lunes, 18 de julio de 2011

Ciudades Rurales: Represión y Homologación de la existencia



El espejismo de las “ciudades rurales”

17 de julio de 2011

Aurelio Morales Posselt*

Fuente: Contralínea 242 / 17 de julio de 2011


La autosustentabilidad es un término rimbombante que cobra fuerza en el moderno desarrollo urbano y que actualmente es bandera del discurso político-social en la lucha contra la pobreza, sobre todo en las zonas con altos índices de marginalidad. Es el caso, por ejemplo, de las “ciudades rurales autosustentables” (al respecto, leer el informe Caracoles Anegados, en www.espora.org/limeddh), proyecto de desarrollo social concretado en Chiapas y ya programado en Puebla. Con este tipo de obras, que pronto comenzarán a replicarse en otros estados de la república, se pretende formalmente cumplir con los Objetivos del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza extrema.


El principal argumento de estas “ciudades rurales” es que contribuyen a eliminar la pobreza porque abaten la dispersión de las poblaciones campesinas: mediante estos proyectos se pretende reunir en una gran comunidad a los habitantes disgregados en pequeñas comunidades de apenas unas cuantas familias. Esta agrupación permitiría supuestamente llevar agua corriente, luz eléctrica, teléfono, pavimentación, colegios y clínicas a estas personas. Y no sólo eso. También se presenta a estos proyectos como “autosustentables”.


Sin embargo, no hay claridad sobre lo que el término autosustentable significa en el contexto de la lucha contra la pobreza. Carlos González, politólogo del Colegio de México, en su ensayo Es el desarrollo sustentable, estúpido, da justo en el clavo sobre la opacidad de este tema: un error común en las políticas públicas es utilizar el adjetivo “sustentable” como sinónimo de “ecológico”.


“La sustentabilidad no se reduce a los factores ambientales –indica–. La sustentabilidad de un desarrollo depende, por ejemplo, de la capacidad de identificar las tendencias y el potencial del desarrollo económico de la sociedad en cuestión, pero también de establecer políticas laborales y de mercado que logren una equitativa distribución de la riqueza. Sin estabilidad social, el desarrollo no es sustentable. El crecimiento económico, el incremento en la inversión, incluso el aumento en los índices de empleo, no garantizan la estabilidad y paz social necesaria para un desarrollo progresivo y sustentable si al tamaño de una economía se le oponen altos índices de desigualdad […]. De lo contrario, veremos una progresiva proliferación de discursos populistas en los que –atinadamente en el peor de los casos y sin fundamento en muchos otros– se acusa el enriquecimiento de unos cuantos a costa de otros y se fortalecen esquemas económicos y de bienestar social proteccionistas, conservadores e ineficientes.”


Ahora bien, desde una óptica de derechos humanos es necesario agregar una consideración más al concepto de sustentabilidad y esta es la necesidad de respetar e incluir los derechos sociales y los derechos de los pueblos en los proyectos de desarrollo. De entre estos, además del derecho a la vida digna, el de ser consultados y el de que se respeten sus usos y costumbres. Si un proyecto de desarrollo sustentable, como el caso de las “ciudades rurales”, no considera estos derechos, se le estará condenando al fracaso en su ya mencionado objetivo primordial: el desarrollo humano.

Respetar los derechos de los pueblos –considerado como un conjunto de personas en un espacio cultural-social-político-geográfico determinado, sean o no pueblos indígenas, sean o no culturalmente homogéneos, sean o no constitucionalmente autónomos–, significa respetar su idiosincrasia, sus formas de vida; significa reconocer que pueden, y suelen, tener una cosmología propia y un entendimiento de la vida diferente al nuestro o al de quienes deciden las políticas públicas. La sustentabilidad debe basarse en el profundo reconocimiento de la multiculturalidad de los pueblos, en su respeto y en la voluntad de entenderlos.


Ya basta de querer salvar al campesino, al indígena, de sí mismo. No se puede seguir diciendo que lo que se decide por ellos aunque no estén de acuerdo “es por su bien, que ya entenderán”. Ya basta de obligar a quien tiene una concepción diferente de la vida a homologar su existencia como mano de obra barata. Y basta, también, de confundir la humildad con la pobreza. Los proyectos “sustentables”, como las ciudades rurales y otros, definitivamente no resolverán problema alguno mientras las voces de aquellos a quienes se destinan no sean incluidas, escuchadas y atendidas.


