jueves, 14 de julio de 2011

Dos reflexiones sobre las autonomías

RESEÑA "PENSAR LAS AUTONOMÍAS" DE BAJO TIERRA EDICIONES‏

Misterios y confusiones sobre el sujeto autonómico


Gilberto López y Rivas


08/07/2011



A partir del resurgimiento y desarrollo de algunos procesos autonómicos indígenas en América Latina como estrategias pluralistas, democratizadoras y antisistémicas, se han publicado libros, como el editado por Jóvenes en Resistencia Alternativa: Pensar las autonomías, alternativas de emancipación al capital y el Estado, México: Ediciones Sísifo y Bajo Tierra, 2011, en el que diversos autores analizamos los múltiples significados de autonomía, que van desde la independencia de la clase política y sus partidos hasta una forma organizativa de los pueblos indios (p. 10).



Este concepto se aplica a prácticas políticas que cuestionan la subordinación, autoritarismo, jerarquía y heteronomía propias del partido y el Estado; a la diversidad, potencia y posibilidad de colectividades autogestivas, autodeterminadas y autorreguladas en luchas y formas organizativas diversas y creativas; a la prefiguración de relaciones que sustituirán las de dominio y explotación capitalista; a los horizontes emancipatorios existentes que constituyen un cambio en la producción, distribución y consumo, así como en la toma de decisiones, tomando en cuenta los antagonismos y contradicciones inherentes a los procesos autonómicos y particularmente los problemas entre los sujetos políticos que asumen esos caminos.



Cuando hemos insistido en la conformación y el fortalecimiento de sujetos autonómicos como condición indispensable de la construcción y sustentabilidad de las autonomías, a partir del acompañamiento de las luchas de los pueblos indígenas y de una ciencia social comprometida y, a la vez, fundamentada en una comprobable base empírica, es porque consideramos que la autonomía no se puede afianzar en una sociedad por decreto. Cualquier proyecto alternativo de trasformación social adoptará la forma del tejido social sobre el que se posa. Si el tejido social que lo fundamenta es vulnerable, en tanto no esté enraizado, construido y apropiado por los propios sujetos, el proyecto está condenado finalmente a fracasar.



La autonomía no es una mera distribución de competencias jurídicas y normativas, o sólo un arreglo administrativo para una región en el interior de un Estado-nación determinado. En el sentido más profundo, no se trata de que el Estado otorgue ciertas prerrogativas y permita algunos cambios en un estatuto o ley a efecto de dar paso a una figura meramente formal de autogobierno. Si no existe una red de comunidades que asuman el ejercicio de la autonomía; si se da un divorcio de los gobiernos regionales con las autoridades municipales y comunitarias, en parte porque estos gobiernos están permeados por los partidos, el arribismo y la corrupción; si el narcotráfico constituye otra visible injerencia heterónoma sobre el ejercicio autonómico por su carácter corporativo como otra empresa capitalista más; si la autonomía se utiliza para establecer formas de segregacionismo étnico o para cobijar nuevos cacicazgos, es evidente que el proceso autonómico se vaciará de contenido, con o sin reformas constitucionales o estatutarias. La hipótesis del equilibrio del proyecto Latautonomy afirma: “En un sistema autonómico –que es un proceso social del cual emerge un nuevo sujeto político– debe existir un equilibrio entre la dimensión política-jurídica, la dimensión cultural-intercultural y la dimensión económica-ecológica. Si un proceso autonómico tiene carencias de una de estas dimensiones (o sobredimensión de otra), existe el peligro de que actores externos (Estado nacional, terratenientes, compañías trasnacionales, etcétera) penetren el sistema, lo subviertan desde adentro y lo destruyan” (www.latautonomy.org/lae_wel.htm).



Las experiencias de regiones de México y Nicaragua, así como de otros países, muestran que en la medida en que no existe un sujeto colectivo con capacidad de organización, de generación de consensos, las posibilidades de avanzar en la construcción o fortalecimiento de autonomías resultan poco probables. La existencia y avance del sujeto autonómico se expresará en un sinnúmero de formas: mediante el establecimiento de juntas de buen gobierno que coordinan –desde abajo– los municipios autónomos zapatistas, por ejemplo; a partir de la integración de organizaciones indígenas independientes del Estado y los partidos, como el EZLN, o la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, que representa el esfuerzo autonómico de una región pluriétnica en el estado de Guerrero, etcétera.



No observo nada misterioso y confuso en insistir en que la experiencia zapatista y la de otros procesos en América Latina muestra que el desarrollo de una red multiétnica consolidada de comunidades y regiones, e incluso de pueblos diversos, es otro de los cambios trascendentes en las actuales autonomías, en las que la pugna intracomunitaria o interétnica por conflictos seculares, linderos o recursos se puede superar para responder unidos ante la intrusión violenta de los estados y las corporaciones capitalistas. Todas las transformaciones internas, rupturas y redefiniciones en los ámbitos comunitarios, regionales y nacional se dificultan sin un sujeto autonómico con capacidades de afirmación hegemónica hacia adentro, de tal forma que contribuya a la cohesión interna por medio de la democracia participativa, la tolerancia y la superación de las divisiones religiosas, étnicas o políticas, la lucha contra la corrupción y contra los intentos de cooptación por parte del Estado y sus agentes. Este sujeto concita la movilización de pueblos y comunidades en defensa de sus derechos y demandas, y tiene el apoyo para una representación legítima hacia afuera.



Los debates en torno a las autonomías son una necesidad primordial, como se afirma en Pensar las autonomías..., no sólo en el sentido académico, teórico y abstracto, sino como reflexión decisiva para la acción política hoy, para el sentido del cambio social, y como alternativa civilizatoria al capital y al Estado.




Las autonomías son múltiples: somos un problema mundial para las élites
Publicado el 7 julio, 2011 por Municipio Autónomo de San Juan Copala


Raúl Zibechi



Participación de Raúl Zibechi, periodista y analista uruguayo, conocedor de los movimientos sociales latinoamericano, durante un diálogo sobre autonomía y organización comunitaria que sostuvo el pasado 28 de mayo, vía skype, con la comunidad purhépecha de Cherán, Michoacán.



Primero que nada quiero saludar con un abrazo muy fuerte a la comunidad de Cherán que sabemos que vive horas muy complejas y difíciles, y que pese a todo decidió mantenerse en sus posiciones de firmeza y resistencia, y es ya un referente y un ejemplo para todos los que en otras partes del mundo estamos comprometidos con los mismos valores e ideas que plantean ustedes.



Me parece que el camino que hemos elegido unas cuantas personas y colectivos de autonomía respecto a los Estados es un camino importante porque permite construir un mundo diferente en este mismo mundo, porque nos permite avanzar en la construcción de algo que no sea sometido a lo que hoy tenemos y que no, como dicen ustedes, suponga agachar la cabeza para seguir siendo lo que otros quieren que seamos.



La autonomía es múltiple: del pensamiento, de ideas. Es una autonomía organizativa, que en determinado momento se arraiga en un territorio de nuestras comunidades, y decidimos que no sólo nosotros como personas seamos autónomas, sino también las comunidades en las que vivimos y los territorios que habitamos. No es más que autogobierno, no más que decidir por nosotros y por nosotras mismas qué vamos a hacer en el acierto o en el error, y eso quiere decir que nuestra autonomía es autónoma y no la va a imponer nadie más que el colectivo en el que estamos.



Por supuesto que en el mundo en el México y la América Latina de hoy, trabajar por la autonomía supone ser automáticamente objeto de la represión y la ofensiva del Estado. No podemos evitar que el Estado y el capital nos ataquen, y tenemos que buscar colectivamente cómo hacerles frente de la manera más inteligente posible. Tenemos muchas experiencias en América Latina de autonomía y de ofensiva del Estado para limitar nuestras autonomías. Lo están viviendo ustedes, lo han vivido los compañeros de San Juan Copala, lo han vivido y lo viven los compañeros de la Selva Lacandona, las comunidades indígenas de Colombia permanentemente agredidas por los paramilitares y el Estado, las comunidades quechuas peruanas que resisten a la minería. Se trata de una forma militar o militarizada de control del territorio que supone la alianza entre el capital y el Estado.



