eso es más fácil que vengan los aludes. Si no tenemos monte, la tierra se va a llevar las calles, las carreteras y pueblos. Necesitamos recuperarlo. De todos modos habrá temporal, y lluvia; se tumbará la milpa, pero no se va a llevar el pueblo”.

La gente se da cuenta de la necesidad de los árboles cuando llega el temporal y sucede el desastre. “Se requiere ayuda de afuera. Los chilangos podemos ayudar con alimentos para la Montaña, Costa Chica y Costa Grande, pero no se puede estar tan desprotegido. Estás en un mundo que manejabas, pero ahora es más difícil con el cambio climático que nosotros provocamos como mercado”.

Las viejas nuevas labores del ejército

A raíz del desastre traído por los huracanes, apunta Bartra, el Estado decidió recurrir no sólo a recursos externos y a la solidaridad, sino a las fuerzas armadas. En Guerrero, la Cruzada Nacional contra el Hambre también se implementa de la mano de los soldados. “Fue acuerdo de los gobiernos del estado y federal entrar a las zonas campesinas implementando el Plan DN-III Social, que consiste en que el ejército ayude en el plan de alimentación”.

“Tenemos en Guerrero una perversión sobre otra perversión”, explica Armando Bartra, quien escribió el libro Guerrero Bronco. Campesinos, Ciudadanos Y Guerrilleros En La Costa Grande. “Tienes una situación desastrosa por el temporal y por la presencia del narcotráfico y del ejército. Además, la Montaña está pagando una deuda histórica por la deforestación”.

El estudioso recuerda que la gente en Guerrero conoce “para su desgracia” lo que es el ejército, cuyo papel en esta región ha sido de “genocida”. Luego, “la guerra contra el narcotráfico se transformó en una guerra contra las comunidades. Esa es la historia de lo que la gente conoce y que no empieza con Felipe Calderón.  Bartra se remonta a los tiempos de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y el Plan Cóndor para ejemplificar su afirmación.

Estudiosos de los movimientos sociales, Bartra señala que el Partido de la Revolución Institucional (PRI), siempre manejó los acuerdos con el narco. “Felipe Calderón, de una manera descarada, desata una guerra que ya no es persiguiendo a la guerrilla, aunque ahí están el Ejercito Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y el Ejército Popular Revolucionario (EPR). El ejército se convierte en un cartel diferente”.

En Guerrero, ante una violencia “entripada”, expone el investigador, los habitantes decidieron proporcionarse a sí mismos justicia. “Descubres que la seguridad es producto de la vida comunitaria, con una decisión de asamblea y una coordinación de comunidades”, señala. Por 17 años, el modelo funciona bien, “se acaba esa violencia de pueblo, se genera un tipo de justicia de compensación, se reeduca”, afirma Bartra. Entonces, entra el ejército.

“Lo que están haciendo es remilitarizar  la zona, y no en cualquier lado, sino donde hay más organización comunitaria. Fragilizan el tejido social, descomponen la economía, destruyen tus estrategias colectivas, y ya que estas bien madreado, llegan para cortarte el pelo y arreglarte los dientes, o hacer ollas y darte de comer”.

Debilitar a una comunidad es parte de la estrategia -“que venga el ejército y nos regale comida”, insiste-, pero la otra cara “es que la gente no se deja, es la dignidad. Pueden haber derrotas y fracasos, pero los campesinos siguen ahí y hay resistencia para rato”.

Relato de una destrucción del campo

Mientras México va de mal en peor, “el campo va de peor en peor”, afirma Bartra, pues actualmente hay destrucción de los tejidos social, productivo, y del medio ambiente.

En los años sesenta, “México fue autosuficiente en granos básicos -maíz, frijol, etcétera- y llegamos a ser exportadores modestos”, informa el académico. Entre 1970 y 1980 se vivió una crisis agraria, en la que se redujo la producción de maíz y se dieron problemas de abasto. La crisis se asoció a “precios no remunerativos” de los productos: si la cosecha era comercial, el precio era insuficiente para pagar los costos, y al final se desalentaba la producción maicera.

El problema mayor, resalta Bartra, es que ya había una o dos generaciones de hijos de ejidatarios sin tierra, pues los ejidos dotados en la primera época del cardenismo  y las posteriores ampliaciones ya no eran suficientes para dar a los campesinos nuevos parcelas propias. De ahí vino la lucha de recuperación de tierras de los setentas y ochentas.

En ese tiempo, una familia campesina se caracterizaba por abundancia de fuerza de trabajo, es decir, “muchos jóvenes y muy poca tierra. La capacidad laboral era comparativamente enorme y el pedacito de tierra muy pequeño. Se rentó, se pidió, pero no alcanzaba”.

En términos absolutos el campo mexicano siguió en crecimiento. Las familias eran numerosas, los pueblos densos y había presión sobre la tierra. Los programas estatales de los setentas y ochentas fueron muy costosos, señala Bartra, además de corruptos. De ellos vivieron varios secretarios de Estado, afirma el estudioso. “Era  el paraíso de la burocracia, de la corrupción, del clientelismo, pero como quiera que sea, había programas sociales comprometidos con fomentar la agricultura”, reconoce Bartra. La situación terminó con la entrada de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT)  y después al Tratado de Libre Comercio.