Mientras la sabiduría milenaria de quienes habitan en el campo sea despreciada y calificada de ignorancia; mientras no se construya en conjunto con todas las voces un proyecto a largo plazo, y mientras se sigan edificando por imposición frágiles estructuras listas sólo para la foto, sólo se estarán cambiando unos problemas por otros.


*Área de difusión de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos, AC


Programa de radio, producido por Radio Zapatista

Represión y arbitrariedad en la “primera ciudad rural sustentable del mundo” Nuevo Juan del Grijalva

Fecha: 13 jul 2011 Duración: 13 min

Si quieres escuchar el programa, da click aquí

Nuevo Juan de Grijalva es el proyecto más querido del gobierno de Chiapas y promovida como la primera ciudad rural sustentable del mundo y la solución a la pobreza. Sin embargo, desde que se inauguró sus habitantes han denunciado que no hay empleo, que los proyectos sustentables no funcionan, que los precios de la luz son exorbitantes, que la clínica no funciona y que, en general, se vive una situación desesperada. La ciudad fue construida a partir de un supuesto accidente natural que destruyó casas y tierras al desbordarse el río Grijalva. El gobierno de Chiapas se comprometió a indemnizar a la gente por los daños sufridos a sus tierras y hogares, pero nunca lo hizo. Ahora se construye una gran obra a mando de la Comisión Federal de Electricidad, que afectará extensiones importantes de tierras. Nuevamente, el gobierno se comprometió a indemnizar a los ejidatarios por la destrucción de sus tierras, pero nunca lo hizo. Sin otra alternativa, los habitantes de Nuevo Juan de Grijalva hicieron una manifestación. En vez de cumplir sus promesas, la respuesta del gobierno de Chiapas fue la detención ilegal de los manifestantes, en un desplante de arbitrariedad e injusticia característica de las formas autoritarias y arrogantes del gobernador Juan Sabines Guerrero. Después de una larga lucha y la intervención de organizaciones de derechos humanos e inclusive de las Naciones Unidas, los presos fueron liberados. En visita de la Red de Medios Libres de Chiapas, hablamos con algunos de ellos, quienes nos contaron su experiencia.


Informe sobre afectados por Tapón del Rio Grijalva

Miércoles 9 de marzo de 2011, por Limeddh

http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2011/03/06/chiapas-organizarse-es-conspirar-manifestarse-motin/

jueves, 14 de julio de 2011

Dos reflexiones sobre las autonomías

RESEÑA "PENSAR LAS AUTONOMÍAS" DE BAJO TIERRA EDICIONES‏

Misterios y confusiones sobre el sujeto autonómico


Gilberto López y Rivas


08/07/2011



A partir del resurgimiento y desarrollo de algunos procesos autonómicos indígenas en América Latina como estrategias pluralistas, democratizadoras y antisistémicas, se han publicado libros, como el editado por Jóvenes en Resistencia Alternativa: Pensar las autonomías, alternativas de emancipación al capital y el Estado, México: Ediciones Sísifo y Bajo Tierra, 2011, en el que diversos autores analizamos los múltiples significados de autonomía, que van desde la independencia de la clase política y sus partidos hasta una forma organizativa de los pueblos indios (p. 10).



Este concepto se aplica a prácticas políticas que cuestionan la subordinación, autoritarismo, jerarquía y heteronomía propias del partido y el Estado; a la diversidad, potencia y posibilidad de colectividades autogestivas, autodeterminadas y autorreguladas en luchas y formas organizativas diversas y creativas; a la prefiguración de relaciones que sustituirán las de dominio y explotación capitalista; a los horizontes emancipatorios existentes que constituyen un cambio en la producción, distribución y consumo, así como en la toma de decisiones, tomando en cuenta los antagonismos y contradicciones inherentes a los procesos autonómicos y particularmente los problemas entre los sujetos políticos que asumen esos caminos.



