La rebelión de la técnica
Gustavo Esteva
Gustavo Esteva
Lunes 23 de Marzo de 2009
Son tiempos de rebelión. El descontento se transforma en coraje emprendedor.
La evidencia de que las corporaciones privadas y los aparatos estatales que supuestamente garantizaban buena vida deterioran las condiciones de vida de la mayoría, produce frustración, rabia, incluso desesperación. Al perder legitimidad y credibilidad las instituciones que parecían formar parte inamovible de la realidad social, surge una sensación de vacío e incertidumbre.
Todos esos sentimientos paralizantes, empero, pueden convertirse en impulso a la acción cuando la gente se da cuenta de que es posible poner fin al mecanismo de opresión que la despoja continuamente. Al redescubrir su propia fuerza, en su organización autónoma, hombres y mujeres ordinarios se afirman en su dignidad. Y se rebelan.
En Oaxaca, este fin de semana, esta rebelión tomó una forma peculiar. En el Foro Nacional de Tecnologías Apropiadas, que organizó ahí una docena de organismos civiles, la gente juntó manos y cabezas para mostrar que la sociedad tecnológica misma, con todas sus supuestas maravillas, ha perdido también legitimidad y credibilidad. Por años se multiplicaron causas de descontento: la congestión del tráfico, la contaminación, los daños a la salud (incluyendo los causados por el propio sistema médico), o los horrores del sistema educativo y del alimentario: como ha dicho Eduardo Galeano, en la actualidad, quien no teme al hambre tiene miedo de comer, porque ya no se sabe qué contiene lo que se sigue vendiendo como alimento. Y así hasta el infinito.
Tradicionalmente, la gente atribuía todos estos aspectos negativos de la técnica a su mala administración, no al instrumento mismo –que parecía protegido por el aura de la civilización científico-tecnológica que lo había generado.
Finalmente, la gente empezó a decir ¡basta! Fueron primero algunas vanguardias disidentes, que se animaban a poner en prácticas las alternativas. Acuñaron la expresión tecnología apropiada. Habían descubierto que el instrumento mismo, hasta entonces percibido como hazaña civilizatoria, no era adecuado al fin que se perseguía, por sus propias características o por el nexo lógico y social que imponía al emplearlo.
Como respuesta, concibieron y pusieron en práctica tecnologías apropiadas a las intenciones de quienes las usan, que lo son, además, porque esos usuarios pueden apropiárselas, hacerlas propias.
En vez de que el uso del instrumento esclavice al usuario, haciéndolo radicalmente dependiente de la maquinaria mercantil o estatal que lo controla, la tecnología apropiada lo libera de esa dependencia radical y le permite recobrar y fortalecer su autonomía.
Un centenar de personas de grupos procedentes de diversos estados y países recorrieron por las mañanas del jueves y el viernes experiencias concretas de grupos oaxaqueños, en el campo y en la ciudad. Por la tarde se reunieron a reflexionar sobre el tema en el Centro Cultural de Santo Domingo.
El sábado y el domingo tuvo lugar una feria especial. Se exhibieron centenas de ideas, equipos o prácticas que representan una alternativa a las imposiciones del mercado y el Estado. Mientras los expositores explicaban sus experiencias a los incontables asistentes –pocas ferias han despertado en Oaxaca tanto interés como ésta– se organizaron talleres en que los participantes pudieron aprender cualquier variedad de prácticas: cómo construir una casa con tierra apisonada, cómo emplear los dedos para la sanación, cómo hacer agricultura urbana, cómo emplear software libre, cómo practicar el sobreciclado, cómo producir bicimáquinas o usar un camión que se mueve con aceite de cocina usado…
Paralelamente, dentro de la propia feria, se hicieron escuchar numerosos oradores, cada uno de los cuales relataba una experiencia concreta. Todos cumplían el propósito del foro: compartir ideas, equipos y experiencias para la vida buena. Algunos ocupaban su espacio para presentar pronunciamientos políticos específicos, que el foro empezó a recoger colectivamente, con denuncias, resistencias o afirmaciones –para mostrar que se mantiene la resistencia contra Chedraui, que destrozó un bosque urbano de Oaxaca, para reafirmar la lucha contra el maíz transgénico o por la liberación de todos los presos políticos, de Oaxaca, Atenco y muchas otras partes.
Éstas son las rebeliones que hacen de la crisis una fuente de esperanza. Mientras los desastres nos acosan y se ahonda la desconfianza en el mercado y en el Estado, es decir, en el capital y sus ineptos administradores, la gente toma de nuevo en sus manos la definición de la buena vida, que había delegado en aquéllos, y la forma de vivirla, que se había sacrificado en el altar de una tecnología ajena y enajenante.
Son tiempos de rebelión. Son tiempos, además, en que todas las rebeliones se encadenan, como circulación promisoria de las luchas populares.
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