El gobierno de Carlos Salinas de Gortari efectuó una política de vaciamiento del campo y sus habitantes, con la idea de hacer desarrollo urbano industrial, afirma. Predominó la idea de ser empresario u obrero, pues si eres campesino serás pobre toda la vida. “Ya no existe el campesino familiar, sino el campesino en vías de ser empresario -uno de cada 100, y los otros 99 en vías de ser jornaleros o migrantes”, expone.

En la lógica tecnocrática, los campesinos dejaron de importar pues “no aportan al Producto Interno Bruto (PIB)”. La actividad primaria -agrícola, forestal, agropecuaria y pesquera-  siempre está por debajo del cuatro por ciento. “Si en el campo hay 25 millones de mexicanos, que producen cuatro pesos, para esa lógica sobran. Es la leyenda negra: el campo mexicano no produce y no aporta, consume y es  ineficiente”.

El campo se vació, pero no se incrementó la capacidad real de absorber la mano de obra por parte de la industria  y los servicios, detalla el investigador. “Antes los hijos de los ferrocarrileros tenían la esperanza de que iban a ser ferrocarrileros”; pero esa expectativa ya se perdió, asegura. “No garantiza nada ser un hijo de un obrero, y no digamos ya en el campo, que dejó de ser un lugar de futuro, un proyecto de futuro, los jóvenes se van porque no hay un proyecto exitoso”.

Bartra relata que ya son dos generaciones a las que se les quitó un porvenir en el campo. “Muchos jóvenes están en el campo como una maldición, porque no han podido irse después de la crisis recesiva de los Estados Unidos”, concluye Armando Bartra.

Territorio y pérdida del campo

Bartra expone que en los últimos 15 años se registró una pérdida de  los espacios de control de las comunidades por la expansión progresiva del control territorial del narcotráfico, por un lado, y los megaproyectos, por el otro. Además, recalca, las políticas públicas dejaron morir al campo. “No fomentaron un proyecto rural y se olvidaron de la seguridad y la soberanía alimentaria”. Como resultado, existe migración pero también una resistencia de los pueblos en contra del despojo, señala.

“La gente resiste. Tiene esa enorme voluntad de seguir siendo comunidad. Si migro, lo hago con mi pueblo a cuestas. No lo olvido, es el lugar al que voy a regresar, donde están mi mamá y mis hijos, donde voy a envejecer. Es mi identidad”, abunda el académico. Bartra precisa que se puede ser pueblo incluso en la ciudad de México, pues se trata de ser colectivo y resistir, no de mirarse como individuos”.

La migración no sólo se lleva a los jóvenes de sus pueblos, explica Bartra, sino que algunos se vuelven sicarios. Como contraposición, existe una corriente de reforzamiento del campo. “Estas dos caras nos definen hoy por hoy. Ya no estamos en los tiempos de creerle al gobierno las políticas de fomento y que con ellas vamos a salir adelante”, argumenta. Lo que viene, expresa, son las autonomías y los fueros ordinarios, “que es lo que se está haciendo abajo y que no es el gran proyecto nacional”.

Bartra traza en la entrevista una línea del tiempo de los indígenas y campesinos mexicanos de las últimas cuatro décadas. Los que en los años setentas arriesgaron la vida para tomar latifundios y repartirse la tierra; los que en los ochentas se organizaron en proyectos económicos, como las cooperativas, para conseguir crédito, fertilizantes, semillas mejoradas, herbicidas, y buscar autonomía de gestión; y la llegada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la visibilidad de los pueblos indios –con su deseo de seguir siendo pueblos a pesar del vaciamiento de los territorios.

“Entre los campesinos que lucharon en los setentas, los que se organizaron en la producción en los ochentas, y el levantamiento del EZLN, se demostró que podemos gobernarnos en nuestros territorios, seamos o no indios, y que lo pueblos originarios tienen una identidad”. La visibilidad que lograron los pueblos indígenas, apunta el filósofo, no se dio “porque los muy pobrecitos son muy pobres y enfermos y no tienen donde vivir, sino porque los cabrones se levantaron en armas y dieron un clarinazo. Demostraron que el país se está hundiendo y que ellos son los protagonistas de la nueva visión que se tiene de México en los años noventa”.

Los movimientos sociales están otra vez a la defensiva, valora Bartra. “Ya no es el chahuistle el que cayó, ahora entraron las tuzas, que se están llevando lo que quedó de maíz. Y las tuzas son las mineras y los megaproyectos -que pueden ser carreteras, tuberías, productoras de petróleo, turismo, etcétera”.


Publicado el 07 de octubre de 2013

jueves, 12 de septiembre de 2013

Colombia: Agro, oportunidades y las cosas en su lugar

La gran oportunidad del agro en Colombia
El campesinado se ha ganado el corazón de los colombianos, que comienzan a entender cuán importante es recuperar la soberanía alimentaria.
HÉCTOR MONDRAGÓN*
Fuente: Desinformémonos


Colombia. El paro nacional realizado pacíficamente por cientos de miles de campesinas y campesinos, ha abierto la posibilidad para que el sector agropecuario del país tome un rumbo diferente al que le han marcado el modelo económico y las políticas agrarias de gobierno tras gobierno.

El presidente Juan Manuel Santos ha dicho que los acontecimientos vividos en estos últimos días han sido una gran oportunidad para dar una señal clara sobre sus intenciones hacia el futuro en materia de desarrollo agropecuario.

Algunas medidas inmediatas han sido anunciadas para atender los reclamos más urgentes de los campesinos. El gobierno restringiría la importación de papa, lactosueros, leche en polvo, quesos, fríjol, arveja, pera y tomate. Se eliminarán o reducirán los aranceles de importación de los fertilizantes.

