domingo, 1 de marzo de 2009

Sin duda siguen vivos, pero quiero pensar que están vivos

UN AÑO CON USTEDES
Por Tlilcoatl



Soren, Fernando, Verónica y Juan: Quiero pensar y sentir que están vivos. Sin duda siguen vivos, pero quiero pensar que están vivos. Por eso me atrevo a hablarles, para conocernos.

La lucha por la liberación y autodeterminación de los pueblos latinoamericanos es un proceso histórico que se ha gestado en la cotidianeidad de las vidas de millones de mujeres y hombres a lo largo de años. Esta lucha, evidentemente, siempre será inacabada. A veces publicitada, la mayoría de ellas no, los esfuerzos sobre los cuales después se hacen disertaciones intelectuales y académicas, las más de las veces sin compromiso, pertenecen a personas sencillas, a la vida común que se vive en nuestros barrios, en nuestras comunidades, en nuestros pueblos. Y a esa cotidianeidad de la transformación social, que es un proceso tan largo como complejo, pertenece irremediablemente la muerte.

Verónica, Soren, Fernando y Juan: fueron asesinados en medio de una maniobra militar del gobierno de Álvaro Uribe en tierras ecuatorianas, en un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Lucía resultó herida. El objetivo era asesinar al comandante Raúl Reyes, negociador de las FARC, en el contexto de los esfuerzos para la liberación de rehenes que facilitaría los diálogos entre las fuerzas rebeldes y el gobierno colombiano para lograr la mentada pacificación de Colombia.

Colombia, junto con México, forman parte de la estrategia de hegemonía global de los Estados Unidos. Ambos países se caracterizan por tener gobiernos favorables a los interese estadounidenses. El Plan Colombia y la Iniciativa Mérida (Plan México) son la punta de lanza contra los movimientos latinoamericanos que se expresan en distintos niveles y por distintos métodos, desde el plano de los gobiernos hasta la construcción social de realidades alternativas. El pretexto, la guerra contra el narcotráfico y contra el terrorismo.

En su andar por la selva hasta el campamento, al que llegaron en la noche de los bombardeos, en su carácter de estudiantes universitarios y de personas comprometidas con la transformación de la realidad cotidiana de opresión y dominación en que vivimos, participaban de una empresa más grande y por tanto más difícil. Sin embargo, sus sueños fueron interrumpidos por el ruido de la barbarie, por los monstruos de la esclavitud. Vejados y humillados murieron a manos del ejército colombiano, porque fueron el pretexto para continuar con esta maldita guerra que el gobierno estadounidense en complicidad con Uribe promueven contra nuestros Pueblos
.
América Latina, y Colombia en particular, viven un estado de guerra permanente alentado por quienes detentan los gobiernos en contra de aquellos que construyen poder popular. Los actos de Uribe evidencian corrupción, un estado militarista que asesina a la oposición, que hace pasar a jóvenes de comunidades rurales secuestrados por paramilitares como guerrilleros muertos en acciones de guerra, por escándalos financieros, por trabar las negociaciones para liberar a los rehenes de las FARC, con el espionaje a la oposición, además de permitir la instalación de bases militares estadounidenses en territorio colombiano, todo en búsqueda de otra reelección que apuntale a Estados Unidos en su guerra incesante contra Latinoamérica. Uribe es sinónimo de muerte e impunidad.

El miedo que profesan los dominadores a los pueblos es profundo. Basta señalar que una vez que sus cuerpos estaban inertes, los acusaron de narcotraficantes y terroristas. Ustedes ya no pudieron responder que eran simplemente estudiantes, pueblo en su conjunto. Que la liberación no la conciben a través de las bombas que los mataron, las mismas que el ejército estadounidense utilizó en Irak en 1991, sino a través del teatro, de la música, del conocimiento y de la organización popular. El miedo que nos profesan se expresa en bombas, nuestra valentía, su valentía, en alegría y ejemplo.

Para Lucía ha seguido el exilio, forzado por una denuncia penal de una organización ligada al Yunque, el suplicio de saber que la justicia la aplica el Estado mexicano, el mismo que condenó a Ignacio del Valle a más de 100 años de prisión, que perpetró la matanza de Oaxaca contra la APPO; el reencuentro con la patria representada por la familia, por los amigos, por quienes consideramos que lo que ha padecido es parte de una injusticia crónica aplicada contra la gente que, como ella, lucha cotidianamente para hacer de este mundo uno justo y libre.

Soren, Fernando, Juan y Verónica. A uno de ustedes lo conocí de lejos en la vida, cruzamos palabras un día que seguramente ya no recuerdas, y que si he de ser sincero, yo tampoco lo recordaba, hasta que vi tu imagen a la entrada de la facultad de Filosofía. Desde entonces de corazón estoy con ustedes, de sentimiento con sus amigos y familiares, para recordar que la memoria de los nuestros es un ejemplo y sobre todo, un asidero para continuar con nuestras ideas de mundos nuevos, justos y libres. Hace un año que estoy con ustedes.

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