Mitos, realidades y utopías sobre la democracia
Introducción sobre lo político y la política
Para el filósofo griego Cornelius Castoriadis todo Poder es heterónomo, a menos que sea instituido democráticamente; además, éste se sostiene en gran medida en un infra-poder radical (implícito) que sobre todos los individuos ejerce una determinada institución de la sociedad al socializarlos.
El Poder explícito es una institución social que aparece históricamente y que tiene como funciones las de establecer el orden, asegurar la vida y la operación de la propia institución de la sociedad. Este Poder se ejerce, en sus primeras formas, necesariamente como poder gubernamental (ya que requiere télos o fines sociales) y judicial (porque siempre aplica una forma de diké o justicia) -y muy posteriormente como apariencias de poder legislativo y ejecutivo.
Esta esfera del poder explícito nos remite a lo Político, que puede implicar el dominio sobre determinados grupos (mujeres y esclavos, p.e.) pero no forzosamente la forma del Estado. De hecho, el Estado aparece históricamente cuando ese poder explícito emerge como una institución separada de la colectividad “e instituida de tal manera que asegure constantemente su separación.”
El Estado implica entonces, un aparato de Estado: con una burocracia separada (civil, clerical, militar), jerárquica y con áreas de competencia. No sólo tiene el monopolio de la violencia legítima (Weber) ya que su poder implica mucho más: es el Amo de la palabra legítima, de la significación válida, para así poder ser el Amo de la violencia.
Desde esta perspectiva, la polis democrática griega no es un Estado. Para Castoriadis, la filosofía y la política, como proyecto de autonomía, se instituyen juntas precisamente en el imaginario de la democracia griega. El cuestionar y reflexionar todas las significaciones de la tradición (filosofía) sólo puede instituirse en una sociedad democrática, en la que existe la Política como tendencia hacia la autonomía. ”La política es proyecto de autonomía: actividad colectiva reflexionada y lúcida tendiendo a la institución global de la sociedad como tal.” Para este filósofo griego, una política de la autonomía implica:
“Crear las instituciones que, interiorizadas por los individuos, faciliten lo más posible el acceso a su autonomía individual y su posibilidad de participación efectiva en todo poder explícito existente en la sociedad.”
Lo político heterónomo ha prevalecido en toda la humanidad con dos rupturas históricas: en la Grecia clásica y en el Occidente moderno, en donde florecen la Democracia y la política, como proyectos y tendencias.
I. Mistificación, realidad y deber ser político
Algunos pensadores caracterizaron al mundo occidental moderno de manera mistificadora como el reino de la libertad y la democracia. Incluso llegaron a afirmar que en eso se distinguía la época moderna del antiguo régimen. Políticos que gobiernan las más importantes sociedades occidentales de nuestros días todavía promueven opresiones, tiranías y guerras en nombre de tales valores. Sus propagandistas afirman que en estas últimas décadas hemos asistido al triunfo definitivo de la Democracia y del libre mercado que la sustenta. Hemos llegado de esta manera al Fin de la Historia, de la Ideologías y de las Utopías.
Lo cierto es que el mundo occidental-occidentalizado tiene la peculiaridad de ser atravesado por dos tendencias opuestas, que se combaten y contaminan: la del capitalismo y la de la autonomía.
-De la lógica capitalista viene la racionalidad dominadora (de lo económico enajenado o Capital), la explotación (del hombre y de la naturaleza) así como la refuncionalización de viejas opresiones, con su secuela de desigualdades e injusticias; tal es su tendencia a la barbarie.
-De la tendencia de la autonomía, emancipadora y libertaria, viene el pensamiento crítico y los diversos movimientos que han derribado monarquías, independizado (relativamente) países, conquistado derechos y libertades individuales y colectivas, sociales y políticas; esa es su lógica civilizadora.
Con todo, es verdad que a partir de los ochenta se vive lo que Castoriadis llama la “época del conformismo generalizado”, el eclipse del proyecto de la autonomía, que viene acompañada de las mitificaciones sobre la Democracia.
Reimpulsar el proyecto de la autonomía y del pensamiento crítico y emancipador, es significar a la Democracia como lo que no es pero debe ser, como Utopía, pero a condición de que sea racionalmente posible y factible, de modo que genere un proyecto de política estratégica para una nueva “izquierda de la izquierda, radicalmente democratizadora y, por ello mismo, anticapitalista.