Son medidas urgentes. Sin embargo, si realmente se quiere ir más allá de apagar el incendio expresado en los paros cafetero y papero, la movilización del Catatumbo, el paro minero, las movilizaciones indígenas, la consulta popular en Piedras y el paro nacional agrario, será necesario ir al fondo y revertir las causas esenciales de la triste situación de la economía agropecuaria y del tejido económico rural:

1. Los TLC. Estos tratados planifican a largo plazo la continuidad de las importaciones de países que mantienen altos subsidios a su productos agrícolas y pecuarios; establecen normas de propiedad intelectual injustas y lesivas, como las que han determinado la resolución 970 de 2010 del ICA, que suscita tanto rechazo del campesinado pues ataca el derecho del agricultor productor a reproducir sus semillas; o como las que imponen un mayor precio a los insumos patentados; o como las que permiten patentar seres vivos; o como las que imponen indemnizar a las transnacionales mineras o petroleras si se modifican las normas generales que las favorecen.

2. La destrucción de la institucionalidad agropecuaria. Si el país no genera tecnología propia es porque al ICA se le destruyó la posibilidad de hacerlo. Solamente generando tecnología adecuada para cada ecosistema y forma de producción, como lo hace Vietnam, es posible avanzar. Si Colombia está sometida a los precios que las trasnacionales imponen a los fertilizantes y otros insumos es porque abandonó totalmente el fomento de la industria de insumos y empresas como Ferticol languidecen mientras el agro necesita que se revitalice. Nuestra agricultura se duele porque no tiene una poderosa institución de crédito agropecuario y muchos campesinos y otros agricultores tienen que endeudarse con los proveedores de insumos pagando altos intereses. No existe un servicio estatal para planificar y orientar el mercadeo agropecuario y garantizar precios mínimos o de sustentación.

3. La financiarización de la economía. La política económica ha fortalecido la especulación financiera sosteniendo altos intereses bancarios, permitiendo que el inversionista extranjero gane aún más con la revaluación del peso y no con la rentabilidad de la inversión industrial y agrícola; la apertura a las importaciones y la ausencia de presupuestos de fomento ha  debilitado la industria y la economía y el sector financiero ha pasado a ser el más dinámico y fuerte de la economía.

4. El extractivismo. El debilitamiento del sector productivo se quiere contrarrestar con un crecimiento acelerado de las explotaciones mineras, petroleras para la exportación, así como e hidroeléctricas, lo cual deriva región tras región en golpes a los ecosistemas rurales, a la diversidad cultural y al sector agropecuario. Sin atender al fortalecimiento de la agricultura y la industria y sin prioridad para la defensa del medio ambiente, el extractivismo no hace más que reeditar la economía colonial.

5. El acaparamiento de la tierra. Más de 16 millones de hectáreas aptas para la agricultura están desperdiciadas en manos de grandes propietarios, ocasionando que Colombia tenga los precios más altos de la tierra en toda América latina. Lo que el agricultor tiene que pagar como arriendo o precio de compra lícita por una buena tierra acaba con la rentabilidad de la misma. Las grandes empresas acaparando tierras que fueron adquiridas ilícitamente, violando normas legales y los últimos gobiernos se dedican a aprobar o tratar de aprobar leyes u otras normas para tratar de legalizar la apropiación indebida de tierra. En lugar de poner en manos de agricultores las buenas tierras desperdiciadas se ha generado un acelerado proceso de despojo o traspaso de tierras ya cultivadas por los campesinos.

¿Será que el gobierno está dispuesto a revertir estos males? ¿Va a seguir insistiendo en proyectos de ley que legalizan la apropiación indebida de tierras y su acaparamiento? ¿Va a parar definitivamente el alud de importaciones agropecuarias? ¿Va insistir en tratar de impedir que los agricultores reproduzcan sus semillas y en ponerlos a depender de las semillas de las transnacionales y los paquetes de plaguicidas y fertilizantes asociados con ellas? ¿Van a insistir los defensores del actual modelo en negar la viabilidad de la economía campesina?

El paro nacional agrario ha puesto las cosas en su punto. El campesinado se ha ganado el corazón de los colombianos que comienzan a entender cuán importante es recuperar la soberanía alimentaria. El día en que toda Colombia salga pacíficamente, como salió toda Tunja al cacerolazo del domingo 25 de agosto o como salió toda Ipiales a la marcha del día siguiente, ese día las cosas van a cambiar. Es lo que tratan de frustrar la represión, la violencia y el vandalismo. ¡Sólo la movilización civil pacífica de millones de colombianos cambiará las cosas!

Edición N° 00366 – Semana del 30 de Agosto al 5 de Setiembre de 2013

*Héctor Mondragón es consultor de ILSA. Este texto fue publicado en la página de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), edición del 30 de Agosto al 5 de Septiembre de 2013.


Publicado el 09 de septiembre de 2013

lunes, 9 de septiembre de 2013

Colombia: Paro Agrario

Colombia se paraliza en defensa del campo
Los manifestantes denuncian que el gobierno “carece de voluntad y acción política” para atender las exigencias del sector agrario, no hay garantías para el libre ejercicio de la protesta social, y se sigue estigmatizando a los marchantes como “aliados de grupos terroristas”.
SERVINDI Y DESDE ABAJO
Fuente: Desinformémonos



Colombia. En las principales ciudades del país, miles de personas se concentran por las noches para solidarizarse con los campesinos y los demás sectores que participan en el paro nacional, iniciado el 19 de agosto, y para rechazar que la respuesta a los reclamos sociales sea la brutalidad policial, que ya cobró la vida de tres manifestantes y ha dejado decenas de heridos de bala, torturados, detenidos ilegalmente y una violación sexual. El presidente Juan Manuel Santos decretó la militarización del país.

