miércoles, 29 de febrero de 2012

Sucumbíos: historia de una infamia



SUCUMBÍOS 
HISTORIA DE UNA INFAMIA



“LIBRO: SUCUMBÍOS HISTORIA DE UNA INFAMIA”

Por diferentes medios de comunicación, se da a conocer que en las primeras horas del primero de marzo del 2008 en el Sector de Angostura o la Ceiba, Parroquia Santa Elena, Cantón Putumayo, provincia de Sucumbíos, una región selvática del Amazonas de la Republica del Ecuador, miembros del Ejército y Policía de la República de Colombia realizaron un bombardeo y ataque a un campamento de las FARC-EP, donde sus ocupantes dormían y quienes no tuvieron oportunidad alguna de salvarse, a excepción de tres mujeres que salieron heridas. Ese hecho ha sido una de las más terribles masacres de la historia de Ecuador, cometida por un ejército extranjero. Veinte y cinco víctimas de los cuales cuatro jóvenes eran de nacionalidad mexicana: Soren Ulises Avilés Ángeles, Fernando Franco Delgado, Juan González del Castillo y Verónica Natalia Velázquez Ramírez y la única sobreviviente mexicana Lucia Andrea Morett Álvarez.

Ante este hecho cuatro historiadores, profesores de la Preparatoria Agrícola de la Universidad Autónoma Chapingo y un sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México se dedicaron por más de dos años a elaborar “Sucumbíos Historia de una Infamia” con fuentes hemerográficas, bibliográficas y testimonios orales de los familiares de las víctimas mexicanas asesinadas en Sucumbíos.

Es la Historia de una Infamia, porque el ejército colombiano violentó la soberanía de Ecuador, asesinó a gente que no presentaba combate en total estado de indefensión, sin importarle que había civiles en el campamento, a los heridos  los ultimó con saña criminal, a ello hay que agregar que el gobierno colombiano mintió tratando de ocultar lo sucedido.

La Historia de una Infamia tiene continuidad por casi cuatro años, por una campaña mediática de difamación contra los cinco estudiantes mexicanos en Sucumbíos, campaña que tiene su origen en la prensa colombiana auspiciada desde la Casa de Nariño en Bogotá, para tratar de justificar un crimen de Estado. El crimen y la impunidad se alargan con la persecución de la única sobreviviente mexicana y con la indiferencia del régimen mexicano quien lejos de hacer un justo y enérgico reclamo al gobierno colombiano, ha hecho lo contrario estrechar más y más las relaciones con los responsables confesos de la masacre de cuatro ciudadanos mexicanos.

Es Historia de una Infamia porque el ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez,  el actual presidente Juan Manuel Santos Calderón, los altos mandos del Ejército y la Policía de ese país, gozan de cabal impunidad bajo el resguardo de sus investiduras de mando y poder del régimen de Colombia.

Los autores de Sucumbíos Historia de una Infamia han logrado darles voz de réplica a los familiares de las víctimas de Sucumbíos, ante la campaña de los sicarios de la información y han logrado asomarse un poquito a la perversa historia de Álvaro Uribe Vélez.  Sucumbíos Historia de una Infamia reivindica la memoria de aquellos jóvenes que les arrebataron sus vidas cuando emprendían un trabajo académico como distinguidos universitarios y un politécnico.

A T E N T A M E N T E
Los Autores: Refugio Bautista Zane, Álvaro González Pérez, Marco Antonio Anaya Pérez, Marcelo González Bustos, Oscar Raúl Guzmán Rivera.


A 4 AÑOS DEL ASESINATO DE NUESTROS HIJOS

28 de Febrero-1 pm.- Proyección del documental “De luto visten los héroes” y Foro de análisis “La colombianización de México a 4 años de la masacre de Sucumbíos” en el cubículo del Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

29 de Febrero-5 pm.- Presentación del libro: “Sucumbíos historia de una infamia” en el auditorio principal de la UACM-Del Valle. Comentan: Adrián Ramírez López, Carlos Fazio, Clemencia Correa y José Enrique González Ruíz.

1 de Marzo-1 pm.- Acto político cultural frente a la Embajada de Colombia en México (Paseo de la Reforma # 349 cerca del Ángel de la Independencia) al cumplirse 4 años de la masacre de Sucumbíos. Con la participación de Cayo Vicente.

2 de Marzo-7 pm.- Misa por las Víctimas de Sucumbíos en la Iglesia de Sta. María de la Anunciación (Odontología # 49, cerca del metro Copilco) oficia Miguel Concha Malo.