Para volver al significado radical de la Democracia, Castoriadis distingue, inspirándose en los griegos, tres espacios humanos:
a) el oikos = la esfera de asuntos privados;
b) el ágora = la esfera de asuntos privados y públicos;
c) la eklessia = la esfera de asuntos públicos, de la política que se juega en las asambleas (legislativas y ciudadanas), el gobierno, los tribunales.
La Democracia, como gobierno del pueblo, resulta ser, en consecuencia, el devenir público de la esfera pública, preservando, ampliando y autolimitando los derechos o libertades conquistadas.
II. Mitos y realidades
De esta perspectiva, las “democracias modernas” no son sino seudodemocracias ya que en realidad privatizan la esfera pública -aunque no jurídicamente, sí en los hechos pues “lo esencial de los asuntos públicos es siempre negocio privado de los diversos grupos y clanes que se reparten el poder efectivo”. Es verdad que estas seudodemocracias preservan ciertos derechos, por lo que son liberales, aunque (sin contradicción) profundamente estatistas, centralizadoras y burocráticas. En ellas lo público se subordina al interés particular de las grandes empresas capitalistas, de modo que más que Democracias (en la que “gobiernan los muchos, que son pobres”) son Oligarquías (en las que “gobiernan los pocos, que son ricos”), sostenidas ideológicamente por la metafísica de la representación política, con una falsa división de poderes (que ocultan que el poder en realidad no está en lo público) y Constituciones que casi son letra muerta y leyes para especialistas. Pero vayamos por partes, contrastando Mitos y Realidades.
Mito 1 : La Democracia es el régimen político que existe en el mundo occidental-occidentalizado.
Mito2 : La Democracia realmente existente convierte a la esfera política en un asunto público: es el gobierno del pueblo.
Realidad: La oligarquía liberal que impone su hegemonía política con la “ilusión necesaria” de que es una democracia, vuelve a la esfera política en un asunto privado: apropiado por y al servicio de una oligarquía política (burocracias de partidos, de gobiernos) que sirve a las oligarquías económicas.
Mito 3: La Democracia liberal y representativa, con el mercado libre y el capitalismo como sustento, han triunfado. Por eso vivimos el fin de la historia.
Realidad: La lógica de la Democracia (crítica y emancipadora) es incompatible con la del capitalismo (fetichista y explotadora); de hecho, el mercado libre es otro Mito y el capitalismo sofoca todo proceso democratizador que atente contra su dominio (Cfr. Noam Chomsky). Por ello, la historia sigue abierta.
Mito 4: La Democracia realmente existente sólo funciona con libertades negativas (derechos individuales), ya que las libertades positivas la pervierten.
Realidad: Una auténtica Democracia sólo funciona con libertades positivas (de participación política), ya que sin ellas las libertades negativas se pierden.
Mito 5: La Democracia choca con la igualdad; para preservar la libertad hay que dejar de lado una imposible igualdad. El discurso liberal distingue, por un lado, la realmente existente Democracia moderna o formal (ante la ley), que valora la libertad negativa, y, por otro, la irrecuperable Democracia antigua o sustancial (social), que valora la igualdad. Por eso, para el liberalismo la libertad y la igualdad son incompatibles (Cfr. Norberto Bobbio).
Realidad: La Democracia requiere la conjunción de libertad e igualdad. No existe, como pretende el liberalismo, contradicción entre libertad e igualdad sino una implicación recíproca: soy libre si tomo parte en las decisiones sobre lo que me incumbe, lo que es válido para mí y para los otros: lo que implica reconocer la libertad y la igualdad de los otros –una igualdad ante la ley y de derechos, pero también de oportunidades y de satisfacción de necesidades básicas.
Mito 6: La Democracia realmente existente sólo puede ser representativa; los representantes encarnan la soberanía del pueblo. Es por eso que el momento culminante de la Democracia son las elecciones libres.