El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) anunció una marcha pacífica (minga) para los días lunes 2 y martes 3 de septiembre en la ciudad de Popayán en rechazo a los tratados de libre comercio (TLC) y en defensa del territorio y el agro colombiano.

El pliego petitorio de los campesinos colombianos incluye: la implementación de medidas y acciones frente a la crisis de la producción agropecuaria; acceso a la propiedad de la tierra; reconocimiento a la territorialidad campesina; la participación efectiva de las comunidades y los mineros pequeños y tradicionales en la formulación y desarrollo de la política minera; la adopción de medidas reales para el ejercicio de los derechos políticos de la población rural; así como inversión social en la población rural y urbana en educación, salud, vivienda, servicios públicos y vías.

El defensa de la tierra y el agro

Lo que el libre comercio y la apertura produjeron en Colombia en 20 años en la seguridad alimentaria nacional ha sido un aumento descomunal de la vulnerabilidad. En 1989, el agro colombiano suministraba el 90 por ciento  de los bienes agropecuarios demandados por industrias y hogares, en 2006 ya se importaban cerca de 5 millones de toneladas. Con relación al consumo nacional, equivalían al 95 por ciento  del trigo, al 100 por ciento  de la cebada; al 75 por ciento  del maíz; al 90 por ciento  de la soya; al 90 por ciento  del sorgo; al 33 por ciento  del fríjol y al 100 por ciento  de la lenteja, del garbanzo y de la arveja seca. El área algodonera sembrada se redujo de más de 200 mil hectáreas a menos de 30 mil. Para los últimos años, el número de toneladas importadas de productos del ámbito agropecuario se ha duplicado, rodeando los 10 millones, y para 2013, con el TLC con Estados Unidos, puede superarlo, al crecer en el 81 por ciento  las provenientes de ese país, tan sólo para el primer semestre.

Ante tal avalancha, estimulados por promesas oficiales, muchos agricultores, pequeños, medianos y grandes, se refugiaron en géneros presentados como “promisorios” en la globalización agrícola. Las principales guaridas fueron el café, la panela y el cacao, fomentados en los programas de sustitución de cultivos de uso ilícito, la leche, la palma de aceite, las hortalizas, las frutas y la papa. Unos bienes tropicales y otros de más difícil transacción.

¿Cuál es la novedad? Que las importaciones de tales productos también comenzaron a dispararse. En café, en los últimos años, sin contar contrabando, han oscilado ente 500 mil y un millón de sacos; en cacao, alcanzan cerca del 10 por ciento  de la producción nacional y un porcentaje algo mayor en aceites de palma, lo que contribuye a que las compras externas totales de aceites y grasas de origen vegetal y animal ya sumen más de 600 millones de dólares; las de lácteos y huevos, entre 2011 y 2012, crecieron 144 por ciento  (¡¡), de casi 50 millones de dólares a cerca de 120. Las de azúcar, sin contar, el ingreso de sustitutos como el jarabe de maíz, pasan de 300 mil toneladas, aproximadamente el 15 por ciento  de la producción nacional, impactando toda la cadena del dulce, incluida la panela. Con relación a la papa, hay una avalancha de producto procesado; entre 2010 y 2012, se ha duplicado hasta 20 mil toneladas, equivalentes a más de 200 mil de papa fresca, perdiéndose el mercado industrial con la competencia foránea.

Es un proceso que a campesinos, productores y empresarios rurales los ha acorralado a punta de importaciones y ya no queda renglón posible ni acceso fácil a recursos financieros para sostenerse. Esta es, además del alza exponencial de los costos de producción principalmente por insumos, fertilizantes y semillas, combustibles y energía, la explicación del estallido generalizado que en varias regiones causó movilizaciones ciudadanas multitudinarias.

Se suman los indígenas

El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) anunció una marcha pacífica (minga) para los días lunes 2 y martes 3 de septiembre en la ciudad de Popayán en rechazo a los tratados de libre comercio (TLC) y en defensa del territorio y el agro colombiano.

La decisión fue adoptada por el CRIC y sus 120 autoridades tradicionales el miércoles 28 de agosto y las movilizaciones de carácter pacífico se realizarán en el marco de las jornadas del paro nacional agrario.

Asimismo, expresará el rechazo a la “grotesca declaración” del presidente Santos que intenta minimizar las marchas ante los medios masivos y llegó al colmo de afirmar que “el paro nacional agrario no existe” y que “los bloqueos son minúsculos”.

El CRIC consideró justa la lucha de los campesinos y campesinas de Colombia y remarcó que el Cauca es uno de los departamentos del país productores de café, frutales, hortalizas, papa, leche y otros productos agrícolas. Por lo tanto también está siendo afectado con la problemática actual.

Indican que el territorio caucano como en el resto de país, también está siendo amenazado por la explotación minera, la implementación de megaproyectos, la constante militarización e intervención territorial.

Denuncian que el gobierno nacional “carece de voluntad y acción política” para atender las exigencias del sector agrario, no hay garantías para el libre ejercicio de la protesta social, y se sigue estigmatizando a los marchantes como “aliados de grupos terroristas”.