Cuando hemos insistido en la conformación y el fortalecimiento de sujetos autonómicos como condición indispensable de la construcción y sustentabilidad de las autonomías, a partir del acompañamiento de las luchas de los pueblos indígenas y de una ciencia social comprometida y, a la vez, fundamentada en una comprobable base empírica, es porque consideramos que la autonomía no se puede afianzar en una sociedad por decreto. Cualquier proyecto alternativo de trasformación social adoptará la forma del tejido social sobre el que se posa. Si el tejido social que lo fundamenta es vulnerable, en tanto no esté enraizado, construido y apropiado por los propios sujetos, el proyecto está condenado finalmente a fracasar.



La autonomía no es una mera distribución de competencias jurídicas y normativas, o sólo un arreglo administrativo para una región en el interior de un Estado-nación determinado. En el sentido más profundo, no se trata de que el Estado otorgue ciertas prerrogativas y permita algunos cambios en un estatuto o ley a efecto de dar paso a una figura meramente formal de autogobierno. Si no existe una red de comunidades que asuman el ejercicio de la autonomía; si se da un divorcio de los gobiernos regionales con las autoridades municipales y comunitarias, en parte porque estos gobiernos están permeados por los partidos, el arribismo y la corrupción; si el narcotráfico constituye otra visible injerencia heterónoma sobre el ejercicio autonómico por su carácter corporativo como otra empresa capitalista más; si la autonomía se utiliza para establecer formas de segregacionismo étnico o para cobijar nuevos cacicazgos, es evidente que el proceso autonómico se vaciará de contenido, con o sin reformas constitucionales o estatutarias. La hipótesis del equilibrio del proyecto Latautonomy afirma: “En un sistema autonómico –que es un proceso social del cual emerge un nuevo sujeto político– debe existir un equilibrio entre la dimensión política-jurídica, la dimensión cultural-intercultural y la dimensión económica-ecológica. Si un proceso autonómico tiene carencias de una de estas dimensiones (o sobredimensión de otra), existe el peligro de que actores externos (Estado nacional, terratenientes, compañías trasnacionales, etcétera) penetren el sistema, lo subviertan desde adentro y lo destruyan” (www.latautonomy.org/lae_wel.htm).



Las experiencias de regiones de México y Nicaragua, así como de otros países, muestran que en la medida en que no existe un sujeto colectivo con capacidad de organización, de generación de consensos, las posibilidades de avanzar en la construcción o fortalecimiento de autonomías resultan poco probables. La existencia y avance del sujeto autonómico se expresará en un sinnúmero de formas: mediante el establecimiento de juntas de buen gobierno que coordinan –desde abajo– los municipios autónomos zapatistas, por ejemplo; a partir de la integración de organizaciones indígenas independientes del Estado y los partidos, como el EZLN, o la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, que representa el esfuerzo autonómico de una región pluriétnica en el estado de Guerrero, etcétera.



No observo nada misterioso y confuso en insistir en que la experiencia zapatista y la de otros procesos en América Latina muestra que el desarrollo de una red multiétnica consolidada de comunidades y regiones, e incluso de pueblos diversos, es otro de los cambios trascendentes en las actuales autonomías, en las que la pugna intracomunitaria o interétnica por conflictos seculares, linderos o recursos se puede superar para responder unidos ante la intrusión violenta de los estados y las corporaciones capitalistas. Todas las transformaciones internas, rupturas y redefiniciones en los ámbitos comunitarios, regionales y nacional se dificultan sin un sujeto autonómico con capacidades de afirmación hegemónica hacia adentro, de tal forma que contribuya a la cohesión interna por medio de la democracia participativa, la tolerancia y la superación de las divisiones religiosas, étnicas o políticas, la lucha contra la corrupción y contra los intentos de cooptación por parte del Estado y sus agentes. Este sujeto concita la movilización de pueblos y comunidades en defensa de sus derechos y demandas, y tiene el apoyo para una representación legítima hacia afuera.



Los debates en torno a las autonomías son una necesidad primordial, como se afirma en Pensar las autonomías..., no sólo en el sentido académico, teórico y abstracto, sino como reflexión decisiva para la acción política hoy, para el sentido del cambio social, y como alternativa civilizatoria al capital y al Estado.