Realidad: La representación política o es una burda mistificación (el día de las elecciones se canaliza una supuesta voluntad general que encarna en los políticos capaces de re-presentar la voluntad del elector singular en las decisiones políticas) o una enajenación de la soberanía de los que delegan en los delegados (Rousseau); o bien, es una delegación inaceptable ya que la representación en su sentido más estricto, en el jurídico, es delegación: es delegar poderes para el propio interés pero siempre revocable; en cambio, en el plano político es un delegar irrevocable; en lo jurídico la representación es determinada, en lo político es indeterminada, por un largo período y puede producir situaciones irreversibles. Además, las elecciones no son libres porque ya están predeterminadas por los propios representantes políticos, las oligarquías económicas y el poder de los medios de comunicación de masas; son esos poderes quienes definen, finalmente, las opciones del elector, con el recurso cada vez más socorrido del fraude electoral legalizado. Además, el cuerpo político de “representantes” políticos se separa del control de la sociedad y de los intereses mayoritarios, cuida sus intereses particulares y comulga con otros poderes fácticos, especialmente los económicos. Por eso es falso que en la Democracia el sitio del poder esté vacío y nadie puede ocuparlo; lo cierto, más bien, es que ese sitio está tan fuertemente ocupado que resultará una tarea casi titánica desplazar a quienes hoy día lo ocupan. Por ejemplo, los senadores de EEUU llegan a su puesto por el dinero de las oligarquías a través de Comités legales, volviéndose puestos vitalicios. Una Democracia auténtica abriría espacio para que se tomen decisiones directas e informadas por parte de los ciudadanos, para acotar y hacer revocable en todo momento la delegación, para garantizar que los grupos tradicionalmente excluidos tengan peso político, restándole poder a las oligarquías, en fin: para volver verdaderamente pública a la esfera pública.
Mito 7 : La Democracia realmente existente funciona con una división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), que son independientes y funcionan como contrapesos entre sí.
Realidad: En las oligarquías liberales capitalistas la propia representación política también resulta engañosa porque, en realidad, el parlamento o las Cámaras de diputados y senadores no disponen del poder pues éste se encuentra en instancias políticas extraparlamentarias: en la alta burocracia del gobierno y del partido mayoritario, que responde a sus propios intereses y a los del Capital. Por eso la famosa separación de poderes es otro engaño: la alta burocracia del partido mayoritaria dispone de los Poderes, principalmente del Ejecutivo -que en realidad no ejecuta leyes sino que gobierna y decide, dentro de cierto marco legal pero con la posibilidad de modificarlo y de usar su poder discrecional- que a su vez subordina al Legislativo y al propio poder Judicial, cuando éste tiene en sus manos un asunto político. Otro elemento de poder soslayado por los modernos teóricos de la política es el de la burocracia, que se impone en las empresas, en el Estado y en los partidos, de modo que estos últimos son dominados por clanes que se auto-reclutan y afianzan en el lugar de las decisiones, con luchas a muerte y sacrificios que remiten a tradiciones ancestrales y nada modernas, que se encuentran ya en los antiguos imperios y las mafias. Si en algún lado esto está velado, en México el poder va desnudo.
Mito 8: La Democracia realmente existente pone al Estado al servicio de la sociedad, así sea a costa de hacerlo mínimo y policiaco.
Realidad: El régimen de la oligarquía liberal refuerza la enajenación del Estado y la enajenación de éste a la lógica del Capital, privatizando y mercantilizando los bienes y servicios públicos. Lo político se pone al servicio de la irracionalidad del capitalismo, de la reproducción de la estructura económica y de la desigualdad de recursos y rentas. Lo político finalmente se subordina a otro de los grandes Mito de la modernidad: al Mito del Desarrollo o del Progreso.
Mito 9: La Democracia realmente existente funciona instaurando un Estado de derecho para someter a los ciudadanos a las normas.
Realidad: Los procesos democratizadores, igualitarios y justicieros forjaron al Estado de Derecho para limitar la arbitrariedad del propio poder estatal y proteger a los ciudadanos. Es claro que ese sentido se ha pervertido, reforzando la enajenación de lo político y sus poderes represivos: “concebido para atar las manos al poder, (el Estado de derecho) termina por desatárselas”. En realidad, el Estado de Derecho debe servir, en principio, para someter al Estado, no a los ciudadanos; debe depender no tanto de la aplicación rigurosa de las leyes sino de una interpretación de las mismas con una Justicia que vaya más allá de ellas. En un verdadero Estado de Derecho, las Leyes no se imponen sobre la Justicia, sino la Justicia (que siempre es una cuestión abierta) sobre las Leyes.