Destaca que el paro agrario ha hecho visible la crítica situación de los productores del campo, la falta de una verdadera política agraria nacional, la falta de inversión para la producción, la ausencia de garantías para la comercialización de productos campesinos y las desmedidas importaciones.

El TLC en cuestión

El CRIC sostuvo que el movimiento indígena alertó al país en marzo de 2004 sobre las nefastas consecuencias que tendría el TLC para el sector agrario nacional.

En tal sentido recordó que la Consulta Popular y Ciudadana en seis municipios indígenas del Cauca dio como resultado un rechazo del 90 por ciento a la firma del TLC con Estados Unidos.

El paro en las ciudades

Para sorpresa de propios y extraños, Colombia sintió este jueves 29 de agosto la energía de la solidaridad y la identidad juvenil y de los trabajadores con los campesinos en paro.

Convocados por una plataforma plural de organizaciones, entre ellas la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane) y las Centrales Obreras, que habían citado con anterioridad al país nacional para protestar contra la política económica y educativa en marcha, esta citación coincidió con el paro campesino que ya se acerca a las dos semanas de agitación rural, suburbana y urbana.

La citación obtuvo eco. En ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Ibagué, Neiva, Pereira y otras más, miles de personas desfilaron entonando consignas que demandan solución oficial a las reivindicaciones de los campesinos.

Muchas de estas marchas, que en sus inicios fueron tranquilas, se tornoran en el curso o final de las mismas en intensas confrontaciones entre los Escuadrones antimotínes y los marchantes, de las cuales resultaron cientos de heridos, en su mayoría: los inconformes; los detenidos también se suman por decenas.

En el caso de Bogotá, donde desde primeras horas del día se sintió la reducción del transporte público y era notable el ambiente de tensión que cubría la urbe, con menos gente y vehículos automotores en las vías que la circundan, sin estudio en los colegios y universidades, las protestas también se presentaron en localidades como Ciudad Bolívar, Engativá, Suba y Bosa, y la aledaña Soacha, municipio adscrito al departamento de Cundinamarca.

La protesta social allí escenificada se tradujo en un cuasi alzamiento social, donde los miles de inconformes se dirigieron con toda su bronca contra edificios de entidades bancarias y contra los Comandos de Atención Inmediata (CAI) de la policía. En su enfurecida protesta, también salieron afectados pequeños y medianos comercios, hurtados por oportunistas que vieron la ocasión para hacerse a uno pesos, a pesar de afectar a otros semejantes.

De estas protestas y confrontaciones los heridos y detenidos se cuentan por decenas, sin dejarse de relacionar los muertos que para el caso de Bogotá son dos: uno en Engativá y otro más en Suba. Un tercer manifestante asesinado se presentó en Soacha.

La respuesta oficial

 Es extraño, por decir lo menos, la versión oficial sobre lo sucedido el día 29 de agosto. Todos los reportes aluden a la “violencia de los vándalos”, al “irrespeto sobre la policía”, sin embargo, en los reportes de heridos quienes están registrados son, en su mayoría, civiles; solamente en Soacha se registran (3) policías heridos a bala; para el caso de los muertos, como se anotó arriba, todos son civiles.

Al finalizar el día jueves 29, el alto Gobierno se dio cita en Consejo extraordinario de ministros para evaluar la situación del país. La militarización de Bogotá y la orden de desplegar una cacería de brujas fue lo concluido en el mismo. Se acerca, por tanto, tiempos sombríos para el activismo social.

Publicado el 02 de septiembre de 2013

lunes, 5 de agosto de 2013

Votan IV. Día Menos 7

Votan IV.

Día Menos 7.


En el que se devela algo de lo que en otr@s admira el corazón zapatista, se avisa que hay exent@s y se imparten consejos ociosos que nadie habrá de seguir.

Agosto del 2013.

Bien, ya falta poco.  Me refiero a los días que faltan para iniciar la escuelita, no a lo que tenemos y queremos decir.

Si usted busca por ahí alguna escuela que le asigne un maestro, una maestra, a cada estudiante individual, las 24 horas del día, que sea gratuita y laica, y que le proporcione los alimentos y el hospedaje mientras aprende-enseña, pues le deseamos buena suerte.

Como ya saben, la escolaridad de quienes asisten va desde el maternal hasta el doctorado en el extranjero (y por “extranjero” no nos referimos a otros países distintos al nuestro, sino al ser ajenos, extraños, así que muchas instituciones educativas en nuestro país son extranjeras).  Y los calendarios se alargan desde los meses de vida hasta arriba de los 90 años.  Todas y todos serán recibidos en el corazón colectivo que somos, sin importar si viene a comunidad, o le toca en CIDECI, o en otra geografía por la videoconferencia, o recibiendo los materiales de apoyo, o aguardando su tiempo.

Tal vez usted alcance a darse cuenta del esfuerzo organizativo que esto de la escuelita representa para los pueblos zapatistas.

Pero no se pregunte usted por qué y cómo un grupo de comunidades indígenas decide hospedar, alimentar, convivir y compartir sus conocimientos con un grupo de extraños, de diferentes, de otr@s.  O cómo es que el objeto de la limosna, la lástima, la pena y esos otros nombres tras lo que se oculta el racismo, la discriminación y el desprecio, es decir, los indígenas zapatistas, cometen la osadía de declarar que tienen algo que enseñar y para eso erigen, como antes un barco absurdo en plena selva, una escuelita tan grande que abarca el mundo entero.

O sí, pero también pregúntese cómo es posible que personas de los 5 continentes, de la más variada nacionalidad (ese truco barato de banderas, fronteras y pasaportes), de grandes o pequeños conocimientos, decide que sí tiene algo que aprender de personas que están catalogadas en los grandes libros y en los discursos gubernamentales como “ignorantes”, “retrasadas”, “marginadas”, “pobres”, “analfabetas”, y los etcéteras que puede encontrar usted en los “estudios” del INEGI, en los manuales de antropología, y en las palabras y gestos de asco de quienes dicen gobernar el mundo.

¿Por qué gente de renombre o sin nombre, toma de su tiempo y lo emplea en escuchar, y en la mayoría de los casos también en viajar, para aprender de los pueblos zapatistas?

Porque lo que es a nosotras, a nosotros los zapatistas, no nos maravilla nuestro continuo y persistente sube y baja en la lucha por la vida, es decir, por la libertad.  Lo que realmente nos sorprende es que existan personas como usted que, pudiendo elegir destinos más amables, cómodos y confortantes, deciden poner su corazón en las rebeldes montañas del sureste mexicano para así, con nosotr@s, iluminar con un relámpago, un agosto en el último rincón, en el más pequeño.

¿Por qué?  ¿Será porque acaso intuyen, saben, conocen, que la luz no viene de arriba, sino que nace y se crece desde abajo?  ¿Que no es producto de un líder, jefe, caudillo, sabio, sino del común de la gente?  ¿Será que en sus cuentas lo grande empieza pequeño y lo que sacude al mundo cada tanto, inicia con apenas un murmullo, quedo, bajo, casi imperceptible?  O tal vez imaginan cómo es el estruendo de un mundo cuando se desmorona.  Tal vez saben que los mundos nuevos se nacen con los más pequeños.

En fin, que lo que en verdad debe de sorprender, es usted acá y con nosotr@s, de este lado, pues.  Y creo que es claro que no me refiero ni al calendario ni a la geografía.

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L@S EXENT@S

Nosotras las zapatistas, los zapatistas, hemos tenido la fortuna de contar con el oído, la palabra y la mano compañera de hombres y mujeres a quienes vemos hacia arriba por su altura moral.  Algun@s de ell@s no han dicho nada directamente sobre nosotr@s, ni a favor ni en contra.  Pero sus palabras sobre el rodar del mundo, lo hacen.

Y hay personas que podrían bien estar en el otro lado, con los de arriba, o con quienes desde distintos lados ven en nosotr@s a un competidor, un estorbo, una molestia, un enemigo, un animal imposible de domar y domesticar.  Allá, de aquel lado, podrían tener honores y cortejos, homenajes y salutaciones.  Para obtenerlos, bastaba tomar distancia de nuestro paso o sumar su silencio al cómplice de otras, de otros.

Algunas de estas personas aceptaron la invitación a la escuelita zapatista por generosidad.  En el alargado camino de su digno andar, siempre mantuvieron los puentes al paso más pequeño, al más olvidado, al nuestro.

¿Hubo otros, otras que también nos apoyaron antes?  Sí, muchos, muchas, y después, en la cresta de la nueva ola en turno, nos demandaron sumisión y sujeción al nuevo ropaje que vestían nuestros perseguidores de siempre, pero ahora de “izquierda”.  Nos exigieron que, postrados, agradeciéramos su apoyo callando frente a las injusticias de siempre, adornadas con falsas palabras.  Como el Mandón, nos exigieron obediencia.  Como al Mandón, les respondimos con rebeldía.

Pero estas otras personas compas, hombres y mujeres de diferentes calendarios y geografías, nunca nos exigieron ni sometimiento ni claudicación.  Y aunque no pocas veces su mirada fue y es crítica con nuestro andar, siempre fue y es compañera.  Ellas, ellos son la prueba de que apoyo no es subordinación (algo que la izquierda mundial todavía no acaba de entender).

A todos ellos, a ellas las invitamos, sí.  Pero no como alumnos.  Según nuestro entender, ellas y ellos entienden bien lo que es la libertad según nosotros, nosotras las zapatistas.  Los invitamos para hacerlos partícipes de esta alegría de ver que nuestro paso, aunque pausado y desconcertante, sigue y va hacia un solo destino, que también es el de ellas y ellos.

Voy a escribir algunos nombres.  No estarán todas, no todos.  Pero al nombrarlos a ellos y a ellas, nombramos a quienes deberían aparecer a nuestro lado y, también, a quienes no están ya porque la muerte se plantó en su camino.  Pero están en nuestra memoria, que es lo único y mejor que tenemos como arma y escudo.  Nos harán falta, por ejemplo: la actividad incansable de la compañera hermana Chapis; la firmeza de la compa Rosa de Querétaro; la mirada-puente de Beverly Brancroft; la risa alegre de Helena, la empecinada lucha de Martha de Los Ríos, la palabra clara de Tomás Segovia; el sabio oído de José Saramago, los sentimientos hermanos de Mario Benedetti, el ingenio de Manuel Vázquez Montalbán, la serena consecuencia de Adolfo Sánchez Vázquez, el profundo conocimiento de Carlos Montemayor, el abrazo fraterno de Andrés Aubry y Angélica Inda, entre much@s otr@s.

Ellas y ellos, y algún@s otr@s, aunque aparecen en la lista de invitad@s como alumn@s, no lo son.  Están, para usar la jerga escolar, exentos.

Será bueno recibirlos y darles un abrazo, aquí o en la geografía desde la que, generosos, nos miran y escuchan.  Lleguen o no lleguen, estarán junto nuestro, como lo que son: nuestras compañeras y compañeros.

Ahora sólo pongo el nombre de poc@s.  Hay más.  A todas ellas y ellos les haremos llegar, junto a nuestro abrazo, admiración y respeto reiterados, la carta de exención que es sólo un símil académico para hacerles saber nuestra gratitud.  Así que aquí están algún@s de quienes están exentos, con honor, del curso “La Libertad según l@s zapatistas”:

.- Nuestras queridas abuelas y madres, las Doñas de Chihuahua y de Sinaloa, en el México de abajo y a la izquierda.
.- Nuestras abuelas y madres de Plaza de Mayo, en la Argentina digna.
.- María Luisa Tomasini, nuestra abuela en Chiapas.
.- Pablo González Casanova.
.- Luis Villoro.
.- Adolfo Gilly.
.- Paulina Fernández C.
.- Óscar Chávez.
.- John Berger.
.- Carlos Aguirre Rojas.
.- Antonio Ramírez Chávez.
.- Domi.
.- Vicente Rojo.
.- Immanuell Wallerstain.
.- Gilberto López y Rivas.
.- Noam Chomsky.
.- María Luisa Capella.
.- Ernesto Cardenal.
.- Neus Espresate Xirau.
.- Marcos Roitman.
.- Arturo Anguiano.
.- Gustavo Esteva Figueroa.
.- Jorge Alonso Sánchez.
.- Hugo Blanco Galdós.
.- Miquel Amorós.
.- Neil Harvey.
.- John Holloway.
.- Malú Huacuja del Toro.
.- Armando Bartra.
.- Michael Hardt.
.- Greg Ruggiero.         .- Raúl Zibechi.
.- Eduardo Galeano.
.- Daniel Viglietti.
.- León Gieco.
.- Sylvia Marcos.
.- Jean Robert.
.- Juan Villoro.
.- Mercedes Olivera.
.- Bárbara Jacobs.
.- Mayor insurgente honorario Félix Serdán.
.- María Jesús de la Fuente Viuda de O’Higgins.
.- Inés Segovia Camelo.
.- Obispo Raúl Vera.
.- Bárbara Zamora.
.- El Mastuerzo.
.- Rocko Pachukote.
.- Francisco Segovia.
.- Zach de la Rocha.
.- Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas.
.- Juan Carlos Mijangos Noh.
.- Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), México.
.- Ignacio Del Valle.
.- Confederación General de Trabajadores, Estado Español.
.- Víctor Flores Olea.
.- Magdalena Gómez.
.- Brigada Callejera “Elisa Martínez”.
.- la banda tuitera.
.- la banda de medios alternativos.
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Consejos ociosos (porque yo sé bien que no me van a hacer caso).

Sobre el ajedrez y las pesadillas.

Si, por ejemplo, a usted le toca su escuelita en la zona del Caracol de La Realidad.  Después de un día ajetreado, con ampollas en manos y pies, pero con ese dolor alegre que sólo da el aprender, usted se sienta en las afueras de la champa.  Saca un cigarrillo y lo enciende mientras ve cómo la luz de la tarde va cediendo a las sombras de la noche. Ve su entorno como si todo se moviera en cámara lenta.  Hay como un silencio de lo cotidiano, lo que ahora le permite apreciar el empecinado aserrar de los grillos, la lucecita juguetona de los cocuyos, el zumzum de los mosquitos.  Entonces usted se decide y saca su tablero portátil de ajedrez.  Está usted acomodando las piezas, cuando se acerca un niño o una niña (usted calcula: entre 8 y 10 años) y se coloca a su lado, en cuclillas.  La niña-niño mira con curiosidad lo que usted hace y le pregunta, con una inocencia fuera de toda sospecha: ¿y qué es eso?  Usted se siente halagado de tener la oportunidad de enseñar algo, sobre todo después de que desde que llegó se la ha pasado recibiendo correcciones de su Votán y de la familia con la que ahora vive.  Así que le da una chupada al cigarrillo y dice: “Ah, es un juego, se llama ajedrez”.  Y aquí viene el momento decisivo.  Usted tiene la tentación de decir lo que no debe decir.  Piensa que, después de todo, es sólo un niño-niña y que será divertido enseñarle ese juego misterioso de inteligencia, táctica y estrategia.  Entonces usted dice las palabras malditas: “¿Quieres que te enseñe cómo se juega?”.  Ya.  Su suerte está echada.  La niña-niño dirá, con inocencia, “bueno, a ver si puedo”.  Después: la pesadilla.  Pasando las primeras explicaciones “éste se llama peón”, “éste alfil”, “éste caballo” y así, el niño-niña, se sentará frente suyo y ya.  Usted se pasará toda la tarde y parte de la noche escuchando que le dicen “jaque mate” una y otra vez.  Ya más tarde, poco antes de que el sueño soñado ocupe el lugar del sueño real, usted murmurará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”.  Yo, cerca y lejos, encenderé la pipa, le daré otro bajón a mi bolsa de galletas de animalitos y pensaré: “odio decir que se los dije, pero se los dije”.  He escuchado maldecir en decenas de idiomas diferentes, cuando los “maestros” de ajedrez son apaleados por l@s niños de la zona de La Realidad.  Después de todo, por algo a este lugar le dicen “La Realidad”, ¿no?

Sobre el Futbol.

Si, por ejemplo, a usted le toca en la zona del Caracol de La Garrucha.  Misma situación que la anterior.  Ahora es un niño que trae un balón jugueteando en las manos.  Ahora le está diciendo-preguntando-retando a usted con un “¿Y en tu pueblo donde vienes saben jugar futbol?”.  Usted entonces siente que en las venas se le agolpan Pelé y Garrincha, Maradona y Cruyff, Ronaldo y Messi (no en un Table Dance, se entiende), Puskas y Di Stéfano (¿me fui muy lejos en el calendario?), o lo que corresponda en sus geografía y calendario.  Yo le aconsejo que sólo sonría y pregunte por el clima o lo que sea, pero… usted empieza a ver todo rojo y, bueno, siempre ha pensado que el chovinismo deportivo es bien tolerado incluso en la izquierda más radical, así que, sin hacer caso a mi consejo, se ajusta sus botas-botines-tenis-chanclas-dedos, y se pone de pie con un “¿Que si sabemos jugar futbol en mi pueblo donde vengo?, ahora vas a ver.  Vamos”.  Ya de noche, cuando usted esté en la duermevela del buen reposo, hará el recuento de los daños y se dirá que falló el portero, la defensa, la media, la delantera, el árbitro, la cancha empinada, el lodo y la mierda del ganado, que después de todo la goliza recibida no fue tan mala, que quedaron que otro día la revancha.  Pero, con el último bostezo, usted murmurará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”.  Yo, cerca y lejos, encenderé la pipa y me recostaré mientras pienso: “odio decir que se los dije, pero se los dije”.  He visto equipos multinacionales de auténticos “cracks” del balompié sucumbir en los “campos de futbol” del Caracol de La Garrucha.  En esa zona, hasta las vacas le saben a la magia del rodar de un balón.

El Pozol Agrio.

En cualquier zona que le toque de cualquiera de los 5 caracoles.  “¡Hay fiesta!” escucha que dicen.  Se levanta usted, aunque todo el cuerpo le duele como si se hubiera pasado todo el día tratando de abordar un transporte público, en hora pico y en su geografía.  Se acerca a donde está la bulla.  Entonces escucha que gritan con júbilo “¡pozol agrio!”.  Hágame caso: dé media vuelta y regrese a la champa que le toca.  Si alguien le ofrece, usted discúlpese con un “gracias, ahora estoy muy lleno” y tóquese la panza con satisfecho énfasis.  Pero, doble contra sencillo, tal vez usted se diga a sí mismo “Bueno, vine a compartir, así que también debo compartir la alegría que parece provocar eso que llaman pozol agrio”, y va y pide que le den un vaso-taza.  Cuando pase usted la noche entera sentado en la letrina, tendrá la necesidad de encender un cigarrillo, manque no fume, y a la fugaz luz del mechero, usted pensará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”.  Yo, no tan cerca y sí lejos, encenderé la pipa y, mientras murmuro “odio decir que se los dije, pero se los dije”, me retiraré más aún, porque, créame, no hay tabaco que cubra ese olor.

La Comida.

Si piensa que algo puede hacerle daño, o sabe que le sienta mal, o le está cayendo mal a su panza, no lo coma.  No se sienta obligad@ a comer lo que no puede.  No lo van a mirar mal, ni será expulsado de la escuelita, ni lo criticarán, ni nada de eso.  En cambio le darán medicina para la panza y le preguntarán qué puede comer que no le siente mal.  Porque bien sabemos nosotros, nosotras, que del alimento, lo que alegra y nutre está en la palabra que lo sazona.  Y sí, puede traer usted lo que guste de comer, siempre y cuando lo comparta.

Y no me refiero a que le dé a cada quien una porción, sino que comparta el cómo se prepara eso, cómo se come, cuál es su historia.  Y no, compartir el dolor de estómago no es parte de la vida comunitaria.

El Recreo.

Sí, puede traer un balón, una guitarra, una obra de teatro, una película, una historia que contar.  Sólo recuerde: todo en el colectivo.  No, no el colectivo del o con el que viene, sino su colectivo acá: su familia y su Votán.  Si escucha que alguien dice “qué alegre está esa tonelada”, no piense que se refiere al peso del tercio de leña o del bidón de agua.  Es sólo una de esas extrañas traducciones que acá abundan: por “tonelada” se refieren a “tonada”.  De nada.

Las consignas.

“Abandone usted toda esperanza de rima”, debería leerse al entrar a una comunidad zapatista.  Si cerca suyo alguien está ensayando una “consigna” para la fiesta de bienvenida o de fin de curso, y usted escucha que dice “no que no, sí que sí, somos un chingo y venceremos”.  No se le ocurra decir que no va así o que no rima, porque entonces será acribillado con “¿por qué?, ¿acaso no somos un chingo?, ¿acaso no venceremos?”  Y al final un “pero me entendiste, ¿no?”

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Vale.  Y no olvide empacar tres cosas básicas: algo para el frío, algo para la lluvia y algo en que atesorar la memoria.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

SupMarcos.

México, Agosto del 2013.

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De Alí Primera, la clásica “No basta rezar” en voz de un zapatista en el pasado Festival de la Digna Rabia, en Chiapas, México.



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Grupo musical de compas zapatistas de Los Altos de Chiapas.


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Bailable regional interpretado por niñas zapatistas en Chiapas, en el Festival de la Digna Rabia.