5 de Marzo-1 pm.- Participación en la Jornada: Mujer y protesta social-El papel de las familiares de las víctimas de la violencia del Estado con el Foro: "POR LA VERDAD Y LA JUSTICA"
PONENTES: Centro de Derechos Humanos Tlachinollan
Asociación de Padres y Familiares de las Víctimas de Sucumbíos
Comité Hasta Encontrarlos
Comité Cerezo
Profa. Ma. Esther Navarro
Explanada alta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM

7 de Marzo-2 pm.- Participación en la Jornada: Mujer y protesta social-El papel de las familiares de las víctimas de la violencia del Estado con el Foro: "VIOLENCIA DIRECTA E INIRECTA CONTRA LA MUJER”
PONENTES: Clara Meyra Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vittoria
Normal Rural de Ayotzinapa
Comité Hasta Encontrarlos
Comité Cerezo
Asociación de Padres y Familiares de las Víctimas de Sucumbíos
Explanada de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM

A mis amigos mexicanos

Artículo tomado de la página http://www.semana.com/opinion/amigos-mexicanos/168548-3.aspx
Sábado 3 Diciembre 2011; Por María Jimena Duzán

Decir que Uribe negoció con el narcotráfico y que por eso se redujo la violencia durante su primer cuatrienio es una blasfemia en México.

Desde que los mexicanos decidieron montarse en la tesis de que Colombia logró acabar con el narcotráfico, con la guerrilla y con los paramilitares, y se les dio por decir que a partir de entonces vivimos en un remanso de paz, rodeados por el progreso y la concordia, andan buscando un nirvana que no existe.

La percepción de que Colombia ya logró salir del atolladero en el que ellos empiezan a entrar no acepta mayor discusión, sobre todo en los altos círculos de la élite política y empresarial mexicana, que poco se ha preocupado por saber realmente qué es lo que sucede verdaderamente en Colombia. Cada vez que uno trata de explicarle a un político mexicano del PAN o del PRI que ese país al que tanto se aferran en realidad solo existe en sus deseos, porque ni hemos ganado la guerra contra el narcotráfico, ni hemos logrado acabar con la guerrilla, ni hemos podido desbaratar a los narcoparamilitares, lo miran a uno con desconfianza. ¿Acaso ustedes no lograron bajar los índices de violencia, le recuerdan a uno de manera airada? Y si uno les responde aceptando que ese hecho irrebatible, el de la reducción de la violencia, sin embargo no nos ha significado la desaparición de los carteles ni de sus vínculos con los paramilitares, los cuales a pesar de haberse desmovilizado han vuelto a recomponerse y a asentarse como poderosos poderes regionales, le responden a uno que eso no es cierto, que estamos mintiendo. Según su versión idílica de Colombia, Álvaro Uribe logró lo inalcanzable en los ocho años que duró en el poder: acabar con el narcotráfico, porque se enfrentó como un león a esos malhechores hasta doblegarlos. "A eso aspiramos todos -me dijo un amigo mexicano-. A tener gobernantes como Uribe, pantalonudos, capaces de doblegar al narcotráfico".

La percepción de que fue Uribe el que luchó contra el narcotráfico hasta acabarlo está tan arraigada entre los poderosos empresarios y políticos mexicanos que hasta la ha acuñado en su imaginario un político como Enrique Peña Nieto, quien va a ser elegido próximamente candidato presidencial por el PRI y de quien se dice podría ser el próximo presidente de México. Hace poco él le dijo a Silvana Paternostro, una periodista colombiana que le hizo un perfil, que si él llegaba al poder en México, no quería ser como Lula ni como Clinton, sino como Uribe.

Las cosas se le complican a uno cuando se les riposta y se intenta dañar su Shangri-La. "Uribe sí logró reducir los índices de violencia -me atreví a responderle a un amigo mexicano que es priista y admirador furibundo del presidente Uribe-. Pero eso no lo consiguió a través de la fuerza, como ustedes creen en México, sino porque negoció con el narcotráfico en Ralito. En ese momento, los jefes de los narcoparamilites que allí se concentraron significaban el 70 por ciento del negocio del narcotráfico del país", le advertí. Y de paso, le aclaré que de no haber sido por las ONG internacionales, el Congreso colombiano habría aprobado una ley de justicia y paz en la que a los narcotraficantes se les habrían perdonado sus crímenes sin necesidad de que los confesaran, ni entregaran sus bienes, ni reparan a las víctimas.

Decir que Uribe negoció con el narcotráfico y que por eso se redujo la violencia en Colombia durante su primer cuatrienio es una blasfemia en México. Como también lo es decir que la nueva mafia, a pesar de que ya no mata como antes, ha logrado penetrar al Estado colombiano sin mayor resistencia, hasta llegar a legalizarse.

Lo cierto es que después de miles de conversaciones como estas, he tomado la decisión de desistir en el intento por hacerles ver a los mexicanos lo poco que saben de nosotros y lo desatinadas que resultan sus alabanzas. Por respeto a su tragedia, no les voy a seguir cuestionando su insistencia en mantener a Colombia como su Shangri-La. Así de envainados como andan -todos los días los mexicanos se levantan con la noticia de una nueva matanza en Guadalajara o en Monterrey-, es probable que necesiten aferrarse a cualquier salvavidas, así esté medio desinflado.

Es más: si quieren, les mandamos a Uribe y a su trinca una temporadita para que se aireen comiendo enchiladas en vez de arepas. Aquí, en la Colombia real, no se le ve muy a gusto: su gobierno ha quedado reducido a sus justas proporciones y, salpicado por tremendos escándalos de corrupción, ha ido quedando al desnudo ante la opinión pública. Y si quiere volver a recordar sus días de gloria, le toca ir a donde nadie sepa esto.

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