Para concluir…
Mito 10: La Democracia liberal es procedimental (formal) y no sustantiva (con contenidos), por eso es neutral y sin adjetivos.
Realidad: La seudodemocracia liberal es sustantiva porque lo político siempre tiene sustancia (neoliberal, p.e.) y son seres humanos concretos los que ejecutan y dan contenido al procedimiento. La crítica marxista a lo formal (igualdad, Derechos humanos) que encubre a lo real (desigualdad, Derechos humanos subordinados al poder de la propiedad privada y el mundo burgués) no implica negar las libertades y derechos conquistados sino denunciar sus limitaciones y parcialidades (al Estado moderno como dictadura de la burguesía, encubierta ideológicamente como democracia formal) para ampliarlas con una revolución social instituyendo una auténtica democracia (de acuerdo a otra “fuente y parte integrante del marxismo” olvidada por Engels pero definitiva en Marx: la democrática, que viene de la Revolución francesa y remite a los griegos). Si lo político de las seudodemocracias occidentales implica además la imposición de ideas del bien común (contenidos sustanciales, como la seguridad), un régimen democrático tendría como objetivo sustancial a la propia libertad, que sería un mínimo de bien común, de vivir-bien: “la ciudad debe hacer todo lo que sea posible para ayudar a los ciudadanos a devenir efectivamente autónomos.”
En resumen: la Democracia liberal u occidental no es formal ni neutral, simplemente no es Democracia. El problema no consiste en ponerle o no un adjetivo (“democracia burguesa” o “democracia sin adjetivos”) sino en desmitificarla con su sustantivo correcto: las supuestas Democracias de las sociedades occidentales-occidentalizadas son, en realidad, regímenes oligárquicos, subordinados al Capital, que otorgan ciertas libertades, atravesados por una tendencia que encarna otro futuro posible: el de una Democracia radical y anticapitalista.
Todavía más: en estas seudodemocracias modernas en realidad rige una abierta Dictadura del Capital: del Dinero y de las Mercancías, de la Máquina y del Mercado, de la Cosa sobre la vida. No es, para nada, el reino de la libertad sino un mundo de explotación y enajenaciones que alcanza hasta los últimos rincones del oikos (o esfera privada), que arrasa y desequilibra a la physis (naturaleza). Reforzando esa Dictadura del Capital, se levanta la Dictadura de un Estado enajenado (eklessia o sociedad política), que significa coerción u opresión política, jurídica, policíaca, militar, “terrorismo de Estado” y “lavado de cerebros” (Chomsky), otorgando ciertas libertades que siempre están en riesgo. Esta forma de dominio se sostiene, también, desde la esfera de la sociedad civil (del agora) de diversas maneras y destacadamente a través de la Dictadura de los Medios de Comunicación y del Totalitarismo informativo-propagandístico, que impone sus “ilusiones necesarias” para mantener sometidas a las mayorías. La Democracia no tiene lugar (u-topos) en el sistema capitalista, por lo que sólo es una utopía. Pero una utopía subversiva que apunta más allá de este mundo como un debe ser que pone en cuestión todas las formas de dominio y poder actuales. Una utopía que es, además, racional y posible porque la sostiene la infatigable corriente democratizadora y libertaria, igualitaria y justiciera que se expresa en todos los movimientos sociales que han declarado que un mundo capitalista es ya imposible y que Otro mundo, radicalmente democrático, es posible, deseable y necesario.
BIBLIOGRAFÍA
Abensour, Miguel. La democracia contra el Estado. Colihue, Buenos Aires, 136pp.
Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracia. FCE, México 2002, 114pp.
Castoriadis, Cornelius. Figuras de lo pensable. FCE, México 2001, 302pp.
Castoriadis, Cornelius. El mundo fragmentado. Editorial Altamira, Montevideo 1993, 171 pp.
Castoriadis, Cornelius. El avance de la insignificancia. EUDEBA, Buenos Aires 1997, 295pp.
Castoriadis, Cornelius. Hecho y por hacer. EUDEBA, Buenos Aires 1998, 342pp..
Chomsky, Noam. El miedo a la democracia. Grijalbo/Mondadori, Barcelona 1992, 419pp.
Tomado de www.rebelion.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario