Por quitarles un predio, intensifican acoso a bases zapatistas de municipio autónomo
Afectados dicen que el gobierno aprovecha confusión para confrontar a las comunidades
Hermann Bellinghausen
Enviado
Domingo 06 de septiembre de 2009
Ocosingo, Chis. 5 de septiembre. La hostilidad y las amenazas contra las bases de apoyo zapatistas del municipio autónomo San Manuel establecidas en el predio Casa Blanca, entre los ejidos Santo Tomás y Las Tacitas, se agudizaron en semanas recientes, por parte de miembros de dos fracciones pro gubernamentales de la Asociación Rural de Interés Colectivo, (Aric), la llamada “oficial”, y la Unión de Uniones (UU), quienes pretenden despojarlos de las tierras que ocupan.
Recuperadas en 1994 después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y desde 1997 trabajadas por los autónomos, son reclamadas por los oficialistas, quienes argumentan que Casa Blanca fue vendido al gobierno en 1993 por el terrateniente que la poseía. Según zapatistas del municipio autónomo San Manuel, esa venta nunca ocurrió, pero la confusión es aprovechada ahora por el gobierno para confrontar a las comunidades.
Las diferencias que culminaron el pasado primero de septiembre en un “enfrentamiento” entre zapatistas y ariqueros, fueron atizadas –dijeron los primeros– por dirigentes de la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos (Opddic), procedentes de comunidades ajenas al problema. Proporcionaron armas de fuego a los de Aric, y otras las usaron ellos mismos durante el ataque del día primero. Los priístas de las tres organizaciones casi triplicaban en número a los zapatistas. Y eso que éstos no eran pocos: unos 60.
Ataque previo
Los pobladores ya habían sido atacados un mes atrás, así que los acompañaba una guardia de bases zapatistas enviada por las autoridades autónomas, como suelen hacer cuando hay comunidades amenazadas. Lo han hecho en los casos de 24 de Diciembre, Bolón Ajaw, Agua Clara, Zinacantán y muchos más, en las regiones de las cinco juntas de buen gobierno (JBG).
Estas guardias, que en ocasiones se caracterizan como plantón, o campamento, siempre son civiles y pacíficas. Pero esta es la primera que es agredida por un gran número de personas (unas 150) provistos de machetes, palos y armas de fuego.
Antes y después de los hechos del día primero, los dirigentes de las Aric oficial y Unión de Uniones se dijeron partidarios del diálogo con los zapatistas, pero nunca lo intentaron. Según declaró ayer la JBG de La Garrucha, “estaban diciendo que quieren dialogar pero sus gentes nunca dejaron de provocar, quiere decir que los dirigentes no tienen control de sus gentes”.
Sin fundamento alguno, han dicho a la prensa local que el “responsable” de la violencia en Santo Tomás es “el Frayba”, siendo que este centro de derechos humanos llegó por primera vez a la zona después de los hechos del pasado martes, como parte del grupo de organismos civiles que acudió al lugar, a la vez que representantes del gobierno y los dirigentes de las Aric, para gestionar la liberación de siete indígenas zapatistas detenidos y torturados en el ejido. Dichas “declaraciones” parecen más bien elaboradas en alguna oficina de gobierno o de inteligencia, pues es la tónica últimamente en columnas periodísticas y boletines oficiales.
La JBG identificó a “los malos dirigentes y los meros provocadores” de las Aric y de Opddic. Entre los primeros, César Ruiz Mendoza, Jacinto Hernández Gómez, Feliciano Ruiz Santiz, Francisco Clara Méndez, Mario Ruiz Santiz y Juan López Gómez, todos de Santo Tomás. El líder de Opddic, Caralampio Álvarez Gómez, fue el principal instigador de la violencia, según testimonios de los zapatistas. Y con él, Mariano Ruiz Toledo, Benito Álvarez Gómez, Vicente Álvarez Gómez, Luis López Hernández, Martín Santiz Gómez y Roberto Santiz López.
La agresión del día primero se dio en varios sitios, pues fue en realidad una persecución contra los autónomos, a quienes habían rodeado. Allí resultó muerto Manuel Santiz Clara, de la Aric UU, y hubo 16 heridos zapatistas y ocho de Aric y Opddic. Todos los indicios muestran que los autónomos, impedidos para huir, debieron defenderse de los balazos, machetazos y garrotazos de sus atacantes.
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