Las autonomías son múltiples: somos un problema mundial para las élites
Publicado el 7 julio, 2011 por Municipio Autónomo de San Juan Copala


Raúl Zibechi



Participación de Raúl Zibechi, periodista y analista uruguayo, conocedor de los movimientos sociales latinoamericano, durante un diálogo sobre autonomía y organización comunitaria que sostuvo el pasado 28 de mayo, vía skype, con la comunidad purhépecha de Cherán, Michoacán.



Primero que nada quiero saludar con un abrazo muy fuerte a la comunidad de Cherán que sabemos que vive horas muy complejas y difíciles, y que pese a todo decidió mantenerse en sus posiciones de firmeza y resistencia, y es ya un referente y un ejemplo para todos los que en otras partes del mundo estamos comprometidos con los mismos valores e ideas que plantean ustedes.



Me parece que el camino que hemos elegido unas cuantas personas y colectivos de autonomía respecto a los Estados es un camino importante porque permite construir un mundo diferente en este mismo mundo, porque nos permite avanzar en la construcción de algo que no sea sometido a lo que hoy tenemos y que no, como dicen ustedes, suponga agachar la cabeza para seguir siendo lo que otros quieren que seamos.



La autonomía es múltiple: del pensamiento, de ideas. Es una autonomía organizativa, que en determinado momento se arraiga en un territorio de nuestras comunidades, y decidimos que no sólo nosotros como personas seamos autónomas, sino también las comunidades en las que vivimos y los territorios que habitamos. No es más que autogobierno, no más que decidir por nosotros y por nosotras mismas qué vamos a hacer en el acierto o en el error, y eso quiere decir que nuestra autonomía es autónoma y no la va a imponer nadie más que el colectivo en el que estamos.



Por supuesto que en el mundo en el México y la América Latina de hoy, trabajar por la autonomía supone ser automáticamente objeto de la represión y la ofensiva del Estado. No podemos evitar que el Estado y el capital nos ataquen, y tenemos que buscar colectivamente cómo hacerles frente de la manera más inteligente posible. Tenemos muchas experiencias en América Latina de autonomía y de ofensiva del Estado para limitar nuestras autonomías. Lo están viviendo ustedes, lo han vivido los compañeros de San Juan Copala, lo han vivido y lo viven los compañeros de la Selva Lacandona, las comunidades indígenas de Colombia permanentemente agredidas por los paramilitares y el Estado, las comunidades quechuas peruanas que resisten a la minería. Se trata de una forma militar o militarizada de control del territorio que supone la alianza entre el capital y el Estado.



Otras formas más sutiles, que necesariamente se combinan con éstas, son las ayudas estatales dizque para el de­sa­rrollo o para superar la pobreza. Esta forma de agredir nuestras autonomías es sutil, digamos que es una forma blanda de agredirnos, pero no es menos grave porque busca aniquilar la soberanía alimentaria que tienen las comunidades, o la soberanía política; busca rendirnos con unas pequeñas migajas que son tapas de calamina para hacer la vivienda, o bloques, o canastas de alimentos. Se trata de desorganizar nuestros espacios, de hacer que sean menos y menos autónomos. Esta forma blanda de agredir nuestras autonomías va de la mano con la forma dura, militar, pero las dos persiguen los mismos objetivos, que consisten en reposicionar al Estado en nuestros espacios.



El Estado es la avanzada, detrás viene el capital a hacer negocios. Ellos, Estado y capital, no pueden permitir que nuestros movimientos se relacionen horizontalmente entre sí, que la población se relacione con la población. Ellos necesitan que la población se relacione con el Estado y el capital. Cuando digo que hay resistir de forma inteligente, digo que a veces hay que plantar la cara y resistirles de forma frontal, y a veces hay que hacer como cuando uno baila algún movimiento de cintura. No le voy a decir a nadie cómo tiene qué hacer. Las gentes son maduras y saben cómo, y si no saben, tienen que discutirlo, pero sí puedo decirles que la autonomía no es algo puro, que tiene momentos en los cuales puede necesitar dar un paso atrás y establecer un vínculo con el Estado, que no tiene por qué todo el tiempo establecer una barrera con él. El problema es que, decidamos lo que decidamos hacer, lo hagamos colectivamente, que no se dispare el individualismo, que no avance la división de nuestras comunidades.