Otras formas más sutiles, que necesariamente se combinan con éstas, son las ayudas estatales dizque para el de­sa­rrollo o para superar la pobreza. Esta forma de agredir nuestras autonomías es sutil, digamos que es una forma blanda de agredirnos, pero no es menos grave porque busca aniquilar la soberanía alimentaria que tienen las comunidades, o la soberanía política; busca rendirnos con unas pequeñas migajas que son tapas de calamina para hacer la vivienda, o bloques, o canastas de alimentos. Se trata de desorganizar nuestros espacios, de hacer que sean menos y menos autónomos. Esta forma blanda de agredir nuestras autonomías va de la mano con la forma dura, militar, pero las dos persiguen los mismos objetivos, que consisten en reposicionar al Estado en nuestros espacios.



El Estado es la avanzada, detrás viene el capital a hacer negocios. Ellos, Estado y capital, no pueden permitir que nuestros movimientos se relacionen horizontalmente entre sí, que la población se relacione con la población. Ellos necesitan que la población se relacione con el Estado y el capital. Cuando digo que hay resistir de forma inteligente, digo que a veces hay que plantar la cara y resistirles de forma frontal, y a veces hay que hacer como cuando uno baila algún movimiento de cintura. No le voy a decir a nadie cómo tiene qué hacer. Las gentes son maduras y saben cómo, y si no saben, tienen que discutirlo, pero sí puedo decirles que la autonomía no es algo puro, que tiene momentos en los cuales puede necesitar dar un paso atrás y establecer un vínculo con el Estado, que no tiene por qué todo el tiempo establecer una barrera con él. El problema es que, decidamos lo que decidamos hacer, lo hagamos colectivamente, que no se dispare el individualismo, que no avance la división de nuestras comunidades.



Por último, tenemos que saber que hay un proyecto de las clases dominantes en el mundo: imponer su dominio a sangre y fuego, aun a costa de un genocidio, de una guerra mundial o nuclear. En algún momento del siglo pasado las clases dominantes decidieron que antes de perder sus privilegios prefieren que el planeta se destruya. Eso tenemos que tenerlo claro para saber cómo actuar en cada momento. Están dispuestos a que se hunda la barca antes que perder el timón, y esto lo digo no para paralizarlos, sino para tener claro lo que ellos tienen pensado sobre nosotros, lo que han planificado hacer en caso de que lo consideren necesario. Las clases dominantes de hoy son probablemente las clases que tienen más claros sus intereses, son más despiadadas que nunca, y tienen las armas, los instrumentos de control necesarios para creer que pueden perpetuarse en el poder. Quienes estamos en la posición de arrebatarles ese poder o, como mínimo, forzar a que lo entreguen o lo compartan con los de abajo, sabemos que cualquier paso que implique perder una parte de su poder está siendo reprimido de forma feroz.



Las élites del mundo actúan más o menos todas con las mismas intenciones. Tenemos que tener esto presente para el camino, obrar en consecuencia, reflexionar cómo hacerle, compartir con nuestros compañeros y compañeras los saberes que vamos adquiriendo en la lucha, pues esto es parte de la lucha por las autonomías. Somos muchos y muchas en el mundo los que buscamos un camino distinto al que ellos quieren que recorramos, que es simplemente votar cada cinco o seis años y volver a nuestras casas a mirar la televisión, a trabajar y dejarlos a ellos gobernar, que no es más que acumular capital. Pero esos muchos y muchas estamos en todas partes: en Egipto, Grecia, Túnez, España, América Latina, incluso en Estados Unidos. Trabajando de esta manera les estamos creando un problema mundial a las élites y también de eso tenemos que ser conscientes, pues cuanto más avanza nuestra lucha, cuanto más avanza la revolución, más poderosa es la contra revolución que se prepara. Pero así es la vida, y creo que tenemos que felicitarnos y alegrarnos, pese a todos los dolores que sufrimos y sufriremos, de que en este momento seamos tantos y tantas quienes estamos peleando por crear un mundo nuevo, otro y diferente.

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