Por último, tenemos que saber que hay un proyecto de las clases dominantes en el mundo: imponer su dominio a sangre y fuego, aun a costa de un genocidio, de una guerra mundial o nuclear. En algún momento del siglo pasado las clases dominantes decidieron que antes de perder sus privilegios prefieren que el planeta se destruya. Eso tenemos que tenerlo claro para saber cómo actuar en cada momento. Están dispuestos a que se hunda la barca antes que perder el timón, y esto lo digo no para paralizarlos, sino para tener claro lo que ellos tienen pensado sobre nosotros, lo que han planificado hacer en caso de que lo consideren necesario. Las clases dominantes de hoy son probablemente las clases que tienen más claros sus intereses, son más despiadadas que nunca, y tienen las armas, los instrumentos de control necesarios para creer que pueden perpetuarse en el poder. Quienes estamos en la posición de arrebatarles ese poder o, como mínimo, forzar a que lo entreguen o lo compartan con los de abajo, sabemos que cualquier paso que implique perder una parte de su poder está siendo reprimido de forma feroz.



Las élites del mundo actúan más o menos todas con las mismas intenciones. Tenemos que tener esto presente para el camino, obrar en consecuencia, reflexionar cómo hacerle, compartir con nuestros compañeros y compañeras los saberes que vamos adquiriendo en la lucha, pues esto es parte de la lucha por las autonomías. Somos muchos y muchas en el mundo los que buscamos un camino distinto al que ellos quieren que recorramos, que es simplemente votar cada cinco o seis años y volver a nuestras casas a mirar la televisión, a trabajar y dejarlos a ellos gobernar, que no es más que acumular capital. Pero esos muchos y muchas estamos en todas partes: en Egipto, Grecia, Túnez, España, América Latina, incluso en Estados Unidos. Trabajando de esta manera les estamos creando un problema mundial a las élites y también de eso tenemos que ser conscientes, pues cuanto más avanza nuestra lucha, cuanto más avanza la revolución, más poderosa es la contra revolución que se prepara. Pero así es la vida, y creo que tenemos que felicitarnos y alegrarnos, pese a todos los dolores que sufrimos y sufriremos, de que en este momento seamos tantos y tantas quienes estamos peleando por crear un mundo nuevo, otro y diferente.

lunes, 11 de julio de 2011

La contrainsurgencia no será transmitida...

La contrainsurgencia no será transmitida


Javier Hernández Alpízar

Tomado de Kaos en la red


La paráfrasis del título de un famoso documental que muestra cómo los medios industriales y comerciales, privados, de comunicación ocultan algunos hechos muy gordos, como una revolución, es la mejor forma de expresar lo que se viene a la mente.



En la internet, y en el mejor de los casos, en algunos medios impresos, aunque sin ser destacadas muchas veces, aparecen las denuncias de las Juntas de Buen Gobierno, colectivos formados por las autoridades de los municipios autónomos rebeldes zapatistas: Una coordinada operación de los gobiernos federal (con continuidad de política bajo los gobiernos del PRI y del PAN), chiapaneco (con idéntica continuidad de acción bajo los gobiernos del PRI y los del PRD y sus coaliciones) y de gobiernos municipales (priistas, perredistas o del Verde Ecologista) mas organizaciones viejas que han sido cooptadas como la ORCAO (Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo) y de los viejos grupos paramilitares, reciclados y con nuevos flamantes nombres (como la OPDDIC), o de los nuevos grupos paramilitares surgidos bajo los gobiernos perredistas , que no obstante apoyan y reciben apoyo de los gobiernos estatales panistas (como Alas de Águila- Ejército de Dios). Además, cuando es necesario, el ejército, la policía federal, la estatal.



Las agresiones son reportadas semana a semana por las diferentes Juntas de Buen Gobierno, y ritualmente publicadas en internet, con ellas los zapatistas, es decir los indígenas tzotziles, tzeltales, choles, mames y tojolabales que retomaron ese nombre del caudillo del Sur, hablan, denuncian, y también ritualmente no son escuchados.



En tanto, los medios masivos, comerciales, oficiales, de grandes empresas (de derecha) y al servicio de los gobiernos del PRD (y del PRI), los llamados de “izquierda”, tienen en la congeladora a los zapatistas.



Con la complicidad de ese silencio, casi total, excepto por unas pocas voces solitarias que lo hacen más patente, la gente en la calle habla del futbol, de las elecciones que pasaron o de las que están por venir, de las “inseguridad” del tema favorito de los medios y de los boletines de los gobiernos, pero uno de los movimientos sociales más importantes en el mundo, de los que en los hechos están construyendo autonomía, otra forma de hacer política, el mandar obedeciendo, no es visto, es relegado a un papel inferior que cualquier escándalo mediático del momento.



Cada quien puede encontrar la propia autojustificación para callar y guardar las formas, incluso puede haber hábiles y colmilludos columnistas de La Jornada que finjan que ellos apoyan a “las bases zapatistas” pero no a sus dirigentes, obviando que los dirigentes zapatistas que escriben con el nombre de Juntas de Buen Gobierno son indígenas de las bases zapatistas, pero lo cierto es que hay complicidad en callar acerca de todas estas agresiones mientras se escribe casi de cualquier tema menos de los indígenas que sacudieron el país y que volvieron a plantear, con hechos y palabras, con silencio y construcción paciente, el tema del cambio social profundo,



Quizá el silencio es porque Chiapas es un lugar privilegiado para observar la profunda unidad de las derechas e izquierdas partidarias, del PAN, el PRI y el PVEM, pero también de la coalición PRD- PT, Convergencia, en la aprobación de planes de expulsión de comunidades, despojo, imposición de megaproyectos, avanzadas de la militarización, de la paramilitarización, de la cooptación de organizaciones que fueron opositoras como la ORCAO y hoy son esquirolas contra las comunidades zapatistas.



Chiapas es el lugar donde se cae la máscara de un sistema que quisiera pasar por plural, con una derecha y una izquierda definidas e irreconciliables: La bendición a la contrainsurgencia en Chiapas, viene de Calderón y López Obrador, de todos los partidos políticos y sus bancadas en las cámaras legislativas, de todos los niveles de gobierno, y de los medios de las distintas facciones. Hay muchas cosas que parecen dividirlos y enfrentarlos, pero los une, por encima de sus odios y voluntades de ser inquilinos de Los Pinos, su antizapatismo y su indudable apoyo a la contrainsurgencia.



Es importante decirlo, y luego es también importante actuar en consecuencia. Romper el silencio que las disciplinas electoreras han impuesto sobre el EZLN y su existencia y proyecto, y eso, de paso, ayudará a entender que esa realidad de contrainsurgencia de Chiapas está extendiendo su peste por todo el país: Con el apoyo decidido de los gobernadores de todos los partidos a la guerra de Calderón contra la población (esté o no organizada) y el apoyo de todos los partidos y candidatos a los megaproyectos que se proponen desollar el país y entregar el agua, la energía, lo último que queda del territorio a las megaempresas transnacionales: En eso también coinciden los proyectos de derechas e izquierdas, y así han gobernado en cada lugar donde han tenido oportunidad. La imposición de megaproyectos en la ciudad de México es el ejemplo más visible.



En el caso de los zapatistas, y en todo el país, una frase del evangelio que no ha perdido su vigencia, explica el porqué muchos no quieren ver: La verdad nos hará libres, pero muchos son cómplices de esas cadenas, y cuando mucho nos piden negociar por una prisión más cómoda. El plumaje de los zapatistas no es de esos, y su osadía la pagan con la agresión combinada de derechas e “izquierdas”.



Es más fácil acusarlos por no compartir las aventuras electorales de quienes son parte de la guerra sucia contra ellos y criticarlos por no pronunciarse respecto a todas las agendas de quienes han decidido arrinconarlos y exterminarlos mientras dicen tener un “proyecto alternativo” para México.